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Cuando las campanas las carga el diablo en la salida al alimón de Criteria
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Jesús García

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Cuando las campanas las carga el diablo en la salida al alimón de Criteria

Los habituales del parqué de la Plaza de la Lealtad aún recuerdan aquel memorable día en el que empezó a cotizar el Banco Santander Central Hispano,

Los habituales del parqué de la Plaza de la Lealtad aún recuerdan aquel memorable día en el que empezó a cotizar el Banco Santander Central Hispano, ahora Santander a secas. Se instaló una tarima a la altura suficiente para el evento con una campana muy aparente, emulando algo parecido al estilo Wall Street. Del badajo de la campanita colgaban dos cordelitos, unos de color rojo y otro azul.

A ambos lados, dos relucientes presidentes, José María Amusátegui y Emilio Botín. Asido del cordel rojo Don Emilio y del azul, Don José María. Dieron las diez en punto y ambos empezaron a tirar cada uno de un cordelito. Y el badajo no sonaba, por supuesto. Hasta que uno de los dos cedió- no diré quién- y aquello dio paso a la cotización de la primera entidad española por capitalización. Una imagen valía más que mil palabras. El resultado ya lo conocen.

Pues bien, ayer se celebraba en Barcelona y en Madrid, al alimón, la salida a Bolsa de Criteria. Doble o nada. El puente aéreo Madrid- Barcelona copado por los de Criteria y los banqueros de inversión, abogados... En Madrid, Isidro Fainé, presidente de La Caixa, y Francisco Reynés, director general de Criteria. En Barcelona, un fornido Ricardo Fornesa, presidente de Criteria, y un atlético Juan María Nin, director general de la Caixa. Todo preparado para uno de los bautizos más importantes de sus vidas.

En Madrid, campanada digital, que para eso Antonio Zoido instituyó una pantalla de plasma para que los eventos no fallaran. El famoso badajo del BSCH fue usado en otras ocasiones y procedía de un estreno que dio una empresa cervecera mexicana que llenó el parqué de mariachis, fajitas, olor a bodega y botellas de plástico gigantes.

En Barcelona, campanada de Fornesa y de Nin, que de tanto tirar, la campana cayó al suelo. La anécdota no pasó de susto y estupor cuando se enteraron los de Madrid, que no querían ni llamar a Barna.

Ha sido un debut doble, de doble coste, de doble esfuerzo para no molestar a las autoridades, sobre todo a la vista de la susceptibilidad que gastan últimamente las comunidades autónomas, especialmente la Generalitat de Montilla.

Anécdotas aparte, no ha sido una salida a bolsa de campanillas, puesto que el valor subió a 5,44 euros y posteriormente se quedó en 5,25, tras un gran esfuerzo de Morgan, colocador, Sebroker y la propia caja, que aparecen como principales compradores de la jornada. Normal.

Una muy complicada salida que, según el presidente de una sociedad de valores, ha salido bien puesto que cumple el objetivo último: 3.500 millones de euros de ingresos. Acudir al mercado y conseguir recursos para llevar a cabo la expansión internacional de la caja. Contraste y transparencia. Un camino que pueden seguir otras entidades.

Otros expertos insisten en que han sido valientes al aplicar un descuento de casi un tercio del valor y que han conseguido una difícil colocación en un momento no menos complicado del mercado. Los más críticos aseguran que la cartera actual contiene elementos claros de incertidumbre por la agitada vida accionarial de algunas de las participadas, que no se sabe si seguirán pronto en la cartera.

La Caixa, con campana o sin ella, ya ha puesto en el mercado a su brazo inversor. Una apuesta hacia el crecimiento y la modernización de la entidad, que veremos qué resultados tiene. El que no se arriesga, nunca se equivoca. El mercado hará ahora uso de su soberanía y si todo va bien sonará la campana para los 360.000 accionistas que, por cierto, han iniciado la andadura un poco desilusionados.

Los habituales del parqué de la Plaza de la Lealtad aún recuerdan aquel memorable día en el que empezó a cotizar el Banco Santander Central Hispano, ahora Santander a secas. Se instaló una tarima a la altura suficiente para el evento con una campana muy aparente, emulando algo parecido al estilo Wall Street. Del badajo de la campanita colgaban dos cordelitos, unos de color rojo y otro azul.