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Strudell de espárragos con el Rey, Jaime Castellanos y la vertebración de España
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Jesús García

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Strudell de espárragos con el Rey, Jaime Castellanos y la vertebración de España

Policías en las alcantarillas, en los sótanos de la Bolsa -¡cuidado que pueden encontrar cadáveres de otras épocas!-, en la cornisa... Un ejército de guardaespaldas y

Policías en las alcantarillas, en los sótanos de la Bolsa -¡cuidado que pueden encontrar cadáveres de otras épocas!-, en la cornisa... Un ejército de guardaespaldas y dos días sin poder aparcar en la rotonda de la Plaza de la Lealtad, sin que Gallardón pueda recaudar de los dichosos parquímetros. Han venido a la Bolsa los Reyes. Otra Reina, María Cristina, inauguró el Palacio de la Bolsa en mayo de 1893. Ya ha llovido.

Vigésimo aniversario del diario Expansión. Enhorabuena. Aunque Recoletos puso los pies en polvorosa de la Bolsa, ahora celebra sus dos décadas en el Salón de Contratación con los periodistas que siguen a la Casa del Rey, apoyados en el corro de las eléctricas, donde tantos negocios se cerraron en la etapa de la transición.

Lo mejor del menú: el anís Machaquito, lo más español. Bueno, también hubo pacharán, que es más español que el anisado. Los espárragos estaban envueltos de Strudell. El rape alangostado, ni gato ni langosta, en salsa americana y arroz. De postre, un russo de toffee. El Brut Tattinger y un magnífico CVNE Imperial, de los que le gusta a su majestad que le regalen, que todo hay que decirlo, porque el Marqués de Riscal tenía un toque Sauvignon. CVNE subió en Bolsa un 1,28%. Es un apunte.

Al ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar, no le hemos visto dibujar en la carta del menú una caricatura de sus majestades o de Gallardón o de Pizarro o de FG, con los que compartía mesa mientras Jaime Castellanos mostraba su preocupación por la vertebración de España y el poco o ningún caso que los políticos le han hecho de unos meses a esta parte a la realidad empresarial en esto de la revisión del modelo autonómico. “Señor”, le dijo dirigiéndose al Rey, esperanzado en que la Corona le siga prestando atención a la unidad de España.

El discurso de Castellanos se alargó demasiado y el del Rey tocaba en excesiva cercanía a las 15 horas, cuando los noticiarios despegan, así que en una tarde de fútbol poco quedó reflejado en los medios.

Aun así, Don Juan Carlos tuvo tiempo para decir -para quien quiera entenderlo- que “todos somos responsables del futuro de esta gran nación que es España. De la misma forma que juntos hemos logrado construir la España de hoy, también unidos podremos seguir integrando todos los esfuerzos y voluntades que reclama el interés común y el futuro de los españoles”.

Pedro Jota miraba al techo de la sala de contratación, en el que aparecen algunos dibujos de los escudos de antiguas colonias españolas como Cuba y Filipinas, al lado de Canarias –ay, el ministro que quiere irse... o no- y de provincias como Cádiz y Barceloma. Hay que ver estos de Recoletos que no dan puntada sin hilo.

A la izquierda de Pedro Jota, nunca mejor dicho, Moraleda. Y a la derecha, nunca peor dicho, Pepiño Blanco. En una mesa que compartían entre otros Maurizio Carlotti y José María Bergareche.

En otra mesa cercana -cubiertos de plata y servilletas de hilo- Cebrián, cerca del corro de las papeleras. Y en las antípodas, donde antes compartían mesa los agentes que trabajaban para el Central, primero, y para el Central Hispano, después, sentados mano a mano, casi en comandita, Ángel Corcóstegui y César Albiñana.

Hemos visto a Pérez de Bricio con Rafael Miranda -esperando a la OPA de E.ON- y con Rodríguez Inciarte y con un sonriente Quintás de la CECA y muchos más, que el almuerzo estuvo animado y repleto de personalidades de la industria y las finanzas que ahora mismo no alcanzo a recordar.

Según Martí Sabal, faltó el ministro Montilla -el ministro Mediocre, según reza el editorial de Pedro Jota-, que estaba despidiéndose en el Senado recomendando el uso de telecontadores eléctricos.

Pero estuvieron en este almuerzo, por ejemplo, Maite Costa y vimos también a Pedro López Jiménez, jugando con su móvil, y a Honorato López Isla -igual que todos los eléctricos a la espera de un nuevo ministro que dedique un par de minutos a los problemas del sector- a Ysasi, el de Morgan, pensando en las OPVs y mirando de reojo, y Josep Oliu, que preside el Sabadell, de cháchara con otros tantos.

Y a Pizarro y FG recordando viejos tiempos en el Salón de los Pasos perdidos. Y eso que Pizarro sigue siendo asiduo al Palacio de la Bolsa, su segunda casa, aunque ya no se le ve tanto en el salón del viejo Restaurante El Coto en sus comidas animadas con un periodista y un eurodiputado. No hay que perder las buenas costumbres.

Y en todo esto un ejército de camareras, cofia horrible y puntillas de lino. Hay que ver qué bien estaban cuando iban vestidas de calle -terminado el evento- por ese callejón de la moda y la cocina en que se convirtió por unas horas el pasillo del magnífico Estanco de la Bolsa, con sus simpáticas estanqueras y todo, junto a la Sala de Prensa y frente al cuchitril de los Servicios.

Allí los del catering de La Cococha, de Rocío Gandarias -esta vez los del Ritz no se comieron una rosca- hicieron olvidar por momentos el olor a rancho que siempre se cuela a esas horas del condumio por las ventanas de la Sala de Periodistas procedente del adyacente Museo de Marina. El rape alangostado contra el crepitar del pescado congelado, las trufas y tejas frente al café aguachirri, el Machaquito en competencia con el DYC.

El Rey estuvo en la Bolsa y los policías bajaron de las cornisas cuando su Majestad se fue tras dar cuenta del Strudell de espárragos después de los discursos -también en la Bolsa- sobre ese asunto tan candente como es el de la vertebración de España.

Policías en las alcantarillas, en los sótanos de la Bolsa -¡cuidado que pueden encontrar cadáveres de otras épocas!-, en la cornisa... Un ejército de guardaespaldas y dos días sin poder aparcar en la rotonda de la Plaza de la Lealtad, sin que Gallardón pueda recaudar de los dichosos parquímetros. Han venido a la Bolsa los Reyes. Otra Reina, María Cristina, inauguró el Palacio de la Bolsa en mayo de 1893. Ya ha llovido.

Jaime Castellanos