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No hay préstamos adecuados para ahorrar invirtiendo
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Juan Gómez Bada

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No hay préstamos adecuados para ahorrar invirtiendo

Adelantarse a la inversión, disciplina de ahorro, bajos tipos... son algunas de las ventajas pero también hay inconvenientes (oferta limitada, el 'timing', mayor riesgo...)

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La semana pasada expliqué las ventajas de las aportaciones periódicas para sistematizar el ahorro e invertir a largo plazo. Esta vez voy a detallar los pros y contras de hacer algo similar utilizando un crédito de una entidad financiera con el fin de hacer lo mismo que hacemos con los inmuebles: comprar primero e ir pagando después.

Pedir un crédito para incrementar nuestra inversión tiene cuatro importantes ventajas:

La primera es que adelantamos el momento de inversión lo que nos permite generar retornos desde antes. Estos, al capitalizarse con interés compuesto, nos permiten ir incrementado nuestro patrimonio mucho más rápido que si primero ahorramos y después invertimos. En otras palabras, si el retorno de la inversión es superior al coste del crédito, lo cual es lo habitual, obtenemos un mayor rendimiento que con las aportaciones periódicas.

La segunda ventaja es que exige una mayor disciplina en el ahorro. Las aportaciones periódicas las podemos cancelar fácilmente, sin embargo, no es tan sencillo dejar de devolver un préstamo o crédito. De esta manera reducimos las posibilidades de que a menudo nuestro plan de ahorro acabe convirtiéndose en un propósito que no cumplamos.

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La tercera es el bajo tipo de interés de los créditos pignorados con valores. Al ser las garantías que exigen los bancos muy elevadas y cambiantes según la valoración de los activos, ofrecen unos tipos muy bajos.

Por último, tenemos la ventaja de tener flexibilidad para cancelar el préstamo por si surge un imprevisto o cambiamos de planes. En cualquier momento y a coste muy bajo podemos vender una pequeña parte de la inversión para cancelar el crédito pendiente.

Analicemos ahora los inconvenientes de ahorrar e invertir con deuda:

El primero y más relevante es que la oferta de préstamos de las entidades financieras no está pensada para el ahorrador que invierte y va pagando después, sino que está diseñada para el inversor que quiere apalancar sus inversiones con el fin de obtener un mayor retorno a una inversión asumiendo más riesgo y devolver el crédito cuando venda el activo.

No hay préstamos a largo plazo garantizados por las inversiones con método de amortización francés, como en las hipotecas, para ir pagando la inversión. En su lugar, se utilizan créditos a corto plazo, normalmente a 1 año renovable, con garantías exigidas (sobrecolateralización) cercanas al 200% y niveles de valoración de los activos a partir de los cuales te piden garantías adicionales (margin calls).

Este tipo de financiación genera dos problemas adicionales a los ahorradores. Por un lado, hay que tener gran parte del capital ya ahorrado para dejarlo en garantía y, por otro, el banco puede exigirte garantías adicionales si se deprecian los activos, aunque sea de manera puntual.

Debemos tener en cuenta que el momento de entregar nuevas garantías o vender parcialmente para cumplir con los margin calls coincidirá siempre con momentos de fuertes caídas de los mercados. Es decir, será el peor momento para vender o para que podamos entregar garantías adicionales. De hecho, si me apuran, ese sería en realidad el momento de incrementar las inversión, no de reducirla.

El último inconveniente de la utilización de crédito como herramienta de planificación financiera es el incremento del riesgo: si el retorno del activo o activos en los que invertimos es superior al coste del crédito el resultado será positivo, pero si no lo es, incurriremos en pérdidas superiores a las que habíamos obtenido ahorrando con aportaciones periódicas.

En esta tesitura, ¿tiene sentido utilizar los créditos que ofrecen los bancos para ahorrar e invertir? En mi opinión, resultan convenientes si se utilizan por importes pequeños comparados con la inversión total, para invertir en un fondo o cesta de valores diversificada y con el plan de ahorro muy claro, para ir reduciendo el crédito de manera sistematizada.

Veámoslo con un ejemplo: Si tenemos 20.000 euros ahorrados y una capacidad de ahorro de 300 euros al mes, podríamos pedir un crédito de 10.000 euros para invertir un total de 30.000 euros en un fondo de inversión e ir devolviendo el crédito y sus intereses a ritmo 300 euros mensuales durante casi 3 años. Si el crédito es anual renovable, deberemos renovarlo 2 años, cada vez por menor importe.

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De esta manera, si el rendimiento de la inversión es superior al coste del crédito, obtendríamos un retorno mucho mejor que ahorrando con aportaciones periódicas. Por ejemplo, si el crédito tuviera un coste de un 2,5% y el fondo hubiera generado una rentabilidad anualizada del 7%, habríamos ganado a tres años un 7% anualizado por la parte creciente que ponemos nosotros y un 4,7% anualizado por la parte decreciente financiada con el crédito. Un 7% anualizado es un 22,5% a tres años y un 2,5% anualizado, un 7,7% a ese plazo, la diferencia es una rentabilidad neta del 14,8%, son cosas del interés compuesto. Al finalizar los tres años, podríamos volver a establecer otro plan trianual de ahorro pidiendo un nuevo crédito.

Pongámonos ahora en el peor escenario, si asumimos que el banco nos pedirá garantías adicionales si el valor de la inversión descendiera del 150% del valor del crédito, el fondo o la cesta de valores tendría que bajar más de un 50% y de una manera casi inmediata para que nos requirieran más garantías de la que supone nuestra inversión. Esto es algo muy poco probable en fondos que no sean muy agresivos o estén concentrados en un sector concreto. Además, a medida que vaya pasando el tiempo, iría aumentando muy rápidamente nuestro colchón (sobrecolateralización) porque el crédito vivo se iría reduciendo.

Termino destacando que este esquema de ahorro e inversión parte de una herramienta, crédito con margin calls, que no es la adecuada, pero puede valer si se utiliza bien. Debería haber préstamos a 5-10 años con la garantía de los valores o fondos comprados, que se amortizasen mensualmente con el método francés (cuota constante) y sin ningún tipo de margin call. A esos plazos, con ese tipo de amortización, sería difícil que un banco perdiera dinero con la garantía de un fondo o en una cesta diversificada de valores. Además, tal y como están las cosas en las ejecuciones hipotecarias de inmuebles, sería mucho más rápido, barato y sencillo para el banco recuperar el dinero en caso de impago del cliente en este tipo de préstamos. Es cierto que tenemos los préstamos al consumo, pero a los tipos de interés a los que se ofrecen (6%-12% TAE) no tienen sentido para la mayoría de las inversiones.

La semana pasada expliqué las ventajas de las aportaciones periódicas para sistematizar el ahorro e invertir a largo plazo. Esta vez voy a detallar los pros y contras de hacer algo similar utilizando un crédito de una entidad financiera con el fin de hacer lo mismo que hacemos con los inmuebles: comprar primero e ir pagando después.

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