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Hace falta un ejercicio de transparencia en las cajas de ahorro
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Jesús García

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Hace falta un ejercicio de transparencia en las cajas de ahorro

Las cajas de ahorro son un modelo de gestión en el mercado financiero español y por encima de la nefasta influencia política en algunas de sus

Las cajas de ahorro son un modelo de gestión en el mercado financiero español y por encima de la nefasta influencia política en algunas de sus decisiones han contribuido en los últimos años a fundamentar el tejido financiero abandonado por el sector bancario, ocupado primero en su aventura Latinoamericana y, después, en su necesidad de consolidar su negocio dentro y fuera de nuestras fronteras.

Las medianas y grandes empresas industriales están participadas por las cajas que han sido capaces de formar auténticos núcleos duros de españolidad frente a otros intereses extranjeros. El Banco de España, en la época de Caruana, nunca miró los posibles riesgos asumidos con demasiado resquemor, sino todo lo contrario, y es de nuevo con el Gobierno del PSOE cuando surge la presión.

El debate sobre los riesgos asumidos por las cajas en el ámbito industrial no se suscita cuando la economía marcha viento en popa porque los gobernadores no son tan responsables, sino cuando las cosas se tuercen. Ahora se empiezan a torcer. ¿Quién se atreve a pedirle responsabilidades a Caja Madrid, por ejemplo, tras las plusvalías obtenidas en Endesa? Sería un dislate.

Pero no todo han sido ganancias. La moda del capital riesgo ha llevado a muchos bancos, cajas, incluso constructoras, a actuar como si fueran auténticos fondos de cariz financiero y poco más. Las cajas de ahorro están detrás, en gran parte, del desarrollo urbanístico de las grandes ciudades y sobre todo en la costa han contribuido, por que era un negocio boyante, al crecimiento exponencial, salvaje de la promoción.

Es tiempo de que expliquen negro sobre blanco cuál es su exposición real en el ámbito inmobiliario, en las Seseñas de turno, o en los campos de golf y las promociones inconclusas a lo largo de la costa española. Cajas gallegas, vascas o catalanas han hecho su agosto inmobiliario en los últimos años en el litoral y ahora no pueden ni deben permanecer en silencio porque, aunque sólo sea eso, se deben a sus depositantes.

Esto independientemente de sus posiciones en empresas de todo tipo donde sus presidentes y consejeros -los de las cajas- obtienen rendimientos salariales, en demasiados casos, superiores o iguales a los recibidos en sus propios consejos. Las autoridades no sienten ni padecen este asunto por encima de los códigos de buena conducta convertidos, por lo general, en servilleta de usar y tirar.

Habla Moody´s en su último informe Spanish Banks and Real Estate de que 13 cajas de ahorro tienen problemas para superar las pruebas de esfuerzo y que cinco pueden ser descabalgadas en próximas revisiones de solvencia en caso de que la cosa se ponga fea.

Está bien que el Banco de España se reúna con unos y con otros para ver si existen problemas de liquidez, pero también es tiempo de que las cajas, a través de la CECA, si es que se atreven, muestren su poderío y hagan igual que los bancos de inversión un ejercicio de transparencia en las próximas presentaciones de balances. No hay subprimes, pero sí una situación cada vez más delicada en el sector inmobiliario que sufre, igual que el resto, las restricciones crediticias. Y si están limpias de polvo y paja, que lo digan. Mejor que mejor para todos. Por lo pronto sólo observamos silencio y una especie de aquí no pasa nada que no convence a nadie. Opinen ustedes.

Las cajas de ahorro son un modelo de gestión en el mercado financiero español y por encima de la nefasta influencia política en algunas de sus decisiones han contribuido en los últimos años a fundamentar el tejido financiero abandonado por el sector bancario, ocupado primero en su aventura Latinoamericana y, después, en su necesidad de consolidar su negocio dentro y fuera de nuestras fronteras.