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¿Dónde acaban las buenas ideas en las cotizadas?
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Juan Gómez Bada

Rumbo Inversor

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¿Dónde acaban las buenas ideas en las cotizadas?

Las posibilidades de esa idea de mejora para salir adelante dependen sobre todo de cómo les venga a la persona o personas que deciden

Foto: bombilla idea istockphoto
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Cuando alguien propone una idea en una empresa para mejorar el modelo de negocio, todos miran a su ombligo. ¿Qué supone para ellos ese posible cambio? ¿mejoran o empeoran? Si mejoran apoyarán el cambio, si empeoran tratarán de “matar” la idea por todos los medios.

Las posibilidades de esa idea de mejora para salir adelante dependen sobre todo de cómo les venga a la persona o personas que deciden. Si se tratase de un empresario que está arriesgando su dinero en el negocio, éste impondrá los cambios rápidamente aunque les venga mal a determinados directivos o empleados.

En el caso de tratarse de una gran empresa jerarquizada, con “reinos de Taifas” por áreas de negocios y donde los dueños del capital apenas tienen poder para cambiar nada, la idea tendrá muchas menos posibilidades. Esta es la situación de la mayoría de empresas cotizadas en bolsa.

Cuando la idea consiste en una reorganización de la empresa, siempre hay directivos que pierden poder (por menor facturación en su área o empleados a su cargo) que tratarán de oponerse a los cambios. Ahí comienza un juego de tronos interno. Debemos tener en cuenta que lo más probable es que todo quede como está porque a nadie le suele interesar enfrentarse con otros directivos que les puedan ayudar en el futuro.

Inversiones o renuncia a ingresos a corto plazo que normalmente disminuye el beneficio durante unos años para aumentarlo después

Muchas ideas suelen requerir inversiones o renuncia a ingresos a corto plazo que normalmente disminuye el beneficio durante unos años para aumentarlo después. Este es otro motivo por el que este tipo de proposiciones suele tener mucha mejor acogida entre empresarios dueños de sus negocios que entre equipos directivos con bonus dependientes de los resultados del año en curso y de los dos siguientes.

Esta circunstancia, que no se recoge en el balance ni en la cuenta de resultados de las compañías, es fundamental a hora de invertir a largo plazo. Todas las empresas deben evolucionar para sobrevivir. Deben adaptarse a las necesidades cambiantes de sus clientes, a las nuevas tecnologías, a la aparición de nuevos competidores, deben estar abiertos a colaboraciones con terceros que les permitan ofrecer mejores bienes y servicios, deben considerar cambios en su estrategia o modelo de negocio, etcétera. Por ello, antes de invertir es fundamental analizar el grado de alineación de intereses entre directivos y accionistas a largo plazo.

Lo último que quiere un inversor es que quien dirige la empresa en la que invierte no aproveche las oportunidades y evite las amenazas que se presenten por conflictos de interés internos. La incapacidad de muchas cotizadas para aprovechar las oportunidades de negocio es tal que cada vez es más común ver a terceros o a algunos directivos de la propia empresa comprar negocios poco rentables o en pérdidas a las cotizadas para hacer los cambios necesarios y quedarse ellos con los beneficios. Una pena para los dueños de esas compañías.

Cuando alguien propone una idea en una empresa para mejorar el modelo de negocio, todos miran a su ombligo. ¿Qué supone para ellos ese posible cambio? ¿mejoran o empeoran? Si mejoran apoyarán el cambio, si empeoran tratarán de “matar” la idea por todos los medios.

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