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La improvisación también se trabaja, y los inversores lo sabemos
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Vicente Varó

No Brain, No Gain

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La improvisación también se trabaja, y los inversores lo sabemos

Cuando llegué a Madrid en 2000 me apunté a una academia de teatro (todos tenemos una vocación frustrada) y el primer día el profesor nos dijo:

Cuando llegué a Madrid en 2000 me apunté a una academia de teatro (todos tenemos una vocación frustrada) y el primer día el profesor nos dijo: “Vamos a trabajar la improvisación”. Lo primero que pensé era que me estaban tomando el pelo: “Voy a pagarle a un señor para que me enseñe a improvisar, cuando eso es algo que por definición es natural”, pensé en mi ignorancia. Ahora pienso que ojalá alguien del Gobierno hubiera pasado también por aquella academia.

Desde Pepe Blanco, hasta Beatriz Corredor, pasando por María Teresa Fernández de la Vega y Celestino Corbacho, en las últimas semanas he oído a los distintos miembros del Gobierno defender  la improvisación que están mostrando en la política económica actual. Aseguran que se trata de una manera de hacer frente, de manera veloz y ágil, a los problemas (imprevistos, se entiende) que les brotan por todas partes.

Este argumento tiene cierta lógica, aunque se pueda discutir y mucho eso de si los problemas eran imprevisibles o no. Pero el error está en confundir la improvisación con la falta de planificación. Quiero decir, en mi academia teníamos un programa de clases los lunes y los martes, en las que aprendíamos las distintas técnicas y cómo reaccionar ante los problemas que surgieran después en la actuación.

Cada clase tenía unos objetivos, dentro de una estrategia global que perseguía justo lo que no está logrando el Gobierno:  que cuando surjan situaciones nuevas durante la actuación todo parezca bajo control. Quién haya asistido a una buena obra de teatro basada en la improvisación sabrá muy bien esto: pase lo que pase, siempre da la sensación de que los actores lo tienen todo bajo control. Y realmente es así.

Pero en la tragedia que estamos viviendo sobre las tablas de nuestra “obra económica”, desde luego que no ocurre lo mismo. Casi ninguno de los espectadores tenemos la situación de que todo esté bajo control, más bien lo contrario. Yo lo he visto en los artículos de los usuarios de la comunidad de inversores  Unience con la polémica de la subida de impuestos: estaban preocupados tanto los accionistas, como los consumidores, como casi cualquiera

Quienes invertimos también hemos aprendido (y el que no, lo acabará haciendo) que improvisar sin haberlo trabajado también suele traer nefastas consecuencias. No tener un plan de entradas y salidas te deja expuesto la mayoría de las veces a los sentimientos, a las pasiones; a vender en el punto más bajo y comprar en el más alto. Te lleva a aferrarte a tu visión pesimista del momento, y no saber mirar con objetividad que el rebote de los mercados tiene mucha fuerza, como a muchos les va a ocurrir en esta crisis.

Si no tienes un plan, ante los acontecimientos imprevistos (por ti), reaccionas desde el pánico o la euforia, y le acabas transmitiendo a tu familia que, en tu “representación”, no lo tienes todo controlado. Lo malo es que la improvisación en bolsa tan sólo la puedes trabajar aprendiendo de los errores pasados o de la mano de un buen asesor (como mi profesor de teatro) que conozca bien las técnicas y te ayude a tener una planificación correcta.

Y un detalle importante más: para tener una buena planificación no es necesario ser de izquierdas o derecha; ser un inversor fundamental o un seguidor del análisis técnico; mirar sólo el largo plazo o ser el más trader de todos los traders. Lo que importa es trabajar bien la improvisación y demostrar que tienes la situación bajo control, aunque de pronto aparezca ante ti una situación problemática que no esperabas en varios milenios (como la subida de la volatilidad en el último trimestre de 2008). Y, por supuesto, es vital que el público sea consciente de ello y esté tranquilo y confiado. Si no, te tirarán tomates, querido Gobierno.

Cuando llegué a Madrid en 2000 me apunté a una academia de teatro (todos tenemos una vocación frustrada) y el primer día el profesor nos dijo: “Vamos a trabajar la improvisación”. Lo primero que pensé era que me estaban tomando el pelo: “Voy a pagarle a un señor para que me enseñe a improvisar, cuando eso es algo que por definición es natural”, pensé en mi ignorancia. Ahora pienso que ojalá alguien del Gobierno hubiera pasado también por aquella academia.