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Televisiones autonómicas de destrucción masiva
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Alberto Roldán

El Inversor Inteligente

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Alberto Roldán

Televisiones autonómicas de destrucción masiva

Los políticos tienen muchos juguetes. Las televisiones son unos de sus favoritos. Da igual de qué nivel estemos hablando, estatal, autonómica o local, éstas últimas que

Los políticos tienen muchos juguetes. Las televisiones son unos de sus favoritos. Da igual de qué nivel estemos hablando: estatal, autonómica o local, estas últimas que, por cierto, todavía increíblemente existen en algunas regiones.

La televisión pública española, esa corporación de pérdidas nunca bien ponderadas, es el caso más obvio, pero sin duda el más paradigmático es el de las autonómicas. Y cuanto más vinculadas al nacionalismo maniqueísta estén, se creen más necesarias.

Las subvenciones que reciben las televisiones autonómicassuponen aproximadamente tres cuartas partes del presupuesto, y son las que sustentan el dislate de emisión, pues de otra manera no podrían subsistir ya que el resto de ingresos, los que compiten en el mercado, no llegan ni de lejos para cubrir más que un cuarto de los costes.

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A un asturiano posiblemente, y digo posiblemente, le déigual tener su propia televisión. Teniendo en cuenta que les supone 19 euros al año sólo en subvenciones generadas vía impuestos, se puede decir que es un gasto superfluo. Por los extremeños pongo más la mano en el fuego, pues siendo mayor el coste per cápita, apenas en 4 euros, habría que tener en cuenta su ubicación en el umbral de riqueza y que su comunidad autónoma es la única autorizada a romper el techo de déficit, por algo será, por lo que es muy probable que lo que les reporta por lo que les cuesta les llevaría seguramente a pedir el cese de emisiones.

A los catalanes seguro que les divide más. Puede que se ubiquen en ese punto intermedio de duda de no saber qué hacer con ella. O eso se puede intuir teniendo en cuenta que el coste por habitante es, con diferencia, el más elevado, pues son 30 euros por año igualmente sólo en subvenciones. El problema es que siendo la televisión que, de largo, más prebendas públicas recibe tiene un componente político que impide que este mensaje cale en la población, básicamente porque se manipula. Sí, las audiencias dictan que es la televisión autonómica más vista y ya saben qué ocurre con la soberanía de los telespectadores, pero eso no justifica el dislate de gasto que supone y las implicaciones que ello tiene.

La cuestión de las teles autonómicas no tiene que ver con el debate cultural o el arraigo social de cada comunidad. Yo, como madrileño, no veo nunca el canal autonómico, y aun así me supone en subvenciones 11 euros anuales, una cifra que es el chocolate del loro, pero coincidirán conmigo en que nadie coge un billete de 10 euros y una moneda y los tira a la basura con desprecio. Pues eso hace Ignacio González con el dinero público, exactamente con 71 millones de euros: tirarlos por el desagüe.

Desde hace poco más de un año, está articulada legalmente una autorización que posibilita a una comunidad autónoma a liquidar o vender, de forma total o parcial, una cadena pública. ¿Cuántas se han acogido a esa posibilidad? Ninguna. Algunas relevantes, como la valenciana, han optado por la vía de la reducción de costes y la externalización de servicios sólo para autoengañarse de que es viable. Pues bien, Canal Nou recibe casi 70 millones de euros de su Gobierno para que pueda seguir emitiendo su propaganda electoral.

Las televisiones autonómicas les cuestan a sus ciudadanos, que no telespectadores, casi 1.000 millones de euros. Cuando se pasa de la cifra per cápita a una absoluta, la verdad a veces golpea con mayor dureza. Sí, señor, 1.000 millones en soportar una emisión ruinosa que nunca fue rentable salvo para sus ilustres señorías autonómicas.

Las subvenciones que reciben las televisiones autonómicas en relación al PIB están en la media europea, lo cual para muchos es una excusa fantástica para seguir justificando la sangría. Es más, medido el coste por hogar, los 84 euros que en promedio cuesta la tele regional en España están aproximadamente un tercio por debajo de su referencia media europea. Pues nada, señores políticos, sigan gastando a manos rotas.

Subvenciones / PIB (TPA: Televisión Pública Autonómica España)

placeholder Subvenciones / PIB (TPA: Televisión Pública Autonómica España)

La cuestión no es cuánto dinero público, es decir, confiscado al contribuyente, es desviado a actividades de poco o ningún interés social. Si fuera sólo eso, el debate sería liviano y se podría justificar con el interés lingüístico o de promoción cultural que 'requieren'las comunidades, no sea que el bable caiga en el olvido. No es ese el tema. Es que parejo al gasto anual de 1.000 millones de euros están los casi 900 millones de euros de pasivo que arrastran estas corporaciones, con un coste financiero que podría cifrarse en otros 50 millones de euros por año, siendo generoso.

Si pensáramos que estas malas empresas públicas pueden tornar la situación y generar un cash flow positivo para amortizar, digamos en diez años su deuda, estaríamos hablando de que en una década el coste total de soportar las televisiones hasta que eliminen la carga del pasivo y entonces operar con rentabilidad, sería de unos 11.000 millones de euros.

Lamentablemente, es ciencia ficción. De entrada, y por concepto, es casi imposible que una televisión pública opere en beneficios. Es así porque conceptualmente lo público frente a lo privado tiene esa diferencia, que es la de operar de acuerdo a las reglas pero no en libertad. Lo cual, en sí mismo, es incongruente, pues la televisión pública emite los mismos programas basura que las privadas, informativos políticamente sesgados, igualmente dedica más espacio al tiempo y a los deportes que a noticias culturales; es decir, hace cosas muy parecidas a las privadas pudiendo elegir.

Como detallaba el otro día el maestro Carlos Rodríguez Braun en sus muy recomendables Clichés antiliberales, uno de los usos partidistas que hacen los políticos de la democracia consiste en asustar a los contribuyentes para que teman lo privado, frente a lo cual podemos elegir no comprar y por tanto no pagar, para que se ame a lo público, frente a lo cual no hay posibilidad de elección. Es decir, usted puede elegir ver Mediaset o no libre de coste o a un coste residual, pero si decide no ver Telemadrid, paga quiera o no quiera.

Eso es lo que pasa con la sanidad y la educación. La izquierda demoniza la empresay el libre mercado porque, pese a la libertad de elección como es la de cambiar de canal, de esa manera consigue adeptos para lo público, paradigma del buen funcionamiento y de lo gratuito, ellos lo llaman social, cuando realmente el coste existe. En ocasiones, más que en la alternativa privada. Y en esto las televisiones son un magnífico ejemplo. Tomen nota, señores políticos, no queremos sus televisiones basura sostenidas con impuestos y manipuladas para sus intereses.

Los políticos tienen muchos juguetes. Las televisiones son unos de sus favoritos. Da igual de qué nivel estemos hablando: estatal, autonómica o local, estas últimas que, por cierto, todavía increíblemente existen en algunas regiones.

Subvenciones Mediaset Ignacio González
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