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¿Qué pasaría si para su revisión médica anual acudiese usted a la farmacia en vez de acudir a su médico de cabecera? Probablemente acabaría usted comprando

¿Qué pasaría si para su revisión médica anual acudiese usted a la farmacia en vez de acudir a su médico de cabecera? Probablemente acabaría usted comprando uno de sus compuestos farmacéuticos, sin saber si realmente lo necesita o si es el mejor que puede encontrar en el mercado. Esto es así porque el que se dedica a examinar al paciente y saber qué especialista o medicamento le conviene es el médico y no la farmacia cuyo objetivo es vender sus medicamentos.

 

Esto que parece tan irreal y poco probable ha estado sucediendo estos últimos años con muchos ahorradores e inversores que han acudido a sus instituciones financieras en busca de asesoramiento y se han encontrado invertidos en productos de ahorro (medicamentos) que no eran los mejores de su categoría o que simplemente no se adecuaban a su perfil inversor.

 

Si han acudido a sus entidades financieras en busca de asesoramiento es porque éstas les han confundido al llamar a su redes comerciales “banca privada” o “banca personal” y a sus vendedores con un sinfín de nombres que nadie asociaría con una actividad puramente “comercial”: les suena “asesor financiero”, “gestor personal” o “banquero privado”, o en inglés: Vice President, First Vice President, Executive Director....

 

En definitiva, muchos nombres para un sólo objetivo: “vender”, o si lo prefieren, en el argot que se emplea en el sector: “colocar”. Seguro que recuerdan anuncios publicitarios de productos de inversión que nada tienen que envidiar a los de la Coca Cola, o campañas en las que se ofrecían jamones o cacerolas con la compra de un fondo o la contratación de un depósito (llegando incluso, en algunos casos, a incluir el coste del jamón en la TAE ofrecida como más rentabilidad).

 

La competencia y el afán por crear y colocar nuevos productos, miren cómo ha evolucionado la industria de los fondos de inversión en España pasando el patrimonio gestionado de 73.200 millones de euros a finales de 1995 a 238.000 millones de euros a finales de 2007 ha llevado a las instituciones financieras a la necesidad de idear nuevos productos de inversión cada vez más sofisticados y complicados de entender. Les suenan los “productos estructurados”, los “CDO”, los “feeders”....había que alimentar la máquina y muchas veces los riesgos estaban descritos en la letra pequeña.

 

No estoy diciendo que estas instituciones, bancos y cajas hayan actuado con mala fe recomendando, a sabiendas, productos poco seguros o poco rentables. Simplemente que han caído, en demasiadas ocasiones, en la tentación de colocar a sus clientes todos los productos habidos y por haber mientras ha durado el periodo de vacas gordas y no se han preocupado de examinar las carteras de inversión de sus clientes de forma periódica, asegurándose de que su umbral de insomnio no era sobrepasado por lo arriesgado de sus posiciones. Ahora ninguno duerme: el cliente acuciado por las pérdidas y el “gestor personal” porque, como mucho, le puede “colocar” a su cliente letras del tesoro o bonos del Estado que le dejan muy poca comisión.

 

En definitiva todo inversor debería poder distinguir entre: 1) cuando le están asesorando de 2) cuando le están colocando un producto. Para ello la única vía es asegurarse que el asesoramiento que recibe se hace desde la más estricta independencia de los creadores de producto, y por tanto, sin cobrar de ellos.

 

¿O acaso iría usted igual de confiado a su médico de cabecera si supiese que trabaja en exclusiva para una farmacia o que cobra de ella por cada medicamento que le receta? Probablemente no, por muy grande y prestigiosa que fuese. Ni aunque le ofreciesen un jamón por cada visita.

 

Enrique Grebler es socio de GBS Finanzas en Barcelona

¿Qué pasaría si para su revisión médica anual acudiese usted a la farmacia en vez de acudir a su médico de cabecera? Probablemente acabaría usted comprando uno de sus compuestos farmacéuticos, sin saber si realmente lo necesita o si es el mejor que puede encontrar en el mercado. Esto es así porque el que se dedica a examinar al paciente y saber qué especialista o medicamento le conviene es el médico y no la farmacia cuyo objetivo es vender sus medicamentos.