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Kike Vázquez

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Galicia 'chora'

Los incendios de Galicia, Asturias y Portugal deben ser un punto de inflexión para mejorar nuestra lucha contra el fuego

Foto: Varios vecinos, preocupados por las llamas junto al incendio forestal en las proximidades de la Reserva Natural de los Ancares (Lugo). (EFE)
Varios vecinos, preocupados por las llamas junto al incendio forestal en las proximidades de la Reserva Natural de los Ancares (Lugo). (EFE)

Galicia llora. Llora de rabia, de pena. Como también lloran Asturias o Portugal. Hoy todos nosotros lloramos porque han quemado nuestros colores favoritos: el azul se ha convertido en noche, y el verde se ha convertido en ceniza.

Es un sentimiento difícil de explicar. Sé que parece un incendio más de esos que salen por televisión. De esos en los que arden un número indeterminado de hectáreas, que sientes, pero que superas. Y sigues. Porque tardará años pero todo se recuperará, piensas. Pero no, ahora sé que no es así.

Es difícil ver a una persona yéndose a su casa para quizá nunca más volver a ella. Solo tiene unos minutos para abandonarla por orden de las autoridades, quienes temen por su vida. En poco tiempo debe coger sus objetos más valiosos, en lo económico o en lo personal, e irse. Debe dejarlo todo a la suerte del destino.

Quizá las llamas le quiten a esa persona todo lo que tiene, el fruto del trabajo de toda una vida. O puede que le quiten incluso más que su patrimonio. Puede que esa vivienda no sea un activo sino su hogar, sus recuerdos, su todo. No piensas en eso cuando lo ves por la televisión, pero es real. Ahora lo sé.

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¿Adónde irá por ejemplo esa madre que se despertó en medio de la madrugada rodeada por las llamas y que apenas tuvo tiempo de escapar con sus hijos? ¿Adónde irá ese ganadero que no tuvo más remedio que liberar a sus animales a su suerte para darles una pequeña oportunidad de no morir calcinados? ¿Adónde irán quienes se queden sin nada, adónde irán?

¿Qué pasará con el Concello de As Neves, en donde han ardido casi 6.000 hectáreas, el 90% de su superficie? O en Pazos de Borbén, o en Carballeda de Avia, en donde se calcula que más de un 70% de su territorio ha desaparecido bajo las llamas. Allí ya no queda nada por arder. Incluso en una gran ciudad como Vigo se han producido 400 desalojos. Incluso la todopoderosa Citroën ha tenido que parar.

Los militares, los brigadistas, todos los equipos de rescate, los valientes vecinos que han decidido defender sus casas, y los miles de anónimos que no se jugaban nada pero han salido igualmente al rescate de hogares a decenas de kilómetros… Todos ellos no solo han luchado contra el fuego, sino contra todos los elementos.

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Ahora las preguntas que se hace todo el mundo son: ¿cómo se explica que existiesen más de un centenar de focos en tan poco tiempo? ¿Cómo se explica que cuando un punto estaba controlado apareciesen varios nuevos cercanos? ¿Cómo se explica que dichos nuevos focos apareciesen en los peores lugares, aquellos más proclives para la expansión del fuego?

Fruto del huracán Orphelia, las temperaturas eran altas y el aire notorio. Y todo ello en pleno mes de octubre, cuando nadie se lo espera. Una vez prende la mecha, en decenas de puntos (se habla de 200 incendios), se produce tal humareda que los helicópteros no pueden sobrevolar la zona, los vecinos y los brigadistas se quedan sin agua por la sequía y sin efectivos para atender la multitud de focos. Las condiciones eran idóneas, pero a pesar de ello, o quizá por eso, gente de todos los colores habla de grupos organizados.

Unos por los potenciales intereses económicos: desde la privatización (lo son los bomberos comarcales, la limpieza y helicópteros, aunque las cantidades distan de las de el 'cártel del fuego' de Portugal), la industria maderera (aunque el aprovechamiento de la madera quemada es limitado e incluso se dice que salen perjudicados, y aunque estadísticamente arde menos el monte productivo que el improductivo), a la polémica Ley de Montes (aunque carezca de fundamento). Los otros critican a exbrigadistas, ya que algunos dejaron de trabajar recientemente y su sindicato no tiene mucho cariño por la Xunta.

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El tiempo dirá. Aunque quienes aprovechan para hacer política demuestran su desprecio por lo común, mirando solo por lo propio. La culpa siempre es del asesino, del que incumple la ley o del que prende fuego. Justificar lo contrario solo indica más odio por el rival que amor por las víctimas. No obstante todos debemos hacer autocrítica y aprender, porque es absurdo que todos los años pase lo mismo con todos los colores políticos.

Es muy triste ver miles de hectáreas arder. Es muy triste ver casas desaparecer, compartir la angustia de quien tiene el corazón en un puño por su hogar. Es muy triste que lleguen a producirse muertos, como ha sido el caso. Es muy triste ver graves incendios todos los años. Algo podremos hacer en la era de la tecnología, la ciencia y la robótica para intentar controlar uno de los primeros inventos del hombre.

Incendios siempre habrá, pero deseo que lo que hemos visto sirva de punto de inflexión y que se lo pongamos cada vez más difícil a aquellos que nos quieren hacer daño. Un pequeño paréntesis en la temática de esta sección realizado como humilde deferencia a los afectados, y como voz a las decenas y decenas de personas que han sacado fuerzas para luchar contra lo imposible. Personas con mayúsculas que día a día hacen de este mundo un lugar mejor. Gracias. Muchas gracias.

Galicia llora. Llora de rabia, de pena. Como también lloran Asturias o Portugal. Hoy todos nosotros lloramos porque han quemado nuestros colores favoritos: el azul se ha convertido en noche, y el verde se ha convertido en ceniza.

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