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¿En qué se parecen Syriza y la troika?
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Kike Vázquez

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¿En qué se parecen Syriza y la troika?

Syriza ha ganado, y con su aplastante triunfo han llegado también las dudas: ¿estamos ante gente sensata o ante trasnochados populistas que, con viejas recetas, a

Foto: El ministro de Finanzas griego, Yanis Varufakis (Reuters)
El ministro de Finanzas griego, Yanis Varufakis (Reuters)

Syriza ha ganado, y con su aplastante triunfo han llegado también las dudas: ¿estamos ante gente sensata o ante trasnochados populistas que, con viejas recetas, a tantos países han arruinado? En un primer momento, y tras alguna desafortunada actuación como el acercamiento a Rusia, lo peor parecía hacerse realidad (no es extraño que la bolsa del país cayese un 10% y sus bancos perdiesen casi un 30% de su capitalización en un solo día). Fue entonces cuando Yanis Varufakis, su ministro de finanzas, se dio a conocer al mundo proponiendo un plan cuyos fundamentos no han disgustado (“Greece finance minister reveals debt plan to end stand-off”, 2-2-15, Financial Times). Ahora todo el mundo parece preguntarse si el acuerdo entre helenos y europeos es posible.

¿En qué consiste el ‘Plan Varufakis’? Básicamente, el Gobierno liderado por Syriza pretende reducir la carga financiera que los griegos deben soportar por su abultada deuda pública, así como pasar de implementar políticas de austeridad a implementar políticas de estímulo. Para ello han diseñado un plan, en el cual cuentan con la ayuda de Lazard (banco que conoce perfectamente sus finanzas pues ya los asesoró en años anteriores), que consiste en intercambiar las líneas de crédito del fondo de rescate europeo por bonos ligados al crecimiento, y los bonos en posesión del BCE por bonos perpetuos. Por otra parte, se comprometen a obtener un superávit primario del 1-1,5%, incluso aunque no puedan cumplir con su programa electoral, y a que los acreedores privados no sufran ningún tipo de pérdida.

Hay que reconocer que las líneas maestras han sido bien trazadas, de ahí probablemente la subida en bolsa posterior. Con la propuesta no solo se alcanzan los objetivos griegos, además se respetan los límites que la troika ha marcado como infranqueables: no aceptar quitas en el valor nominal, no aceptar déficit primario y cualquier minoración o facilidad para hacer frente a la carga financiera debe ir paralela a reformas estructurales. Así que, salvando que un superávit primario del 1-1,5% no es el 4,5% que los anteriores Gobiernos habían prometido para 2016, parece que el acuerdo, de haber una verdadera voluntad por ambas partes, dependerá de encontrar un consenso en las reformas a realizar.

La discrepancia con respecto al superávit primario puede parecer cuantiosa, y lo es: al fin y al cabo, la deuda pública nunca se paga, por lo que lo realmente importante es determinar cuántos fondos saldrán de Grecia hacia los países acreedores para cumplir con sus compromisos. No obstante, como comenta Krugman en su columna del WSJ, 4,5 puntos menos de superávit primario pueden suponer 12 puntos más de crecimiento (el artículo fue escrito previamente a la propuesta griega, por lo que en este caso hablaríamos de 3 puntos menos de superávit y 8 puntos de crecimiento siguiendo las premisas del economista), y eso beneficia tanto al deudor como al acreedor. Otros autores limitan el efecto a 4 puntos de crecimiento por cada punto de menor consolidación… en un plazo de 5 años.

En cualquier caso, lo importante no son las matemáticas, lo importante es gastar e invertir en finalidades correctas, de eso dependerá que el multiplicador sea uno u otro, y por ello considero que el principal escollo no será un superávit mayor o menor, sino las reformas. De dichas reformas dependerá no solo la laxitud en los objetivos de superávit primario, también la voluntad de minorar el valor actual de la deuda griega (recordemos, sin realizar quitas en el nominal). Por todo ello, las reformas y la buena administración son la clave de la negociación.

Pues muy bien, hagamos reformas estructurales y todo el mundo contento. El problema es… ¿qué son realmente las reformas estructurales? En realidad estamos ante un concepto etéreo habitualmente asociado a políticas macroeconómicas que algunos llaman ‘neoliberales’ como son la desregulación, las privatizaciones, el recorte de algunos ‘derechos’ sociales…, medidas que un partido como Syriza, a la izquierda de la socialdemocracia, no puede aceptar por si solas. Sin embargo existen otra serie de reformas estructurales en las que no se suele hacer tanto hincapié que sí podrían encajar en un posible acuerdo; por ejemplo, la lucha contra la corrupción o la mejora del sistema tributario. ¿Tienen algo en común Syriza y la troika? Pues, a pesar del aparente odio mutuo, parece que sí.

