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El pingüino que creía ser marinero
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Vicente Varó

No Brain, No Gain

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El pingüino que creía ser marinero

Geisha se creía un marinero. Cuando era pequeño, lo encontraron atrapado unos pescadores japoneses en sus redes y decidieron incorporarlo a la tripulación de su barco

Geisha se creía un marinero. Cuando era pequeño, lo encontraron atrapado unos pescadores japoneses en sus redes y decidieron incorporarlo a la tripulación de su barco como mascota. Y allí vivió hasta que acabó recalando en el Loro Parqué de Tenerife. Lo curioso es que, según vi en un reportaje en televisión, al principio hubo que realizarle un intenso proceso de educación, ya que tenía problemas de personalidad: se creía un marinero.

Geisha había sufrido las consecuencia del efecto anclaje, el mismo que ya os conté que tienen por ejemplo los ansarinos al nacer. Y esto generaba una situación preocupante para el animal: se comportaba de manera distinta a como tenía que hacerlo, a sus objetivos vitales. A mí, que ando buscando patrones de este tipo para entender la realidad a la hora de tomar decisiones de inversión, me resultó familiar esta historia.

¿Es posible que al invertir repliquemos el comportamiento de los primeros a los que hemos visto hacerlo, o al menos tomemos decisiones de la misma manera o claramente influidas por ellos? Yo, a falta de experimentos que lo confirmen, diría que en muchos casos así sucede.

Cuando empiezas a invertir, sueles preguntarle primero a algún conocido que ya tiene experiencia en el mercado. Su respuesta y sus comportamientos se convierten entonces en tu primera referencia real en este mundo. Es lo único a lo que puede agarrarse nuestro subconsciente, nuestro único mapa para moverse por este mundo de las inversiones, al menos hasta que encuentre otro mapa para comparar o desarrolle el suyo propio (me temo que en muy pocos casos).

Y creo que esto provoca, como en el caso de Geisha, graves problemas para los inversores que tienen esta facilidad con los anclajes. Primero, porque probablemente se asocien a una idea equivocada de la realidad: mucha gente miente al hablar de inversiones concretas. Hay una tendencia a contar los pelotazos que has dado con determinado título y cómo lo has hecho y a “olvidar” las fuertes pérdidas en otros.

Pero segundo, y más importante, porque las soluciones y la forma de gestionar el ahorro de un inversor no suele servir para otro. Cada uno debe plantearse primero cuánto dinero quiere invertir; cuántas pérdidas está dispuesto a asumir; en qué plazos… Y especialmente qué objetivos tiene con la rentabilidad que espera obtener (¿La educación de sus hijos? ¿Comprarse un deportivo? ¿La jubilación?). Y en esto es muy difícil que dos inversores seamos exactos.

Geisha nunca habría sido un buen marinero, no estaba en este mundo para eso, sino para vivir en su comunidad de pingüinos, criar y perpetuar la especie, algo que consiguió tras su proceso de educación en el Loro Parqué de Tenerife. Los inversores que hemos dado nuestros primeros pasos mimetizando los de quienes pasaban por allí quizá también lo necesitemos.

Geisha se creía un marinero. Cuando era pequeño, lo encontraron atrapado unos pescadores japoneses en sus redes y decidieron incorporarlo a la tripulación de su barco como mascota. Y allí vivió hasta que acabó recalando en el Loro Parqué de Tenerife. Lo curioso es que, según vi en un reportaje en televisión, al principio hubo que realizarle un intenso proceso de educación, ya que tenía problemas de personalidad: se creía un marinero.