Es noticia
Los ricos no hacen Ramadán
  1. Mercados
  2. Telón de Fondo
Víctor Alvargonzález

Telón de Fondo

Por

Los ricos no hacen Ramadán

Hace unos años fui de vacaciones a Túnez. Una noche salí a cenar a un restaurante y me llamó la atención que, siendo fin de semana,

Hace unos años fui de vacaciones a Túnez. Una noche salí a cenar a un restaurante y me llamó la atención que, siendo fin de semana, hubiera poca gente. Como había conectado bien con el camarero, en un momento dado le pregunté por qué había tan poco público en un fin de semana. El me contestó inmediatamente: "es que estamos en Ramadán".

¡Estúpido de mí! ¡El Ramadán no es precisamente el momento en que se llenan los restaurantes en un país musulmán! Pero aún así, aunque hubiera poca gente, había mesas ocupadas, y por gente del país que, por cierto, se estaban poniendo morados, tanto de comida como de bebida. Así que fui un poco más allá y transmití mi curiosidad al camarero, a lo que me respondió lapidariamente: "esos son ricos, y los ricos no hacen Ramadán".

Acabáramos. Se nos vende el tema islamista como algo absolutamente religioso y al final es exactamente lo mismo que ha ocurrido en todas las revoluciones, desde el levantamiento de los esclavos de Espartaco hasta la revolución bolchevique, pasando por la revolución francesa: el hambre, la frustración, la injusticia y el despotismo generan el caldo de cultivo de las revoluciones. No se me tiren al cuello todavía: no estoy diciendo que la religión no tenga un peso importante en esto (ni por supuesto que no haya ricos que respeten el Ramadán). Claro que lo tiene. Las situaciones desesperadas llevan a la gente a agarrarse a algo que les de fuerza para seguir adelante y enfrentarse a cualquier cosa, tanto que no se tema ni a la misma muerte. Hay que agarrarse a algo superior. ¿A qué creen Uds. que se aferraba el chino que se puso solo, con un par de bolsas de la compra en las manos -y un par de otras cosas- frente a una columna de tanques en la plaza de Tiananmen? A la Libertad con mayúsculas. Son sentimientos superiores, a veces irracionales, que permiten hacer locuras y que triunfen las revoluciones. ¿A qué se aferran los hambrientos y desarrapados del mundo árabe? A la religión. Pero la base del descontento tiene mucho que ver con la situación económica y social. Los ricos del restaurante de Túnez no necesitaban la religión, ya disfrutaban del cielo en la tierra. Tampoco necesitan una revolución. Los pobres sí, y odian todo lo que representan los ricos, incluida su falta de religiosidad, que a su vez es la única esperanza que les queda a los pobres de tocar el cielo, aunque tengan que esperar a estar en otro mundo. O a rebelarse.

Antes de sopesar las consecuencias económicas y financieras de este análisis, les ruego me permitan contarles otra anécdota muy significativa. Un día le pregunté a un amigo mío árabe sobre la juventud en estos países. Me resultaba contradictorio observar cómo por un lado parecían buscar la libertad pero por otro iban con "chador". El me lo definió con una frase muy simple: "la juventud árabe quiere vivir". Y luego me explicó que allí también ven la tele y entran en Internet, y sobre todo esto último no es fácil de censurar. Y, claro -esto ya es cosecha propia-, miran a su alrededor y ¿qué sienten?: una enorme frustración.

Jóvenes frustrados, adultos hambrientos, despotismo y unos fanáticos muy listos que se dedican a dar apoyo, comprensión y esperanza a los más pobres. Menudo caldo de cultivo. La estrategia de los islamistas es clara. La siguen en Líbano y la siguen en Egipto. Actúan como misioneros, están con el pueblo y sufren con él, y no especialmente por bondad intrínseca -que supongo que también la habrá-, sino porque están generando una revolución.

Es posible que en Egipto se tranquilice temporalmente la situación porque, como decía un personaje de Visconti en la película El Gatopardo, "cambien un poco las cosas para que todo siga igual". Pero a la larga hay que prepararse: si siguen igual, el siguiente gobierno acabará siendo más de lo mismo y al final habrá revolución. Es un "jaque mate" para Occidente: la democracia no funciona en los países árabes y si no hay una verdadera democracia -con la mejora social que implica- triunfará la revolución islámica. En Egipto y en cualquier país árabe con fuertes desigualdades sociales.

Para quien cuida de sus ahorros o para los que nos dedicamos a cuidar los de los demás, la conclusión es clara. En los casos en los que las revueltas estén en la fase de "cambiar algo para que no cambie nada" -paso previo a la revolución final- se pueden considerar episodios que afectan al mercado pero que el mercado acaba superando. Creo que es lo que ocurre en Egipto, igual que creo que Mubarak se aferra al poder como forma de negociar su salida, pero que se irá cuando le den las garantías y/o el dinero que pida. Eso sí, cuando en un país como Egipto asistamos a la revolución final, que inevitablemente llevará al país a ser un nuevo Irán, ya pueden Uds. pasar todo su patrimonio a fondos que invierten en oro, en francos suizos, en bonos americanos y alemanes. Y en fondos que gestionan la volatilidad, y también a fondos que apuestan por la caída de las bolsas y a productos relacionados con el precio del petróleo. Puede que haya que esperar varios años para ese cambio de estrategia, o solo unos meses, pero lo que ha ocurrido en Egipto y Túnez nos recuerda que tenemos que tener preparado el plan B. La cuestión no es "si" habrá que aplicarlo. La cuestión es "cuándo".

Hace unos años fui de vacaciones a Túnez. Una noche salí a cenar a un restaurante y me llamó la atención que, siendo fin de semana, hubiera poca gente. Como había conectado bien con el camarero, en un momento dado le pregunté por qué había tan poco público en un fin de semana. El me contestó inmediatamente: "es que estamos en Ramadán".

Crisis