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Kike Vázquez

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Así crece España

Aunque los datos de crecimiento del PIB son incontestables, no todo es positivo. La balanza comercial sigue en terreno negativo, la deuda externa no corrige y la productividad se estanca

Foto: El ministro español de Economía y Competitividad, Luis de Guindos. (EFE)
El ministro español de Economía y Competitividad, Luis de Guindos. (EFE)

Guindos se lo dice a todo aquel que quiera escucharle: España ha crecido en cifras muy próximas al 4% en el primer semestre de 2015. El dato es incontestable, e incluso casi podríamos calificarlo de milagroso. Especialmente si tenemos en cuenta que no se produce por un aumento del déficit público (existe déficit fiscal, pero estabilizado y por tanto no responsable del repunte que vemos en el PIB); que nuestro país ha corregido sus desequilibrios con el exterior, pasando de necesitar un 9% anual sobre el PIB de financiación foránea a no necesitar nada; y que sigue existiendo una incertidumbre política tanto nacional como internacional que provoca un replanteamiento de las inversiones.

¿Cómo es posible entonces que crezcamos de esta manera? Para ayudarnos en la tarea de descubrir tal incógnita vamos a recurrir a dos documentos recientemente publicados por el Banco de España (“Balanza de Pagos 2014” 22-06-15 e “Informe Anual 2014” 11-06-15) en su página web. El resumen es que, tras un gran ajuste y un excelente comportamiento exterior en años anteriores, ahora nos hemos estancado en nuestra trayectoria de realizar mejoras, y solo los factores coyunturales explican cifras de crecimiento tan altas.

Vamos con los antecedentes. Desde que estalló la crisis se observan en nuestro país dos tendencias que me parecen especialmente reseñables. Por una parte las exportaciones aportan, de media, más de 5 puntos porcentuales al crecimiento en cada uno de estos últimos 5 años (2010-2014 ambos inclusive), lo que, compensado por las importaciones, posibilita que hasta 2014 el sector exterior siempre haya aportado cifras positivas al PIB, compensando así la mermada demanda interna. Por otra parte está la productividad aparente del trabajo, la cual en los últimos 5 años ha crecido de media un 1,9% en cada ejercicio.

El aumento de la productividad que se observa se ha producido por el cierre de muchas pequeñas empresas que, teóricamente, eran poco productivas

Estos datos son muy positivos, lo que unido al ajuste de nuestras necesidades de endeudamiento con el exterior (en 2008 necesitamos recursos foráneos equivalentes al 8,8% del PIB, cerrándose el ‘gap’ en 2012 con un saldo a nuestro favor del +0,2%, consolidándose con el +2,1% en 2013 y el +1,2% en 2014) hacen presagiar optimismo. De hecho desde esta misma sección hemos sido optimistas en esta cuestión desde que en el 2012 se invirtió la trayectoria. Pero toca hacer autocrítica, porque quizá ahora nos hayamos pasado de frenada.

Ya no nos endeudamos con el exterior, nuestras exportaciones son la pera limonera, la productividad aumenta y el crecimiento del PIB deslumbra. Nuestros puntos débiles convertidos en fortalezas, ¿qué puede ir mal? Desde luego el actual es un escenario que todo el mundo firmaría cuando fuimos conscientes de la profunda crisis en la que estamos inmersos, pero eso no es suficiente porque, o seguimos mejorando, o corremos el riesgo de volver atrás. El cambio aun no es estructural, sino mayoritariamente coyuntural.

Vamos a desmontar todos los puntos positivos uno por uno, no con ánimo destructivo sino con ánimo de que veamos las debilidades que aun poseemos y debemos mejorar. Comencemos por el sector exterior. Es cierto que las cifras, al igual que las del PIB, son incontestables y tremendamente positivas. Si bien, a pesar de que nuestras empresas se han lanzado al exterior como si la vida les fuese en ello (y así era en mucho casos), lo han hecho con productos que en general presentan un bajo valor añadido, y en los casos en donde la tecnología es más alta (automóviles) dependemos de las importaciones y dicha tecnología pertenece en muchos casos a empresas foráneas.

El sector exterior ha mejorado claramente, pero nuestro modelo productivo sigue siendo uno de bajo valor añadido y centrado en el turismo

Normal, porque el tejido productivo no se cambia de un día para otro, y somos muy buenos en ropa o alimentación pero menos buenos en todo lo relacionado con la tecnología. El salto al exterior es un gran paso adelante, pero ahora toca mejorar nuestros productos si queremos ser como el resto de Europa. Para ello, ¿qué mejor aliado que la productividad? Los aumentos de la misma también han sido notorios en los últimos ejercicios como ya hemos comentado.

