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La importancia de reinventarse
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Hugo Borges de Sousa

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La importancia de reinventarse

¡Aturdidos, deprimidos, asustados, desorientados, desesperados! Vivimos en un estado de parálisis, fruto de la resaca de la cultura del “hágame rico rápido, que no tengo tiempo

¡Aturdidos, deprimidos, asustados, desorientados, desesperados! Vivimos en un estado de parálisis, fruto de la resaca de la cultura del “hágame rico rápido, que no tengo tiempo que perder”. Aunque estamos seguros de que algún día todo esto pasará, no es menos cierto que pronto tropezaremos en la siguiente piedra del autoengaño colectivo. Seremos víctimas de la ceguera generalizada que, cada cierto tiempo, nos invade, y que se refleja en el convencimiento de que el valor de determinado(s) activo(s) tiene un único sentido: el alza. La historia se repite una y otra vez, demasiadas para pretender cambiarla.

En esta ocasión la magnitud de lo sucedido tiene un precio astronómico. A nadie se le escapa la multiplicación de ceros en todas las cifras que salen a la luz. La factura final de la crisis depende en gran medida de la capacidad de los Gobiernos para crear estructuras que adquieran los activos tóxicos del sistema (desde activos aislados a instituciones financieras, empresas e, incluso, países), gestionen su desintoxicación y los devuelvan “limpios” al mercado en un futuro. Exigente tarea de saneamiento con incalculables complejidades, pero de cuyo éxito depende la sostenibilidad de todo el sistema.

Métrica del bienestar

Estamos todos de acuerdo en que tener un sistema financiero sólido es una condición necesaria para alcanzar un nivel satisfactorio de bienestar. Pero no es del todo suficiente. Los que miran con aflicción y casi histeria los datos del PIB, los niveles de las principales bolsas de valores, los precios del petróleo, la tasa de paro y el rol de noticias que minuto a minuto les inundan de pesimismo, no deben olvidar que ignoran dimensiones importantes del desarrollo económico. Es necesario recuperar el sentido de la responsabilidad hacia las siguientes generaciones. Como dijo John Fitzgerald Kennedy en su histórico discurso de investidura, es hora de plantearse qué puedo hacer yo por mi país y no a la inversa. No olvidemos que a largo plazo estaremos muertos, pero nuestros hijos seguirán vivos.

El desarrollo real de una economía (crecimiento equilibrado) se mide igualmente por otro tipo de parámetros, a los que se hace mucha publicidad pero que, desafortunadamente, tienen menos impacto en el estado de ánimo de las sociedades a la hora de percibir su propia fortaleza y sostenibilidad. ¿Qué medidas creo que debemos tomar?

1. Apoyo al espíritu emprendedor.

2.Fortalecimiento del sistema educativo a todos niveles para garantizar la excelencia en la formación académica de las futuras generaciones y mayor acercamiento de las instituciones académicas al mundo empresarial.

3. Incremento radical de la inversión en Investigación y Desarrollo para consolidar uno de los motores más potentes de la competitividad económica.

4. Despliegue de políticas sociales innovadoras como, por ejemplo, el fin del modelo de exclusión de los ancianos, para hacerlos partícipes activos de la construcción de nuestra sociedad. Son una fuente importante de experiencia y saber acumulado, totalmente menospreciado y desperdiciado.

Capital humano como reserva de valor

Cuando parece que lo hemos perdido todo y el mundo se vuelve oscuro, no podemos olvidar que aún así mantenemos algo muy preciado que nadie puede quitarnos: ¡NUESTRO CAPITAL HUMANO! Por esta razón, cambiemos la desesperación por la imaginación y la innovación. Cambiemos la desorientación por la iniciativa y el espíritu emprendedor. Cambiemos el desprecio y el aislamiento por el esfuerzo conjunto. ¡Reinventémonos!, de forma responsable y sin trampas, que nos salen caras a todos, tarde o temprano…

Hugo Borges de Sousa, vicepresident de GBS Finanzas

 

¡Aturdidos, deprimidos, asustados, desorientados, desesperados! Vivimos en un estado de parálisis, fruto de la resaca de la cultura del “hágame rico rápido, que no tengo tiempo que perder”. Aunque estamos seguros de que algún día todo esto pasará, no es menos cierto que pronto tropezaremos en la siguiente piedra del autoengaño colectivo. Seremos víctimas de la ceguera generalizada que, cada cierto tiempo, nos invade, y que se refleja en el convencimiento de que el valor de determinado(s) activo(s) tiene un único sentido: el alza. La historia se repite una y otra vez, demasiadas para pretender cambiarla.