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Juan Gómez Bada

Rumbo Inversor

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Empresas que se utilizan como armas

Las empresas salen por las sanciones y/o la presión social y/o política. Es como pedirles que se corten una mano para hacer daño a un enemigo político, y muchas se la están cortando

Foto: Foto: EFE
Foto: EFE

—«Mi empresa también para su actividad en Rusia; vacaciones pagadas para los empleados rusos»—.

Palabras textuales de un inversor la semana pasada. Su empresa es una de muchísimas multinacionales con sede Estados Unidos, Europa o Japón que han anunciado la paralización de su actividad en Rusia.

Como inversores no podemos tomar a la ligera estas decisiones empresariales. Son sorprendentes, inusuales hasta la fecha y debemos analizar un poco más a fondo qué está ocurriendo y sus consecuencias.

En primer lugar, debemos señalar que las empresas salen de Rusia o paralizan su actividad en contra de su voluntad real. Salen por las sanciones y/o la presión social y/o la presión política. Para las empresas es como pedirles que se corten una mano para hacer daño a un enemigo político, y muchas se la están cortando.

Foto: Tienda de Zara en Moscú. (EFE/Shipenkov)

Les ha costado mucho dinero y muchos años desarrollar el mercado ruso y generar beneficios allí. Están abandonando inversiones que exigirán un gran esfuerzo económico, dentro de un tiempo, para poder recuperar la cuota de mercado que hoy dejan huérfana.

En segundo lugar, muchas empresas, como en la que trabaja el inversor que indicaba, dejan de ingresar, pero siguen incurriendo en elevados gastos. Pierden los clientes, pero siguen pagando las nóminas de los empleados rusos. Esta decisión se sustenta en la expectativa de poder volver al mercado ruso en el medio plazo. Si la empresa pensara que la salida es definitiva, despediría a los empleados.

Esta situación es muy peligrosa para las empresas porque pueden estar subvencionando a sus trabajadores rusos para que monten su propia empresa, aprovechando que tienen el know-how y la relación con los clientes que se quedan sin poder servir. Otra opción es que empiecen a trabajar de manera encubierta para la competencia local mientras siguen cobrando la nómina de la multinacional extranjera.

Esto que normalmente no se considera ético, en situación de guerra puede cambiar. Los empleados de la multinacional pueden pensar que es lo que deben hacer para “ayudar a su país”, o puede ser que se lo exijan las autoridades rusas.

Foto: Vladímir Putin en una reunión con los miembros de su Gobierno. (EFE)

En tercer lugar, los clientes cambian ante este precedente. Muchos no querrán volver a comprar a las empresas que han agredido a su país, si pueden evitarlo fácilmente. Por otro lado, clientes de esas mismas multinacionales en terceros países pondrán sus barbas a remojar: no querrán comprarle a empresas americanas, europeas o japonesas que puedan ser utilizadas en el futuro para atacar a su país igual que están haciendo con Rusia.

En cuarto lugar, los políticos cada vez ven más diferentes las empresas nacionales de las de otros países, aunque estén hoy en su mismo bando, y lo tendrán cada vez más en cuenta en sus decisiones. Nadie quiere alimentar a un animal que te puede acabar mordiendo. Esto último es, en mi opinión, lo más grave de la situación actual. Es muy peligroso porque te empuja al proteccionismo, a la desconfianza y fomenta la aparición de conflictos futuros.

Termino con una recomendación: por favor, no metan a las empresas en la guerra. Si hay sanciones como aranceles o prohibiciones, que sean claras e iguales para todos. No debería depender de las empresas la decisión de cuánto daño deben hacerse a sí mismas para hacer daño a un Estado.

Las empresas deben poder explicar sus clientes, empleados, proveedores, colaboradores y autoridades de cualquier país que ellas hicieron lo máximo que se les permitió para seguir trabajando en ese mercado y apoyar a todas las partes involucradas. De ello depende nuestra economía y nuestra seguridad.

—«Mi empresa también para su actividad en Rusia; vacaciones pagadas para los empleados rusos»—.

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