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Juan Gómez Bada

Rumbo Inversor

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Detrás del precio de mercado

En los mercados financieros se tiende a pensar que solamente hay un precio para cada tipo de activo, el que aparece en la pantalla o en el periódico al día siguiente

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¿Cuánto valen unos pantalones vaqueros? ¿Cuál es el precio de un kilo de tomates? ¿A cuánto está el kilo de lubina? ¿Cuánto cuesta un café? Usted sabe que no hay un único precio para cada uno de estos productos. Depende de dónde lo compres, a quién, cuánta cantidad, del momento de la compra, de la calidad del producto, etcétera.

Sin embargo, en los mercados financieros se tiende a pensar que solamente hay un precio para cada tipo de activo, el que aparece en la pantalla o en el periódico al día siguiente. Lo mires dónde lo mires siempre es el mismo. Es decir, parece que a ese precio, todo el que quiera puede comprar o vender la cantidad que desee. La realidad es muy diferente.

Foto: Vista del banco de Frankfurt (i) y el Banco Central Europeo (BCE) (Efe) Opinión

Un ejemplo claro es el mercado de bonos. Una operación habitual suele cruzarse de la siguiente manera: el vendedor le vende al intermediario A a un precio “X”, el intermediario A se lo vende al intermediario B al precio “Y” y por último, el intermediario B se lo vende al comprador al precio “Z”. Es decir, en el mismo momento, y con 4 personas al teléfono, se ha cruzado el mismo activo a tres precios diferentes. El vendedor vende a “X”, el comprador compra a “Z”, el intermediario A gana “Y-X” y el intermediario B gana “Z-Y”. No es nada raro, es solamente un mercado con intermediarios. Igual que otros muchos, como el de tomates o lubina.

Los mercados de acciones (bolsa) funcionan de otra manera. Son mucho más eficientes en la fijación de precios, pero tampoco permiten comprar o vender todo lo que consideres al precio de pantalla. En mercado continuo siempre hay una horquilla entre el precio al que se puede comprar y al que se puede vender. Cuanto más ilíquido sea el valor, mayor será la horquilla. Además, para grandes volúmenes hay que armase de paciencia comprando o vendiendo muy poco a poco o encontrar contrapartida para un bloque. El precio de los bloques se negocia entre las partes y puede diferir mucho del precio de pantalla.

Foto: (iStock) Opinión

Además, en ambos mercados hay muchos intermediarios (traders) intentando hacer “front running”. Es decir, tratan de adelantarse a los inversores finales que quieren comprar o vender para generar una plusvalía. Pueden hacerlo personas o máquinas (High Frecuency Trading). Hay un tipo de front running ilegal, que es cuando el intermediario tiene una orden de compra o venta grande de un cliente, y sabiendo que va a mover el precio, se adelanta. Y un front running legal, que consiste en adelantarse a los clientes con información pública o genérica de futuras operaciones. Compran o venden determinados activos que saben que muchos inversores tendrán que vender o comprar después (acciones que entran o salen de los índices, bonos a los que les cambian el rating, etc). El trading genera por definición dos precios, aunque sean en momentos diferentes.

Por otro lado, en los tramos mayoristas de los mercados primarios (emisión de bonos o acciones) la formación de precios no es transparente. Hay información desigual respecto a la evolución libro de órdenes (tamaño, dispersión, tipo de inversores y precios límites). En esta tesitura, el emisor y los bancos colocadores tienen la sartén por el mango para determinar el precio final de la emisión, sobre todo si pueden modificar el volumen a colocar en mercado. Además, en la práctica son muy pocos los inversores institucionales que limitan el precio, en parte por miedo a obtener una mala asignación en el reparto. Los bancos colocadores tienen la discreción de entregar el volumen que consideren a cada inversor.

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Termino destacando que la formación de precios de los mercados financieros es racional y lógica, pero dista mucho de ser perfecta o de fijar un único precio para cada activo. Al igual que en el resto de mercados, todo participante influye en los precios que se forman, quiera o no, y el mercado se adapta a los comportamientos de los mismos. Por ello, como inversores no debemos dar información de qué es lo próximo que vamos a comprar o vender para no influir en los precios en nuestra contra. Algo tan evidente lo tenemos claro los inversores activos, sin embargo los inversores pasivos piensan que es irrelevante. Ellos verán.

¿Cuánto valen unos pantalones vaqueros? ¿Cuál es el precio de un kilo de tomates? ¿A cuánto está el kilo de lubina? ¿Cuánto cuesta un café? Usted sabe que no hay un único precio para cada uno de estos productos. Depende de dónde lo compres, a quién, cuánta cantidad, del momento de la compra, de la calidad del producto, etcétera.

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