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¿Influye el vocabulario en el progreso económico?
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Juan Gómez Bada

Rumbo Inversor

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¿Influye el vocabulario en el progreso económico?

La opinión de los demás influye en nuestras decisiones y muchas de ellas tienen importantes efectos económicos, por ejemplo, en España hablamos de paro en lugar de desempleo

Foto: Oficina de empleo (Efe)
Oficina de empleo (Efe)

Los aspectos culturales no son lo más relevante para determinar el grado de desarrollo económico de un país o región. La calidad de las instituciones y el sistema de incentivos, libertades y derechos son mucho más determinantes. El ejemplo más claro es la diferencia de nivel de vida entre ciudadanos de Corea del Sur y de Corea del Norte. Antes de la guerra del paralelo 38 (1950-1953) había una gran homogeneidad étnica, lingüística y cultural en la península coreana. El diferente sistema económico y político establecido desde entonces en ambos lados de la frontera es lo que ha hecho que el sur sea mucho más próspero que el norte.

No obstante, la opinión de los demás influye en nuestras decisiones y muchas de ellas tienen importantes efectos económicos. El ritmo de vida que nos marcamos, el número de hijos que tenemos o las decisiones de arriesgar frente a preservar al emprender o invertir los ahorros están en mayor o menor medida condicionadas por el parecer de las personas con las que nos relacionamos. En este sentido, incluso la terminología que utilizamos acaba afectando a decisiones con consecuencias económicas. Pongo dos ejemplos.

En España solemos hablar de “paro” en lugar de “desempleo”. Sin embargo, en el mundo anglosajón nadie califica a un desempleado como "stopped"

En España solemos hablar de “paro” en lugar de “desempleo”. Sin embargo, en el mundo anglosajón nadie califica a un desempleado como 'stopped' ni se refiere a la tasa de paro como 'stop rate'. Existen solamente los términos 'unemployed' y 'unemployment rate' respectivamente. En Italia y Portugal utilizan principalmente los términos 'disocupazione/disoccupati' y 'desemprego/desempregado'.

La sutil diferencia terminológica provoca una idea equívoca en la persona que sufre esa situación. Lo último que debe hacer alguien desempleado es estar sin hacer nada (parado) o haciendo los recados a sus conocidos que trabajan. Debe buscar activamente empleo y/o formarse en una jornada laboral que tendría que ser más larga que la de alguien con trabajo porque el tiempo que se puede aguantar sin ingresos es limitado. En otras palabras, el parado debería ser más activo que el ocupado. Esta última afirmación es semánticamente incoherente porque la utilización que hacemos de los términos parado y ocupado no es adecuada.

Quizás este motivo explique parcialmente por qué la tasa de desempleo española es estructuralmente superior a la media de otros países desarrollados (ver cuadro). También por puros efectos estadísticos. Es posible que más de uno al responder la encuesta del INE se considere a sí mismo como parado (no activo), pero no desempleado.

Fuente: Juan Gómez Bada

Vayamos con el segundo ejemplo. Esta vez dentro del mismo idioma. En Perú a la economía sumergida se la denomina normalmente economía informal. El término que utilizan es socialmente mucho más benévolo con el defraudador. Habitualmente lo informal se asocia con algo más guay, joven, desenfadado que lo formal. Por ello, es lógico que el tamaño de la actividad económica que no paga impuestos sea muy superior. Está mejor visto, más aceptado que aquí.

Termino destacando que la forma de pensar de la sociedad es algo que parece que no cambia, pero evoluciona mucho más rápido de lo que aparenta. Sea por la mejor educación, por las mayores probabilidades de ser pillado o por otros motivos, lo cierto es que socialmente cada vez somos menos clementes con los evasores de impuestos. Han dejado de ser ídolos que presumían abiertamente de sus hazañas a convertirse personas avergonzadas por sus actos. Parece que avanzamos en la buena dirección.

Los aspectos culturales no son lo más relevante para determinar el grado de desarrollo económico de un país o región. La calidad de las instituciones y el sistema de incentivos, libertades y derechos son mucho más determinantes. El ejemplo más claro es la diferencia de nivel de vida entre ciudadanos de Corea del Sur y de Corea del Norte. Antes de la guerra del paralelo 38 (1950-1953) había una gran homogeneidad étnica, lingüística y cultural en la península coreana. El diferente sistema económico y político establecido desde entonces en ambos lados de la frontera es lo que ha hecho que el sur sea mucho más próspero que el norte.

Paro Corea del Sur