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El escándalo de las estampitas supera en cuantía al del Banesto de Conde en una nueva época del todo vale
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Jesús García

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El escándalo de las estampitas supera en cuantía al del Banesto de Conde en una nueva época del todo vale

Marbella y el escándalo de los sellos se han cruzado en el camino de los españoles que viven al pairo de una economía aparentemente boyante, con

Marbella y el escándalo de los sellos se han cruzado en el camino de los españoles que viven al pairo de una economía aparentemente boyante, con una burbuja inmobiliaria que lo sujeta casi todo, un déficit comercial impresionante y una situación político operística en la que la oposición se encadena a los bancos en la Asamblea de Madrid, o monta tánganas en el Parlamento.

El escándalo de las estampitas suma al menos 3.500 millones de euros de agujero y alcanza a 350.000 incautos que, con sus respectivas familias, han pasado directamente a convertirse en legión de desamparados al grito de nadie sabe por qué ha ocurrido, era previsible, pero no había manera de pararlo porque era mejor mirar para otro lado.

Empiezan a producirse, por supuesto salvando las distancias y los hechos, algunas coincidencias. Tras la famosa ampliación de capital a mil duros de la época que hizo Banesto y la posterior intervención llevada a cabo por el Banco de España, muchos de los directores de sucursales de pequeños pueblos de Castilla-La Mancha -era famoso aquel de la caravana que vendió dicha ampliación en media docena de pedanías- tuvieron que ser trasladados o salir por piernas porque metieron en el embrollo a los carteros, los carniceros, el fontanero y las amas de casa. Entonces había 300.000 accionistas en Banesto.

Ayer mismo me contaba uno de los 350.000 pillados que su agente comercial, el que le contó la historia magnífica de la rentabilidad fija y las bondades de la inversión en sellos a través de una de las dos sociedades, directamente había pensado en dejar el país. Dan ganas de pensar que era un cooperador necesario, aunque una buena parte de los casos son también perjudicados porque el boca a boca funcionó durante años, incluso dentro de la compañía mucho mejor que cualquier sistema de publicidad.

También es cierto que muchos años recibiendo la correspondiente rentabilidad, mientras que los mercados se caían o las crisis del sudeste asiático, el efecto tequila o la crisis rusa sacudían los cimientos de la confianza inversores era una especie de prueba de que todo iba bien.

Incluso un avispado empleado de Fórum conseguía ayer mismo que afectados firmaran a favor de la empresa. La desesperación causa milagros, de todo tipo, incluso de estos que defienden a la compañía cuyos directivos han sido acusados de presunto fraude y cinco delitos, entre ellos blanqueo de dinero y contra la hacienda pública.

La posición del Gobierno resulta un tanto peripatética. No se celebra la reunión con los representantes de Comunidades Autónomas en Sanidad sino en el Instituto Nacional de Consumo no vaya a ser que se piense lo que no es. Se va a cambiar la norma para que realmente se conviertan en sociedades de inversión y cumplan las características pertinentes las empresas que realmente se dedican a canalizar el ahorro de los inversores y usan el dinero depositado y no se les considere simple y llanamente vendedores de sellos.

Hay campaña de publicidad en los periódicos hoy mismo con un coste de 300.000 euros para que los ahorradores sepan a qué asociaciones dirigirse.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que la idea de garantizar inversiones o rentabilidades ha sido una de las coletillas más usadas en las oficinas bancarias de este país en los últimos 20 años, aunque ahora se le esté poniendo coto con una mayor presión del Banco de España y la CNMV en eso de la formación y la información. Es la gran asignatura pendiente del sistema financiero español, amén de la falta de cultura financiera que no se corresponde supuestamente con el nivel de desarrollo.

Por cierto que en las sociedades y agencias de valores y en las gestoras hay mucho nerviosismo porque, cuando el escándalo llega a alguna zona, aunque sea remota, los ahorradores en demasiados casos no discriminan.

Pero volviendo al asunto inicial, y tal y como estos días señalaban muchos foristas, algo parecido ocurre con la valoración de las viviendas, de las cotizaciones, de las empresas que salen a bolsa, de las autopistas con concesiones a 80 años, de las obras de arte, de tantos asuntos aparentemente regulados y que el mercado sitúa allá donde alguien está dispuesto a pagar. Es soberanía y también un poquito de ese todo vale que empieza a ofrecer algunas puntiagudas aristas en el panorama español.

Marbella y otros tantos municipios y el escándalo de los sellos proyectan fuera de España una visión bien diferente de cómo algunos ven las cosas aquí.

Marbella y el escándalo de los sellos se han cruzado en el camino de los españoles que viven al pairo de una economía aparentemente boyante, con una burbuja inmobiliaria que lo sujeta casi todo, un déficit comercial impresionante y una situación político operística en la que la oposición se encadena a los bancos en la Asamblea de Madrid, o monta tánganas en el Parlamento.

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