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La guerra silenciosa de Arabia Saudí
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Kike Vázquez

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La guerra silenciosa de Arabia Saudí

Si bien el principal catalizador del derrumbe del petróleo parece ser la simple oferta y demanda, no podemos obviar el conflicto entre Arabia Saudí e Irán

Foto: Un saudí ondea una bandera del país a caballo. (Reuters)
Un saudí ondea una bandera del país a caballo. (Reuters)

La primavera árabe supuso un cambio radical en la configuración geopolítica de Oriente Próximo. Hasta tal punto, que aún hoy no somos conscientes de todas sus consecuencias, ni de cómo se estabilizará finalmente el tablero (si es que se estabiliza). Y es que, ahora mismo, estamos viviendo hechos sin precedente, como una caída del petróleo que ha dejado su precio por debajo de los 30 dólares, o un giro muy agresivo de la política exterior saudí. ¿Qué está pasando?

Básicamente que, en donde aparentemente vemos conflictos localizados, por ejemplo en Irak, Yemen o Siria, entre otros, no estamos en absoluto ante algo local, sino global. No estamos ante problemas internos de unos determinados países, sino ante una estrategia de guerra pensada por unos pocos y manifestada a lo largo de toda una región. Oriente próximo es un polvorín, y no por casualidad sino por causalidad.

Aunque es imposible saber lo que ocurre realmente, y conocer el verdadero papel que protagonizan las grandes potencias (EEUU, Rusia, Unión Europea o China) en todo esto, una pieza clave del dominó es sin duda Arabia Saudí. Una monarquía absoluta que es extremadamente conservadora, tanto en sus políticas como en su rigurosa interpretación de la ‘sharia’, y que está encabezando numerosos titulares en los últimos meses: apertura de sus mercados financieros, reformas económicas, creación de impuestos, eliminación de subsidios, e incluso la posible privatización de la mayor empresa del mundo, Aramco.

No estamos ante problemas internos de determinados países, sino ante una estrategia de guerra pensada por unos pocos y manifestada a lo largo de una región

¿Se debe todo a la simple necesidad ante la caída del petróleo? Podría ser una respuesta, sin embargo todo apunta a que el propio movimiento del petróleo se enmarca dentro de un fenómeno mucho más amplio. Como decía Fareed Zakaria esta semana, Arabia Saudí tiene miedo. ¿Por qué? Aunque no se hable de guerra, como sí ocurre en muchos de sus países vecinos, los Saud están inmersos en una intensa batalla por mantener el control de la región, e incluso por defender su propia legitimidad, lo que puede acarrear consecuencias que no nos imaginamos.

No ha llamado mucho la atención una reciente noticia del 2 de enero de 2016 sobre la ejecución de un líder religioso chií de nacionalidad saudí: Sheikh Nimr al-Nimr. Debería. Estamos ante una clara muestra de que la tradicional rivalidad existente con Irán (líder tácito de la vertiente religiosa chií, frente al wahabismo suní mayoritario de los saudíes) está alcanzando cotas mucho más altas de lo que la estabilidad mundial desearía. Y por desgracia no estamos ante algo eventual, sino que se viene orquestando desde tiempo atrás, y no parece que tenga solución a corto plazo, sino todo lo contrario.

Irán ha financiado inteligentemente a lo largo de los últimos años diversos movimientos que actualmente comienzan a tener una relevancia determinante en sus respectivos territorios. Al conocido caso de Hezbolá, podríamos incluir otros como son las milicias iraquíes, quienes ahora tienen un papel protagonista en el ejército nacional que defiende el país (especialmente las brigadas Badr), o los hutíes en Yemen, país en guerra civil polarizado entre el Gobierno defendido por Arabia Saudí y los insurgentes chiíes defendidos en gran parte por Irán.

No sé si se habrán parado a observar un mapa de la zona, pero Irak y Yemen son los dos países que más kilómetros comparten de frontera con Arabia Saudí. Es más, en la propia Arabia se están produciendo revueltas en la conocida como Provincia Oriental, la región más grande del país, la más rica (cuenta con el turismo y el petróleo) y también la que cuenta con una mayoría chií. No es casualidad que hayan decidido dar un golpe en la mesa ejecutando a uno de los principales líderes insurgentes chiíes (entre muchos otros): el riesgo es real.

