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La guerrilla del megavatio
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César González

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La guerrilla del megavatio

Ha transcurrido muy poco tiempo desde que, a mediados de octubre pasado, repasábamos en otro speedstock el escenario en el que se movía una parte del

Ha transcurrido muy poco tiempo desde que, a mediados de octubre pasado, repasábamos en otro speedstock el escenario en el que se movía una parte del sector eléctrico. Sin embargo, como en el teatro, nos han cambiado una parte del escenario. Se ha iniciado un segundo acto.

Nos presentan la nueva cara de los viejos actores. El carbón se arrastra por el escenario. Los precios no permiten ni tan siquiera comprar el detergente que necesitan las caras de los tiznados figurantes. No es cuestión política. Ahí están los mercados internacionales señalando el valor de esta fuente de energía.

Corren por el escenario los animadores del CO2. Intentan asir unos globos grisáceos. Buscan algún que otro euro que haga valer su presencia en la función. Parece que a los derechos de emisión les ha llegado su propio ajuste. ¡Vaya ajuste! Que se lo pregunten a las cementeras y a tantas otras industrias que en la debilidad de la demanda compensaban su cuenta de resultados con la venta de aquellos globos.

Mientras las bolas pardas flotan en el escenario y van de acá para allá, según el viento les conduce, unos molinillos tratan de que nadie se haga con los globos. ¡Y soplan… y resoplan! Emplean todo el poder de su renovada turbina, sabedores de que el viento es lo que prima.

El suelo del escenario está cada vez más resbaladizo. Burbujea el shale. Este joven actor era casi ignorado meses atrás. Cada minuto bulle con más alegría, con más energía. Dificulta la actividad de los actores de siempre. Irrumpe con fuerza. Impide a los carboneros ponerse en pie ante la angustia del anfiteatro. Los cazadores de globos patinan ante las risotadas de los palcos.

La luminosidad del escenario fluctúa a ratos. Una torre descarga todo su resplandor sobre la escena. Una multitud de espejos mira embobada hacia la torre con la boca abierta exhalando su aliento hacia aquellos ojos embaucadores. Miradas de oro que hasta los vientos envidian. Cae el telón. Llega el tercer acto.

Bien podríamos titular la nueva trama como ‘la guerrilla del megavatio’. Los cambios regulatorios han dado paso a una poco soterrada confrontación de productores. Se mueven los despachos de influencias en pro de uno u otro actor. Contesta aquel con una pública andanada. Todos piden citas de urgencia al regulador, al Ministro, al Secretario y al Subsecretario. La Comisión Nacional de la Energía elabora un cuadro. Y otro… y otro…. Los industriales afectados acuden a sus diputados más cercanos buscando misericordia y mano firme. Se intercambian hojas de cálculo: a mí me han quitado esto y a ti sólo aquello. Me enfado y advierto: ¡pues no invertiré!

En esta guerra salen ganando los despachos de abogados. Informes y más informes sobre la legalidad de las nuevas disposiciones. Pleitos que se prolongarán en el tiempo. Ya llegarán las liquidaciones que obligarán a tragar saliva y dotaciones a unos, y partidas presupuestarias a otros. Y después… ¡Recurriremos las sentencias!

Las hojas de cálculo llegan hasta donde los abogados marcan los límites. Al final, abogados y financieros tendrán que sentarse porque la que se está liando prepara un desenlace de altura. Cuando el escenario político lo permita será necesario un acuerdo estatal que ponga fin a esta guerra que tuvo su propia descarga de neutrones el viernes 25 de enero, con una regulación con onda expansiva para gran parte de la industria española.

Sí. El 25 de enero se lanzó un contundente mensaje de autoridad. Otra cosa es que la bofetada le llegase, o no, al listillo. Quizá el listillo se agachó y el golpe impactó en aquel distraído que en ese momento miraba para otro lado. En todo caso hemos asistimos al primer ejercicio de autoridad. Ya está bien de dimes y diretes. Esto se pone serio.

Al mediodía de aquel viernes de finales de enero se buscaban explicaciones para el rumbo bajista que tomaba el mercado español. La apertura de la mano en los reguladores permitiendo los cortos era una explicación. Razones también para quienes argumentaban recogida de beneficios tras una significativa escalada desde los mínimos. Pero la espoleta estaba en el Consejo de Ministros. Si faltaban motivos para realizar beneficios tras las alzas anteriores, aquí tienes una excusa perfecta. Y si quieres ponerte corto, ¿qué más argumentos te puedo dar?

El mercado ha interpretado, claramente, que la regulación definitiva está por llegar. Los productores de energía han captado el mensaje de autoridad. Sin embargo, para todos, se han abierto nuevos frentes.

Los consumidores no están dispuestos a tragar carros y carretas. Si no es hoy, será mañana, pero su voz se va a oír, porque recibieron una invitación para esta fiesta y ya les quieren cobrar el aperitivo. No está la calle como para llevar más pancartas.

El fisco no logrará alcanzar sus objetivos. Ha taponado vías de agua, ha achicado lo que puede, pero no es suficiente. Falta mucho, mucho más. Habrá que atacar, con carácter temporal, el cash flow de todas las actividades de producción de energía en España, con acuerdo o sin él.

Y esto es lo que parece sentenciar el mercado. Habrá más regulación. Caerán los ingresos. Por las buenas, con acuerdo sectorial, o con multas, impedimentos e impuestos. Será por violar aquella reglamentación medioambiental, o por incumplir las autorizaciones administrativas que avalaron cualquier instalación. Pero llega el momento del ejercicio de autoridad en este guirigay que desconcierta a todos y no satisface a nadie.

Con la nueva regulación de la cogeneración se ha extendido el conflicto por toda la industria intensiva en uso de energía. Y para postre, resolución acerca del carbón, crédito presupuestario para cubrir los mal llamados déficits de tarifa, compensaciones a la distribución…

Las cotizaciones sufren, pero sólo en espera de que la reglamentación logre alcanzar su definición final. Con coste, quizá. Pero siempre inferior al implícito en la inestabilidad.

Ha transcurrido muy poco tiempo desde que, a mediados de octubre pasado, repasábamos en otro speedstock el escenario en el que se movía una parte del sector eléctrico. Sin embargo, como en el teatro, nos han cambiado una parte del escenario. Se ha iniciado un segundo acto.