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Donde el oro habla, la lengua calla...
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José Manuel Gómez-Borrero

Hedge Funds Inside

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Donde el oro habla, la lengua calla...

Pues después del agradable y tranquilizador descanso navideño en que la extrema aversión al riesgo que habíamos padecido se relajaba permitiendo a ciertos mercados reabrirse y

Pues después del agradable y tranquilizador descanso navideño en que la extrema aversión al riesgo que habíamos padecido se relajaba permitiendo a ciertos mercados reabrirse y a otros además recuperarse sensiblemente, la última semana nos ha despertado de esta ensoñación para recordarnos que 2009 vuelve a ser un año muy complicado.

 

Es evidente que vamos a seguir asistiendo a un titánico choque entre las brutales fuerzas deflacionarias, creadas por la caída del valor de los financiados con una montaña gigante de deuda, y las desesperadas medidas reflacionarias orquestadas por las autoridades fiscales y monetarias de todo el mundo. Eso sin duda va a dar lugar a muchísima volatilidad en los mercados según preponderen unas u otras en cada momento. El más que probable ciclo de reconstitución de inventarios al que asistiremos en algún momento de este año será visto por muchos como la prueba de la eficacia de las medidas de socorro y la señal de compra. Por otro lado, las quiebras empresariales (que apenas han comenzado todavía), la continua depreciación de la vivienda y las dificultades de los bancos justificarán a los pesimistas que seguirán encontrando todo tipo de paralelismos con las estadísticas y los gráficos de los años 30.

Mi opinión personal, que  reconozco que no vale lo que cuesta el papel en el que escribo, es que la temible e innombrable deflación, entendida como la caída sostenida del nivel general de precios, sin duda se conseguirá evitar (aunque a costa de muchos problemas futuros), pero que el ajuste económico será de una magnitud que sorprenderá a todos. Por consiguiente, aunque los bonos a largo plazo de Gobiernos todavía pueden actuar como refugio y ver subidas de precios y por tanto caída de rentabilidades, pienso que los tipos actuales no compensan ni el riesgo crediticio de unos estados cada vez más endeudados, ni el riesgo de que se nos vaya la mano y acabemos sufriendo elevada inflación dentro de unos años. Además, con el panorama de déficits galopantes que se vislumbra, no me parece que esos tipos estén teniendo en cuenta el tremendo desequilibrio entre oferta y demanda que provocarán las emisiones masivas. Por lo tanto, cargarse de deuda pública a largo me parece poco menos que suicida. Ahora bien, teniendo en cuenta el brutal desapalancamiento que necesita hacer el consumidor (sea poco a poco a base de ahorro o de golpe y porrazo pasándole el marrón a la banca, que a su vez se lo pasaría al contribuyente vía rescate gubernamental), tampoco tengo nada claro que haya que empezar ya a apostar por activos de riesgo que se beneficien de la eventual reflación.

¿Dónde esconderse entonces? Otro día hablaré de los riesgos de refugiarse en depósitos bancarios por muy garantizados que estén por el Gobierno de turno, pero por hoy, y para no alargarme, baste decir que dichos depósitos tampoco van a rendir tanto en el entorno ZIRP al que vamos (zero-interest-rate-policy). Así, pues, mi controvertida propuesta de inversión es el oro. ¿Por qué?

  • Primero, porque la masiva expansión de los balances de los bancos centrales (que en castellano quiere decir “impresión de papel moneda a tutiplén”) no es más que un proceso de devaluaciones competitivas que antes o después llevará a un incremento del precio de los bienes y servicios. O sea, inflación.
  • Segundo, y relacionado con el punto anterior, porque el oro es una reserva de valor indiscutible (los inmuebles también lo han sido en el pasado, pero mientras no terminen de desapalancarse sus actuales propietarios, como que no lo veo todavía...).
  • Tercero, porque, contrariamente a otros “commodities” como el petróleo, el cobre o el carbón, el oro se saca de las minas con el propósito de acumulación y no de consumo, por lo que su precio no está sujeto a los avatares del ciclo económico (aparte de que la producción anual apenas representa el 1.5% del “stock” mundial).
  • Y cuarto, por si acaso los agoreros como Niall Ferguson y otros estudiosos de la debacle de Weimar tuvieran razón. es decir, que si me equivoco y la cosa se tuerce tanto, pero que tanto, tanto que los gobiernos se vuelvan locos creando enormes cantidades de dinero por decreto y acaban matando su valor, el oro no sólo sería una gran cobertura contra la inflación sino contra las tensiones sociales y geopolíticas que podrían generarse...

Pues después del agradable y tranquilizador descanso navideño en que la extrema aversión al riesgo que habíamos padecido se relajaba permitiendo a ciertos mercados reabrirse y a otros además recuperarse sensiblemente, la última semana nos ha despertado de esta ensoñación para recordarnos que 2009 vuelve a ser un año muy complicado.