En parte dicho aumento de la productividad se ha producido por el cierre de muchas pequeñas empresas teóricamente poco productivas (algún día me gustaría ver un estudio sobre cómo influye la economía sumergida en ello, porque ser rentable sin declarares complicado), y por un mayor protagonismo de aquellas más productivas y generalmente más grandes. En parte. Porque la principal causa del aumento de la productividad ha sido la eliminación de los puestos de trabajo: eliminamos unos cuantos puestos aparentemente poco productivos y… bingo, la productividad aparente aumenta. Lástima que estos crecimientos no sean sostenibles, y que quizá por ello hemos pasado de crecimientos superiores al 2% a un crecimiento del 0,2% en 2014. Ups.

Se recupera empleo, gran noticia, pero doloroso despertar de una aparente vorágine productiva. De hecho una variable que tiene que ver con la baja productividad y con nuestro tejido empresarial también es muy relevante en nuestra corrección de los desequilibrios exteriores: el turismo. Y es que lo que oculta nuestro superávit exterior del 1,2% en 2014 es que nuestra balanza comercial nunca ha sido positiva y solo el excelente comportamiento del turismo, con un +3,3 puntos de aportación en la balanza de pagos, obra el milagro de cuadrar las cuentas.

Poco a poco vamos haciéndonos a la idea de lo que ha pasado. El sector exterior ha mejorado claramente, pero nuestro modelo productivo sigue siendo uno de bajo valor añadido y centrado en el turismo. Nuestra productividad ha mejorado, pero solo por tratar de hacer lo mismo eliminando piezas que, una vez se reincorporen, si algún día lo hacen, provocarán que todo vuelva al punto original. No es malo que tengamos grandes empresas en agricultura, textil o turismo, por supuesto, y construir en su justa medida siempre será necesario, lo malo es no saber ir más allá.

Desde que estalló la crisis las exportaciones aportan, de media, más de 5 puntos porcentuales al crecimiento en cada uno de estos últimos 5 años

Si esto es así, ¿entonces cómo se explica que crezcamos casi a un 4% en el primer semestre de 2015? Pues basta ir a las cifras de 2014 (+1,4%) para darse cuenta de que ha sido el primer año en donde la demanda externa ha pasado a ser negativa (-0,8%) y la interna positiva (2,2%). Hemos recuperado empleo, la carga financiera de las familias ha disminuido, y el petróleo también ha permitido que aumente parcialmente nuestra renta disponible, con todo ello el consumo ha vuelto a repuntar tras años de caídas intensas.

Ahora bien, debe hacernos pensar que la recuperación del PIB venga acompañada de un sector exterior cuya aportación es negativa, que la productividad aparente del trabajo haya disminuidoal 0,2% tras años por encima del 2%, que nuestras necesidades con el exterior no sean negativas gracias al turismo, y que nuestra posición de inversión internacional neta no se haya corregido en absoluto (-94,1% sobre PIB en 2012 y -94,4% en 2014), o en resumidas cuentas: que las deslumbrantes cifras se expliquen más por factores coyunturales (caída petróleo, política monetaria, caída euro, bajos costes de financiación y aumento de la renta disponible) que por factores estructurales.

No es extraño que el Banco de España en uno de sus informes calcule nuestro PIB potencial, no en cifras próximas al 4% como estamos viendo, no en cifras próximas al 3% como antaño, sino en cifras ligeramente superiores al 1%. Esto es, aunque la coyuntura esté siendo tremendamente ventajosa con nosotros, los factores estructurales dicen que a largo plazo seguimos siendo una economía próxima al estancamiento. Y aunque es meritorio todo el esfuerzo realizado, especialmente en exportaciones, necesitamos ir mucho más allá y apostar por el valor y la productividad. Fácil decirlo, difícil hacerlo. Lo sé, pero ese es el reto.

Guindos se lo dice a todo aquel que quiera escucharle: España ha crecido en cifras muy próximas al 4% en el primer semestre de 2015. El dato es incontestable, e incluso casi podríamos calificarlo de milagroso. Especialmente si tenemos en cuenta que no se produce por un aumento del déficit público (existe déficit fiscal, pero estabilizado y por tanto no responsable del repunte que vemos en el PIB); que nuestro país ha corregido sus desequilibrios con el exterior, pasando de necesitar un 9% anual sobre el PIB de financiación foránea a no necesitar nada; y que sigue existiendo una incertidumbre política tanto nacional como internacional que provoca un replanteamiento de las inversiones.

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