Rumbo Inversor
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Una inversión, cinco percepciones
Donde unos ven una imagen alta y delgada, otros pueden ver la misma imagen, pero baja y ancha. Habitualmente hay 4 tipos de percepciones diferentes a la nuestra
Cuando hemos dedicado muchas horas a analizar una empresa es habitual sentirse satisfecho por el trabajo realizado. Solemos pensar que ya sabemos cómo está generando o tiene previsto generar beneficios, habremos hecho nuestros números, tendremos la opinión de algunos clientes, proveedores y competidores de la compañía, contaremos con nuestro DAFO (lista de debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades) y tendremos en la cabeza una idea de lo que esperamos del negocio. Si el resultado es bueno, parece lógico invertir y esperar a que la empresa vaya por el camino previsto.
Sin embargo, antes de eso debemos comparar nuestro análisis con el de terceros. Utilizando una información similar, otros habrán llegado a conclusiones muy diferentes. Debemos ser conscientes que nuestra percepción no es la única. Es como si estuviéramos en una sala de espejos deformantes. Donde unos ven una imagen alta y delgada, otros pueden ver la misma imagen, pero baja y ancha. Habitualmente hay 4 tipos de percepciones diferentes a la nuestra:
1º) Optimista. Algún analista o inversor interpretará todo positivamente. Hay empresas con auténticos fanboys que justifican todo, aunque los datos sean objetivamente negativos.
2º) Pesimista. Todo negocio tiene sus agoreros. Ocurre a nivel startup y en empresas cotizadas. Sus argumentos son muy útiles para identificar los problemas a los que se enfrentará la sociedad y para los que tendrá que buscar soluciones.
3º) De la empresa. Desde la compañía siempre querrán mostrar su mejor imagen y nos trasladarán una visión similar a los de los optimistas. No obstante, preguntando por su futuro se suele obtener una idea más clara de por dónde quieren ir y sus motivos. Ahí suele haber diferencias significativas con los primeros.
4º) Del mercado. La percepción de la mayoría suele estar distorsionada de manera que los aspectos que más han aparecido en prensa en los últimos meses parecen más relevantes de lo que realmente son. Por ejemplo, el impacto en el negocio del Brexit, de la guerra comercial, de un conflicto interno, de un evento positivo o negativo determinado, etcétera.
En resumen, cuando analizamos una empresa debemos ser muy conscientes de que nuestra percepción puede estar deformada porque veamos las virtudes o los problemas del negocio más grandes o pequeños de lo que deberían ser. Por ello, los argumentos de quienes tienen opiniones diferentes a las nuestras suelen ser muy enriquecedores y nos ayudan a formar una imagen más real. Debemos fijarnos sobre todo en su análisis descriptivo, las conclusiones, eso sí, deben ser las nuestras.
Cuando hemos dedicado muchas horas a analizar una empresa es habitual sentirse satisfecho por el trabajo realizado. Solemos pensar que ya sabemos cómo está generando o tiene previsto generar beneficios, habremos hecho nuestros números, tendremos la opinión de algunos clientes, proveedores y competidores de la compañía, contaremos con nuestro DAFO (lista de debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades) y tendremos en la cabeza una idea de lo que esperamos del negocio. Si el resultado es bueno, parece lógico invertir y esperar a que la empresa vaya por el camino previsto.