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De la rentabilidad sin riesgo al riesgo sin rentabilidad
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Juan Gómez Bada

Rumbo Inversor

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De la rentabilidad sin riesgo al riesgo sin rentabilidad

La rentabilidad con riesgo cero nunca ha existido, pero hasta hace poco había opciones en el mercado para obtener una ganancia razonable con un nivel de riesgo muy bajo

Foto: Riesgo. Rentabilidad (iStock)
Riesgo. Rentabilidad (iStock)

En noviembre de 2006 (hace 10 años) el Tesoro emitió letras a un año pagando el 3,66%, la semana pasada lo hizo con un interés del -0,21%. En abril de 2011 Iberdrola emitió un bono a 6 años que ofrecía un 4,64% anual. El rendimiento actual de la deuda de esa compañía a ese plazo ronda el 0,65% anual.

La rentabilidad con riesgo cero nunca ha existido, pero hasta hace relativamente poco tiempo había muchas opciones en el mercado para obtener una ganancia razonable con un nivel de riesgo muy bajo. Actualmente hay muchos bonos cotizando con intereses próximos a cero o incluso negativos.

Aunque la renta fija no ofrezca rentabilidad su riesgo es superior al que incorporaba en el pasado. Desde estos niveles es más probable una subida de tipos y el endeudamiento de muchos emisores es ahora mayor. Eso quiere decir que tiene más riesgo de depreciación si los tipos suben (riesgo de tipos) y de impago (riesgo de crédito).

Prueba de ese riesgo son las pérdidas generadas en las últimas semanas en los fondos de renta fija. Las curvas de tipos de interés en Europa se han movido ligeramente, pero no es extraño encontrarse fondos de este tipo con minusvalías superiores al 2% en los últimos 2 meses.

Por otro lado, hay que considerar la inflación. Hasta ahora, la revalorización generalizada de los bonos (por las bajadas de tipos) se ha producido en un entorno de baja inflación, por lo que la plusvalía real era muy elevada. A partir de ahora, una caída de la valoración de la renta fija se produciría en un contexto de inflación creciente, por lo que la pérdida de poder adquisitivo del capital invertido puede ser dramática.

La inflación también afecta a la renta variable y como inversores debemos ser conscientes. Cuando el crecimiento nominal (crecimiento real + inflación) era elevado la revalorización promedio de las acciones era también alta. En consecuencia, casi todos los fondos de bolsa subían a medio y largo plazo. Los partícipes con revalorizaciones modestas no exigían más porque el resultado nominal era positivo, aunque en términos reales no lo fuese.

El que algo quiere, algo le cuesta

Actualmente, con menor crecimiento de los precios, los rendimientos nominales medios son más bajos y por ello crece el descontento de muchos inversores. Ahora se percibe mejor la diferencia de rentabilidad entre los fondos. Unos ganan y otros pierden en euros corrientes. Se ve mejor que no se debe invertir en todo. A medio plazo esto es sanísimo porque contribuirá a la mejora de la calidad del sector.

Si la inflación aumentase, volverían a subir las rentabilidades nominales medias de las acciones. En esta tesitura, el ahorrador protegería mejor el valor real de su patrimonio invirtiendo en renta variable que en renta fija. No obstante, la importancia de la selección de los valores no depende del nivel de precios. El rendimiento diferencial que hay que exigir a la renta variable debe calcularse sobre la inflación o sobre el tipo de interés del activo de bajo riesgo, pero los principios de inversión no cambian. El que algo quiere (rentabilidad real), algo le cuesta (esfuerzo en el análisis).

En noviembre de 2006 (hace 10 años) el Tesoro emitió letras a un año pagando el 3,66%, la semana pasada lo hizo con un interés del -0,21%. En abril de 2011 Iberdrola emitió un bono a 6 años que ofrecía un 4,64% anual. El rendimiento actual de la deuda de esa compañía a ese plazo ronda el 0,65% anual.

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