Rumbo Inversor
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Costes de compraventa, enemigos olvidados de tu rentabilidad
En la rentabilidad de las inversiones no se tienen en cuenta los costes en los que se incurre al comprar y al vender, que varían mucho según el tipo de activo en el que decidamos invertir
Cuando alguien nos comenta cuánto ha ganado con la venta de un inmueble o en una inversión financiera suele hablarnos de su rentabilidad bruta, sin considerar gastos. En los medios también aparecen las rentabilidades de las acciones, índices bursátiles y otros activos sin tener en cuenta los costes en los que se incurre al comprar y al vender. Son simplificaciones que siempre tienen el mismo sesgo, la rentabilidad real es inferior a la que nos cuentan.
Los costes de transacción varían mucho según el tipo de activo en el que decidamos invertir y su grado de liquidez. Pueden ser de cuatro tipos:
1. Comisión explícita. Suele aplicarse en activos que cotizan en mercados organizados y transparentes. Por ejemplo en la compraventa de acciones que cotizan en bolsa. El precio de cruce es uno determinado, el mismo para comprador y vendedor. Por ello, la cámara (Bolsas y Mercados) cobra un canon y los 'brokers' (sociedades y agencias de valores) una comisión. Ambas se cobran tanto al comprador como al vendedor. Pueden ser fijas o depender del volumen contratado.
En el bid-ask no te dan el mismo precio si quieres comprar o vender, la ganancia del intermediario está implícita en el precio
2. Horquilla de compra y venta (bid-ask). Suele aplicarse en activos que cotizan en mercados poco transparentes pero dónde tanto el comprador como el vendedor tienen una idea aproximada del valor de mercado del activo. Se utiliza en la compraventa de renta fija, divisas y productos estructurados sencillos. No te dan el mismo precio si quieres comprar o vender, la ganancia del intermediario está implícita en el precio. A menudo cobran además una pequeña comisión explícita para que parezca que eso es lo único que ganan.
3. Implícitos en la valoración. Se aplica en los activos más ilíquidos de más difícil valoración. Solamente hay precio para invertir (comprar) y en él están incluidos los honorarios de todos los intermediarios. Se utiliza en las inversiones en acciones de empresas no cotizadas, en la compraventa de participaciones en fondos de capital riesgo, productos estructurados complejos, etc. El inversor particular suele tener menos información del valor del real del activo que la entidad financiera comercializadora, por lo que es muy difícil que pueda hacerse una idea del tamaño del coste de transacción. En el caso de necesidad de venta anticipada la situación es mucho peor. El cliente obligado a vender suele acudir a la entidad a la que se lo ha comprado sin plantearse que puede vender los activos a un tercero. La entidad con el cliente cautivo habitualmente ofrece un precio muy bajo de recompra.
4. Impuestos. Cada vez que se vende una inversión te pones al día con Hacienda. Hay que abonarle entre el 19% y el 23% del beneficio obtenido, por lo queda menos dinero para la siguiente inversión. La excepción son los fondos de inversión. Se puede traspasar de un fondo a otro sin pagar el peaje fiscal. Se introdujo esta medida para fomentar la competencia y que los partícipes no quedasen rehenes de las entidades financieras por motivos fiscales. Cuando se reembolsan los fondos se pagan los mismos tipos impositivos sobre el beneficio obtenido desde el inicio de la inversión.
El volumen de la inversión afecta significativamente a los costes de transacción. Normalmente cuando los grandes fondos de inversión u otros inversores institucionales invierten o desinvierten en mercados secundarios afectan sensiblemente al precio en su contra. Ocurre también cuando inversores institucionales de tamaño medio entran o salen del capital de compañías de mediana y pequeña capitalización. Por ello, a menudo contratan servicios más caros de otros intermediarios (bancos de inversión) para realizar colocaciones aceleradas de títulos con descuento si quieren vender o tantear a los posibles vendedores en caso de querer comprar.
En conclusión, cuando se analizan opciones de inversión debemos tener en cuenta tanto el potencial de beneficio como los costes de compraventa. Además, siempre debemos pensar que es posible que necesitemos el dinero antes de lo previsto por lo que debemos valorar también los costes de desinversión en cada tipo de activo.
Cuando alguien nos comenta cuánto ha ganado con la venta de un inmueble o en una inversión financiera suele hablarnos de su rentabilidad bruta, sin considerar gastos. En los medios también aparecen las rentabilidades de las acciones, índices bursátiles y otros activos sin tener en cuenta los costes en los que se incurre al comprar y al vender. Son simplificaciones que siempre tienen el mismo sesgo, la rentabilidad real es inferior a la que nos cuentan.