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Te renta
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En tiempos revueltos, no es oro todo lo que reluce (ni siquiera el oro)
Las tensiones geopolíticas han favorecido que los inversores busquen refugio en el oro. Sin embargo, no siempre son conscientes del riesgo que implica la inversión en este activo, cuya volatilidad es elevada
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Una de las quimeras que persiguen con más afán los ahorradores es la búsqueda del activo refugio perfecto. Ese que, suceda lo que suceda en el mundo, nos permita preservar nuestro capital. Especialmente ahora que vivimos tiempos turbulentos, con un orden global cada vez más frágil y un conflicto bélico entre Israel e Irán que ha disparado las alarmas.
Y si hay un activo refugio por antonomasia, uno que inspira seguridad y confort a los inversores, ese es sin duda alguna el oro. Prueba de ello es que, a la luz de las numerosas incertidumbres en el plano internacional, el metal precioso cotiza de nuevo en máximos históricos. Ha alcanzado los 3.400 dólares por onza, lo que implica que en lo que va de año escala ya un 30%.
¿Y qué tiene de especial el oro? Por un lado, se trata de un activo que tiende a comportarse mejor en tiempos de crisis. Claro que ahí hay un poco de profecía autocumplida: los inversores compran oro porque tienen miedo y, por tanto, el precio del oro sube. Por otro lado, y esto es importante en el contexto actual, el oro también ha demostrado ser capaz de mantener su valor durante períodos de inflación. Lo cual es una virtud importante con una guerra en ciernes en Oriente Medio que amenaza el suministro de petróleo.
Ahora bien, que nadie se llame a engaño. Invertir en oro no es sinónimo de no perder dinero. Como ocurre con todos los activos de inversión, la apuesta te puede salir bien o mal. Todo depende del precio al que compres y del precio al que salgas. Y mucho me temo que, en ese sentido, el oro presenta un nivel de volatilidad (es decir, de altibajos en el precio) bastante elevado.
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La volatilidad histórica del oro ronda el 17%. Muy cercana, por tanto, a la de la bolsa, que se sitúa en torno al 20%. Y se supone que la bolsa es el activo de riesgo por excelencia. Además, hay circunstancias en las que la volatilidad del oro puede ser incluso superior. Por ejemplo, en tiempos de incertidumbre económica o cuando se producen fuertes cambios en los tipos de interés.
En definitiva, si inviertes en oro cabe la posibilidad de que protejas tu capital o incluso que consigas un pellizco de rentabilidad importante. Pero también puede que sufras pérdidas. Por ejemplo, en el año 2013 el precio de la onza cayó más del 30%. En aquel momento, se comenzaba a vislumbrar un escenario de recuperación económica a nivel global, de modo que los inversores decidieron abandonar el activo refugio en búsqueda de inversiones más arriesgadas. El problema es que lo decidieron todos a la vez.
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Es lo que tiene el mercado, que no avisa. No es posible saber cuándo es el mejor momento para deshacer tus posiciones en oro, del mismo modo que tampoco se puede saber cuándo es el mejor momento para comprar o vender bolsa. Acertar con el market timing es muy complicado con cualquier tipo de activo y te puede salir el tiro por la culata.
Invertir a largo plazo tampoco es la panacea. El comportamiento relativo del oro es muy voluble según el periodo que tomes como referencia. Por ejemplo, si en 1980 hubieras invertido 1.000 dólares en oro, hoy tendrías 3.000, lo que supone un 200% más. Una rentabilidad que a priori suena muy bien, si no fuera porque la deuda pública americana te habría rentado un 400% en el mismo periodo.
Entonces, ¿qué puedes hacer en periodos de alta volatilidad? ¿Ha dejado de ser el oro un activo refugio? En realidad, la mejor receta en tiempos revueltos es tener una cartera lo más diversificada posible. Y, en ese sentido, el oro sigue siendo una opción muy interesante, pero sólo si se tiene en cuenta como elemento "descorrelacionador" de la cartera. Con esa palabra tan fea me refiero a que el oro evoluciona siguiendo patrones distintos a los de la bolsa y la renta fija. Por tanto, equilibra el riesgo. Cuando uno lo hace peor, el otro lo puede hacer mejor (y viceversa).
En resumen, es cierto que en tiempos de inflación e incertidumbre económica, las perspectivas para el oro suelen ser más halagüeñas. Eso sí: ten presente que no deja de ser un activo de riesgo y, por tanto, volátil. Puedes perder dinero. Por tanto, su peso dentro de una cartera debe ser siempre moderado. Y es que ya lo dicen las revistas de belleza. El oro tiene un atractivo atemporal. Así que si te gusta, póntelo. Pero llévalo con moderación.
Una de las quimeras que persiguen con más afán los ahorradores es la búsqueda del activo refugio perfecto. Ese que, suceda lo que suceda en el mundo, nos permita preservar nuestro capital. Especialmente ahora que vivimos tiempos turbulentos, con un orden global cada vez más frágil y un conflicto bélico entre Israel e Irán que ha disparado las alarmas.