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¡Qué vienen los chinos!
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Víctor Alvargonzález

Telón de Fondo

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¡Qué vienen los chinos!

Es curioso, pero las noticias con implicaciones importantes a largo plazo suelen pasar inadvertidas. Recuerdo que cuando se cambió la legislación para que los cambios entre

Es curioso, pero las noticias con implicaciones importantes a largo plazo suelen pasar inadvertidas. Recuerdo que cuando se cambió la legislación para que los cambios entre fondos de inversión no tributaran, el 90% de los profesionales del mercado decían que la nueva ley no cambiaría nada. Diez años más tarde, raro es quien no aprovecha esa opción cuando ve que su fondo no está a la altura de lo esperado o ha llegado el momento de invertir en otro activo, país o sector.

 

Tampoco corrieron ríos de tinta cuando oposición y gobierno se pusieron de acuerdo en diez minutos para crear el FROB, uno de los mayores ataques a la inteligencia y, sobre todo, al bolsillo de los españoles. Lo que tardaron en tomarse un café los responsables de economía de los dos principales partidos. En diez minutos -según sus propias declaraciones– decidieron (sin sonrojarse) que, en lugar de proceder a una limpieza a fondo del sistema financiero, especialmente de las cajas de ahorros y sus desmanes político-ladrilleros, lo que iban a hacer eran fusiones, algo mucho más discreto que liquidar de una vez por todas las entidades “zombis” y sus enormes pasivos y futuras contingencias inmobiliarias.

Una liquidación, quiebra o venta habría supuesto un proceso automático de auditoría y depuración de responsabilidades que a ninguno de los partidos interesaba, incluidos los más izquierdistas del arco parlamentario. Por ser nacionalistas o de izquierdas no se les iba a negar el derecho a sus poltronas en los consejos de las cajas ¡menuda discriminación! Curiosamente, a la mayoría de los medios de comunicación no les llamó mucho la atención el asunto. Ahora sí, pero es que “la cosa” empieza a oler y es imposible mirar hacia otro lado. Y tampoco veo yo que se rasguen las vestiduras.

El caso es que últimamente se han publicado noticias sobre la disposición del gobierno chino a comprar deuda de países europeos con problemas presupuestarios. Mucha gente pensará que comprando deuda griega, irlandesa o española se está cumpliendo el tópico (se les está engañando como a chinos). Y a primera vista es lo que parece. En mi modesta opinión -y en la de la mayoría de los gestores internacionales- existe una probabilidad del 90% de que Grecia tenga que reestructurar su deuda (renegociar plazos de amortización y tipos de interés) e Irlanda no anda muy lejos.

Con España todavía se manejan probabilidades más modestas, pero solo es cuestión de tiempo que los inversores se den cuenta de lo que va a suponer para las arcas del estado el famoso FROB y otras hazañas del sector de las cajas de ahorros -y algunos bancos- para que la deuda publica española entre en el sector de bonos con alta probabilidad de reestructuración (que no de quiebra, que es algo diferente). Como los chinos están muy lejos parece que no se han enterado y que van a ser los que, junto con el contribuyente español, acaben pagando los desmanes de nuestros políticos metidos a banqueros.

Pero los chinos sí que se enteran. Vaya si se enteran. Están tomando un riesgo, sí, pero relativo, porque ahí está la Unión Europea, dispuesta a avalar lo que haga falta con sus fondos de estabilización y su defensa numantina del euro. A cambio del riesgo que asumen, dentro de unos años la influencia de China en cualquier decisión política o económica europea será incluso mayor a la que han conseguido tener en EEUU por haberse convertido en sus principales acreedores. ¿Se imaginan a Reagan o a Clinton haciéndoles carantoñas a los chinos, como se ve obligado a hacer Obama? ¿Y a mirar hacia otro lado cuando pisotean los derechos humanos? Y no es porque Reagan fuera un tipo duro. Si gobernara ahora tendría que pasar igualmente por el aro, pero es que en su época no les debía tanta “pasta” y eso ayuda a mantener la cabeza alta.

La sumisión europea hacia China será mucho mayor, porque Europa no tiene la influencia militar y geopolítica de los EEUU ni la capacidad de liderazgo y toma  de decisiones que tienen los norteamericanos. La Unión Europea está gobernada por cuatro o cinco personas a la vez (los presidentes de Alemania y Francia, los  “presis” de la comisión europea -el permanente y el de turno- y algún otro que “pasaba por ahí”) y, encima, cada país hace más o menos lo que quiere. ¿Porqué sino tenemos nosotros el doble de déficit que Alemania o Francia?

Así que prepárense: si antes España se caracterizaba por tener un banco y/o un bar en cada esquina, dentro de unos años lo que habrá será un “chino”, y me refiero a una tienda, no a un ciudadano de Pekín o Shangai, que, por cierto, también serán muchos más y dejarán de vérseles solo en los casinos. Las implicaciones económicas de este cambio serán enormes. Baste con imaginar el poderío de un país –China– que no solo trabaja más y más barato que nadie sino que además le deben dinero todos sus competidores. A ver quien es el guapo que les pone limites a la exportación o que se queja de que no sean una democracia. Te cortan el grifo del crédito y listo.

Quede claro que no estoy haciendo un juicio ético ni atacando a China o sus ciudadanos. Todo lo contrario. Asistimos simplemente a un proceso de selección natural, habitual en todas las razas, animales o humanos, da igual, en el que no hay ni malos ni buenos. En este caso simplemente hay países que suben gracias a su trabajo e inteligencia y otros que bajan por la  ineptitud de sus gobernantes y/o el exceso de relajación de sus ciudadanos, exactamente igual que ocurre con esas familias “de toda la vida” que se arruinan mientras nuevos ricos con mal gusto crean riqueza para toda la sociedad (y ayudan a que los “viejos pobres” a que no decaigan tan rápido o que al menos puedan sacar algo de la venta de sus títulos).

Todavía recuerdo aquella película de “¡Que vienen los rusos!”. Es que fue de las primeras que vi cuando me dejaron pasar de los dibujos animados a películas “de verdad”. Mis hijos verán una nueva versión, más sutil, más financiera, menos militar, más oriental: se llamará “¡Que vienen los Chinos”!

Es curioso, pero las noticias con implicaciones importantes a largo plazo suelen pasar inadvertidas. Recuerdo que cuando se cambió la legislación para que los cambios entre fondos de inversión no tributaran, el 90% de los profesionales del mercado decían que la nueva ley no cambiaría nada. Diez años más tarde, raro es quien no aprovecha esa opción cuando ve que su fondo no está a la altura de lo esperado o ha llegado el momento de invertir en otro activo, país o sector.

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