Tanto podrían encajar este tipo de reformas que la propia Alemania ha hecho un llamamiento a todos los países europeos para que congelen las cuentas de aquellos ricos helenos que evaden impuestos (la inmensa mayoría). Además, a ambos bandos les interesa el acuerdo, porque si bien Syriza presume de políticas revolucionarias y Alemania de ortodoxia, Grecia sabe que no seguirá viva, financieramente hablando, sin el apoyo del BCE (permite el ELA usado actualmente; permite que bancos griegos emitan deuda con garantía del Estado, se la queden y la aporten como garantía para obtener liquidez; o simplemente el BCE puede dejar de aceptar cualquier activo del país [*]). Asimismo, Alemania sabe que, a pesar de tener la sartén por el mango, si la presión es insoportable, los griegos pueden optar por salir del euro autoinmolándose y provocando a su vez un grave contagio internacional.

Como suele decirse, los extremos se tocan, y a pesar de que Syriza y la troika se sitúan en lados totalmente opuestos ideológicamente, al final existen puntos en común que, de existir buena voluntad por ambas partes, permiten un posible acuerdo. Dicho lo bueno, pasemos a lo malo. No todo es idílico. La gran duda internacional es si estamos ante una Venezuela o una Argentina, países totalmente arruinados por el populismo, o ante un Brasil, en donde Lula consiguió reconciliar a los mercados con las ‘políticas de izquierdas’ (aunque cada día tenga menos sentido la diferenciación entre izquierda y derecha). Y es que los populistas dicen exactamente lo mismo que los buenos gobernantes: saben hablar muy bien, otra cosa es lo que hacen.

De hecho, no hay que olvidar que los bonos ligados al crecimiento fueron una de las medidas estrella del Gobierno argentino para reestructurar su deuda. A pesar de la lógica del producto, pues pagar en función del crecimiento es muy inteligente, y a pesar de que en un primer momento el bono funcionó bien, finalmente el Gobierno argentino comenzó a manipular las estadísticas para no pagar. De hecho, a pesar de que el producto suena bien y de que se han publicado análisis en el pasado por el FMI, el BoE o por académicos defendiendo la idea, los inversores son escépticos (ya que más que ante un bono estamos ante un warrant con mucha incertidumbre).

¿El acuerdo es posible? En mi opinión, sí, solo hace falta voluntad y, teniendo en cuenta los incentivos de ambas partes, debería haberla. ¿Será sencillo? Probablemente no, puesto que un país como Grecia no puede recibir un ‘premio’ por protestar, en contraposición a otros países como España, y por otra parte ni Syriza puede aceptar simples cambios cosméticos ni Alemania puede mostrar debilidad. ¿Será la solución? Un acuerdo interesa a ambas partes, pero eso no será equivalente a una solución. Existen demasiados antecedentes de países arruinados por el populismo como para creer simplemente en las palabras. La solución, si llega, llegará con el tiempo y los hechos. Claro que si no se construyó Roma en un día, Grecia tampoco. Al igual que en el amor, será necesario ir día a día… y que la ‘chiripa’ nos acompañe.

[*] NOTA: Este artículo ha sido escrito antes del anuncio del BCE, quien deja de aceptar la deuda pública griega como garantía para financiarse en el organismo y obliga, por tanto, a los bancos griegos a buscar liquidez en su propio banco central mediante la 'ELA'.

Syriza ha ganado, y con su aplastante triunfo han llegado también las dudas: ¿estamos ante gente sensata o ante trasnochados populistas que, con viejas recetas, a tantos países han arruinado? En un primer momento, y tras alguna desafortunada actuación como el acercamiento a Rusia, lo peor parecía hacerse realidad (no es extraño que la bolsa del país cayese un 10% y sus bancos perdiesen casi un 30% de su capitalización en un solo día). Fue entonces cuando Yanis Varufakis, su ministro de finanzas, se dio a conocer al mundo proponiendo un plan cuyos fundamentos no han disgustado (“Greece finance minister reveals debt plan to end stand-off”, 2-2-15, Financial Times). Ahora todo el mundo parece preguntarse si el acuerdo entre helenos y europeos es posible.

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