Este fenómeno se debe en gran parte a la financiación encubierta con la que Irán ha dotado a los movimientos favorables a sus intereses

Desde el estallido de la primavera árabe, la familia Saud no ha vuelto a dormir tranquila. Las fronteras del país son un polvorín de insurgentes e incluso estos movimientos empiezan a permear al interior. Este fenómeno se debe en gran parte a la financiación encubierta con la que Irán ha dotado a los movimientos favorables a sus intereses (incluso aunque estos no fuesen de su misma religión). No nos engañemos, todos los países realizan este tipo de artimañas, especialmente la propia Arabia Saudí, y es que en lugar de la confrontación directa, estos países prefieren lo indirecto, lo sutil, luchar una batalla… pero en territorios ajenos. Sin embargo, a Irán, la estrategia, le ha dado mejores frutos.

Es incluso paradigmático ver el apoyo que reciben unos de Rusia, mientras Estados Unidos se muestra apático ante la familia Saud. Quizá, tras el desarrollo del ‘fraking’, Arabia ya no sea tan útil, y por contra Irán pueda tener un papel en el control de la zona por su influencia en ciertos puntos calientes. ¿Quizá de ahí la condescendencia norteamericana ante su desarrollo nuclear? Sea como fuere, la mayor potencia petrolera del mundo debe de estar muy crispada viendo cómo su tradicional aliado occidental flirtea, sea amor verdadero o no, con otros. Y no es para menos.

Ante esta situación, ¿qué pueden hacer? Usar el dinero, el petróleo, el poder. En los últimos días hemos visto a diversos países cerrar filas en torno a la potencia petrolera, véase Baréin, EAU, Qatar, Kuwait, Sudán… Unos porque ven el mismo peligro en su propio territorio, otros porque siguen valorando el poder de la monarquía árabe. La clave para frenar la financiación a los ‘proxies’ iraníes es empobrecer al país de los ayatolás: si el petróleo cae de precio, Irán no podrá seguir financiando revueltas. Ni tampoco Rusia. Y aunque Arabia sufra, que lo hará, cuentan con mayores reservas, una deuda insignificante, mayor prestigio internacional para financiarse y más reformas económicas realizadas.

Irán lo ha hecho bien en la guerra sucia, y Arabia Saudí le ha respondido con una guerra económica

No es extraño que los movimientos que hemos visto sean los que son. El país se prepara para una guerra tácita larga, por ello reduce su dependencia del petróleo, implementa reformas, trata de mejorar su déficit, muestra que puede conseguir recursos tanto financiándose en los mercados como privatizando una parte de Aramco, promueve el nacionalismo para conseguir el apoyo sentimental de la población... Irán lo ha hecho bien en la guerra sucia, y Arabia Saudí le ha respondido con una guerra económica.

Todo esto puede parecer demasiado sutil, pero estamos ante algo muy serio. No olvidemos noticias como por ejemplo el intento de asesinato del embajador saudí en EEUU por un terrorista con presuntos lazos iraníes o que el líder religioso chií ejecutado era respetado en Irán, provocando la indignación de muchos y el ataque a la embajada saudí en el país. Da la impresión de que esta guerra indirecta podría convertirse en directa si alguno de los dos países comete un pequeño error, lo que posiblemente desencadenaría una contienda internacional.

Por ello, para entender el precio del petróleo, no podemos mirar solo la oferta y demanda, la cual claramente sí es un factor principal, pero no único. Las decisiones de producción no solo se basan en el precio, también en la cuota de mercado, en los ingresos y beneficios de cada país y, en definitiva, en la geopolítica. Al mismo tiempo, un conflicto podría provocar el efecto contrario. Algo que, ojo, no es lo más probable, ya que ambos países parecen rechazarlo y querer actuar dentro de unas líneas rojas. Por contra, parece que juegan a provocarse a ver quién comete el primer error que lo condene ante la opinión internacional. Esperemos que no se les vaya de las manos, porque entonces esta guerra silenciosa podría ser muy real, y entonces no solo Oriente cambiaría para siempre, todo lo haría.

La primavera árabe supuso un cambio radical en la configuración geopolítica de Oriente Próximo. Hasta tal punto, que aún hoy no somos conscientes de todas sus consecuencias, ni de cómo se estabilizará finalmente el tablero (si es que se estabiliza). Y es que, ahora mismo, estamos viviendo hechos sin precedente, como una caída del petróleo que ha dejado su precio por debajo de los 30 dólares, o un giro muy agresivo de la política exterior saudí. ¿Qué está pasando?

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