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Juan Gómez Bada

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La inflación que viene

Soplan vientos de cambio en la tasa de crecimiento de los precios. ¿Es esto malo para la economía? ¿Y para las empresas? ¿Y para la bolsa? Vayamos por partes

Foto: Imagen del logo del BCE. (Efe)
Imagen del logo del BCE. (Efe)

Soplan vientos de cambio en la tasa de crecimiento de los precios. El incremento de la oferta monetaria sin precedentes de los principales bancos centrales durante la última década, una tasa de desempleo en mínimos de los últimos 50 años y una deriva proteccionista de la política internacional son motivos que por sí solos pueden hacer subir significativamente la inflación. En Estados Unidos concurren los tres a la vez. Es decir, blanco y en botella.

¿Es esto malo para la economía? ¿Y para las empresas? ¿Y para la bolsa? Vayamos por partes.

La inestabilidad de precios minora la confianza, elemento clave para el desarrollo de cualquier economía. Sin embargo, si la inflación es moderada, digamos que inferior al 5%, la confianza general en la economía apenas se ve afectada. Eso sí, a medio y largo plazo tiene otras consecuencias significativas en los ciudadanos y las empresas.

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Lo siguiente a mirar es la reacción de la Reserva Federal. Está subiendo los tipos para evitar que la inflación pueda descontrolarse a medio y largo plazo. Sin embargo, es plenamente consciente de que unas subidas de tipos demasiado abruptas provocarían otra crisis como la vivida en 2008. En otras palabras, tiene claro que el remedio podría ser peor que la enfermedad. Por ello, lo más probable es que se detenga en determinado nivel. Posiblemente entre el 2% y el 3%.

A partir de ahí, solo debería seguir subiendo los tipos si la inflación se disparase y siempre yendo por detrás. Es decir, con tipos de interés reales negativos. De esta manera la política monetaria seguiría siendo expansiva.

En Europa vamos por detrás en el ciclo económico y los motivos para que repunte la inflación todavía son menores. Sin embargo, es muy probable que con cierto retraso nos ocurra tres cuartas partes de lo mismo.

Las empresas, ganadoras

En un entorno de crecimiento con inflación moderada y tipos reales (descontada la inflación) bajos o negativos, las empresas son claras ganadoras. Una mayor inflación les permitiría pagar sus deudas con menor esfuerzo. Además, conseguirían flexibilizar los sueldos reales que pagan a sus empleados. Cuando hay una inflación significativa les es más fácil discriminar en las revisiones salariales a los empleados que quieren premiar de los que no. Por lo tanto, sin mayor coste real consiguen una mejor predisposición de los todos los empleados a realizar un mejor desempeño.

La subida del nivel de precios también ayudaría a los estados. Unos tipos de interés reales inferiores al crecimiento económico les permitiría reducir su ratio de endeudamiento (medido como deuda sobre PIB) sin necesidad reducir el gasto público ni aumentar impuestos.

Por otro lado, quienes pierden con la inflación son los que mantienen el dinero improductivo, los que viven de las rentas del capital (depósitos, bonos, préstamos y otros activos de renta fija) y los asalariados que por las circunstancias que fueren están en peor posición negociadora para revisar sus sueldos al alza.

Soplan vientos de cambio en la tasa de crecimiento de los precios. El incremento de la oferta monetaria sin precedentes de los principales bancos centrales durante la última década, una tasa de desempleo en mínimos de los últimos 50 años y una deriva proteccionista de la política internacional son motivos que por sí solos pueden hacer subir significativamente la inflación. En Estados Unidos concurren los tres a la vez. Es decir, blanco y en botella.

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