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Kike Vázquez

Perlas de Kike

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Una enfermedad global

Los titulares acusan a China de ser la responsable de los problemas que vemos, pero lo que realmente teme el mercado es un estancamiento global y una nueva recesión en occidente

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Todo el mundo parece culpar a la bolsa china por las recientes caídas de los mercados occidentales. Es cierto que su comportamiento podría ser el preludio de un frenazo del gigante asiático, ¿pero realmente esto nos coge por sorpresa cuando los desequilibrios internos son de sobra conocidos y algunos índices mucho más fiables que la bolsa, como los de materias primas, se sitúan en mínimos desde 1999? En mi opinión el verdadero miedo no se produce por Asia, el verdadero miedo viene de un posible contagio global sobre unas economías occidentales aun enfermas. El mercado empieza a temer una nueva recesión en EEUU o en la Eurozona.

A priori, lo vivido hasta la fecha en índices como el S&P500 o el Eurostoxx50 no puede calificarse más que de simple corrección. La sangre no ha corrido, por ahora, aunque impresione ver caídas que, en algunos mercados, han alcanzado el doble dígito tras años de supresión de la volatilidad por parte de los bancos centrales. Es cuando vamos más allá de la bolsa cuando nos empezamos a hacer preguntas más complejas. Por ejemplo, ¿cómo es posible que, si se trata de una simple corrección, el VIX siga en niveles próximos a 30 puntos tanto tiempo? Primera pista ya que, según Goldman Sachs, esto solo suele ocurrir con recesiones.

Por supuesto se trata de una simple hipótesis, y es posible que sean las manos fuertes que compran y venden opciones sobre el S&P500 las equivocadas. Vamos más allá porque otro elemento de incertidumbre es ver como el comercio mundial no para de frenarse sufriendo la mayor caída desde el año 2008. Una cosa son los mercados y otra cosa es que la propia economía mande señales tan claras, sea con la caída del precio de las materias primas como ya vimos, o con el frenazo del comercio internacional. Feo, feo.

Hay quien no duda en decir que la Fed debe subir los tipos sí o sí y lo antes posible, el dopaje del mercado y la fortaleza de la economía de EEUU así lo justifican

La culpa podemos achacarla en gran parte a lo que en su momento denominamos tercera etapa de la crisis global. Tras las subprime y la Eurozona, llegó el turno de ver sufrir a los emergentes. Y en esas estamos. El frenazo de China y el ascenso del dólar, han creado problemas en los productores de materias primeras y en aquellos países dependientes de la financiación exterior. Es más, las bruscas depreciaciones y devaluaciones no están consiguiendo aumentar las exportaciones, y por tanto los ingresos y crecimiento, por la contra solo están consiguiendo importar menos (los productos foráneos resultan más caros) y frenar el comercio internacional. Una guerra de divisas en la que todos pierden, lo que faltaba.

Con estos antecedentes, lo que el mercado empieza a temer es el cuarto acto: un nuevo estancamiento global. No solo es el comercio, no solo son las materias primas o el posible contagio del mundo emergente, es que la actividad manufacturera global, a pesar de seguir en expansión tras 33 meses consecutivos según el indicador PMI, se muestra en la actualidad claramente estancada. El crecimiento mundial ha sido revisado a la baja por el FMI hasta el 3,3% en 2015, un nivel suficiente pero que no aleja los fantasmas de un futuro frenazo viendo el menor aumento del indicador PMI.

Y con este panorama es como llegamos a otra de las variables de las que todo el mundo habla: los bancos centrales. Hay quien no duda en decir que la Reserva Federal debe subir los tipos sí o sí y lo antes posible, el dopaje del mercado y la fortaleza de la economía estadounidense así lo justifican. Por otra parte hay quien piensa que pronto el BCE ampliará su ‘quantitative easing’ y que la Reserva Federal, antes que realizar un gran endurecimiento de su política realizará un gran estímulo. Y esto último lo dice nada más y nada menos que Ray Dalio.

Por el momento el problema sigue siendo la deflación y no la inflación, y las expectativas futuras de esta última, lejos de mejorar, vuelven a caer. Además, existe el temor de que se repita el error de 1937 cuando una subida de tipos tras años de estancamiento provocó una caída del 50% en el mercado y tuvo que ser rápidamente corregida. ¿Es imprescindible endurecer la política monetaria o hacerlo será un fallo tan garrafal como el que cometió en su momento el ‘avispado’ Trichet? No hagan caso a lo que escuchen, la realidad es que nadie tiene ni idea, estamos viviendo algo nunca visto.

La política monetaria es inefectiva para luchar contra el paro, los bajos salarios, la desigualdad, ni tampoco pueden eliminar la corrupción o educarnos

Si el problema fuesen exclusivamente los emergentes, la FED o el BCE no dudarían, pero no es así, el problema es mayor. En mi opinión lo que estamos viviendo es una enfermedad global, una en la que el aumento de la productividad y de la población activa son insuficientes para alcanzar el crecimiento necesario requerido por nuestro modelo económico. Necesitamos volver a creer en la economía real, en la empresa, en la competencia, en el valor, en la educación, en las oportunidades… y alejarnos de un sistema que incita tanto al cortoplacismo que solo consigue estancarse en el largo plazo, pues nadie piensa en él.

La política monetaria funciona como estimulante (especialmente si se combina con la fiscal), como así demuestra el caso de EEUU, en parte de Japón e incluso de la Eurozona, donde el “whatever it takes” ha sido clave para recuperar parte de la normalidad. Los bancos centrales son los amos y señores del mundo financiero, estimulando así a la economía cuando es necesario, pero lo que estamos comprobando es que no tienen la misma destreza solventando problemas estructurales. Ellos pueden echar gasolina a un coche, pero no arreglar su motor, una cosa es estimular y otra bien distinta es determinar el comportamiento de gobiernos, familias y empresas.

La política monetaria es inefectiva para luchar contra el paro, contra los bajos salarios, contra la desigualdad, ni tampoco pueden eliminar la corrupción o educarnos. Somos nosotros quienes determinamos cómo es nuestro mundo, la prosperidad del lugar en donde vivimos, y no las finanzas por mucho que a veces pueda parecer lo contrario. El problema es que nos han hecho pensar que no, y ahora exigimos soluciones a quien no las tiene. Esto podría hacer que perdamos la confianza en los bancos centrales, a pesar de haber hecho bien su papel durante la crisis, convirtiendo en aun más inefectivas sus políticas. Ese es el gran problema, y no China. Nosotros también estamos enfermos, aunque desconocemos cuánto.

Todo el mundo parece culpar a la bolsa china por las recientes caídas de los mercados occidentales. Es cierto que su comportamiento podría ser el preludio de un frenazo del gigante asiático, ¿pero realmente esto nos coge por sorpresa cuando los desequilibrios internos son de sobra conocidos y algunos índices mucho más fiables que la bolsa, como los de materias primas, se sitúan en mínimos desde 1999? En mi opinión el verdadero miedo no se produce por Asia, el verdadero miedo viene de un posible contagio global sobre unas economías occidentales aun enfermas. El mercado empieza a temer una nueva recesión en EEUU o en la Eurozona.

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