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La “japonetización” de la economía occidental
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Víctor Alvargonzález

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La “japonetización” de la economía occidental

“Japonetización”: proceso por el cual la economía entra en un largo período de estancamiento acompañado de deflación persistente. Este “palabro” se me ocurrió hace tiempo para

“Japonetización”: proceso por el cual la economía entra en un largo período de estancamiento acompañado de deflación persistente.

Este “palabro” se me ocurrió hace tiempo para describir en un artículo lo que pensaba que era un riesgo bastante remoto para la economía global. Ya sé que como término no es muy imaginativo, pero no pensé que fuera a tener que utilizarlo a menudo, así que tampoco le di muchas vueltas. Además, describe perfectamente algo que no es ni una depresión en el sentido estricto de la palabra ni desde luego una recesión. 

Una depresión implica contracción económica persistente en el tiempo y una recesión es eso: un “receso” en el crecimiento, aunque pueda suponer una contracción importante, como ocurrió en 2008. De alguna manera la diferencia entre recesión y depresión sería comparable a la que hacen los médicos entre lo agudo y lo crónico: si lo he entendido bien -y pido perdón en caso contrario a los médicos que me estén leyendo- lo agudo es doloroso, pero temporal, mientras que una patología crónica se mantiene en el tiempo.

La “japonetización” de la economía es más parecida a la depresión que a la recesión, pero es un mal todavía más crónico que esta última. Puede durar décadas, como ha ocurrido en Japón, que es donde se origina y aún perdura. Y hay muchas más diferencias con la depresión (por eso me he permitido la desfachatez de plantearlo como un estado económico nuevo… ¡sin ser catedrático de Economía!). La “japonetización” es más una suma cero que una contracción de la economía. Me explico: en una recesión el crecimiento económico es negativo por definición.

 Lo mismo ocurre en una depresión. En cambio, en periodos de japonetización se alternan épocas de contracción con periodos de leve crecimiento. Incluso los de contracción no suelen ser muy agudos. Básicamente un periodo de “japonetización” es un periodo de estancamiento, no de fuerte contracción, pero dura décadas.

Otra diferencia importante -la que me gustaría que leyeran en el BCE, cosa que obviamente no harán- es que la “japonetización” es deflacionista por naturaleza, mientras que una recesión puede ir acompañada de inflación, dando lugar a la llamada “stagflación”.

Bueno, ya sabemos en qué consiste la “japonetización” y si necesitamos más información sólo tenemos que analizar la economía japonesa de las últimas dos décadas. Ahora bien, ¿cómo se genera este círculo vicioso? Esto es importante, porque como habrán adivinado la aplicación práctica de este artículo no es solo definir un concepto, sino saber si es hacia ahí hacia donde vamos, si podemos evitarlo y en qué activos invertir para ganar dinero en una situación así.

La “japonetización” es como una enfermedad mal curada. El origen es el de siempre y adecuadamente tratado puede quedar en una simple recesión. El origen es el abuso del crédito. El uso del crédito es inherente al sistema capitalista y es algo saludable. El abuso es una perversión del sistema y siempre acaba mal, sea porque se utiliza para inflar el precio de los tulipanes -como ocurrió en Holanda-, el de las acciones de las empresas de Internet o el valor de los inmuebles.

El mejor caldo de cultivo para el abuso del crédito suele darse en los excesos del mercado inmobiliario. Así se originó el proceso en Japón -en los años setenta/ochenta decían que el palacio del emperador, inmensa propiedad en el centro de Tokio, valía más que toda California- y también ha ocurrido con las “subprime” y los “créditos por alegrías” españoles, también llamados créditos “Cayenne” porque con el exceso de tasación que hacía el banco te daba para comprarte un Porsche Cayenne. 

El siguiente paso es una mala gestión del problema por parte de los dirigentes políticos y suele agravarse por dos motivos: una política monetaria restrictiva y una economía llena de rigideces. Por eso digo que se cae en “japonetización” como se cronifica una enfermedad por no curarla bien a tiempo.

¿Vamos hacia la “japonetización” en las economías occidentales avanzadas? Ir, vamos, sin la menor duda. Otra cosa es que estemos a tiempo de evitarlo. Europa tiene todos los ingredientes para “japonetización”: economías rígidas, una clase política espantosa, un BCE que vive obsesionado con una inflación que solo existe en su imaginación y, por si esto fuera poco, la falta de credibilidad presupuestaria obliga a Europa a apretarse el cinturón justo cuando más necesita estímulo económico.

EEUU tiene casi todos los ingredientes para evitarla, pero el “casi” en este caso es muy importante. De hecho, hasta hace unos meses he de reconocer que yo descartaba la “japonetización” de la economía norteamericana y lo trataba sólo como una amenaza lejana, precisamente porque la economía USA es dinámica y porque la reserva federal ha hecho justo lo contrario que el banco central de Japón o el BCE, es decir, ha hecho bien su trabajo. 

Pero ha fallado algo vital: el liderazgo político. Obama ha resultado ser mejor orador que estadista y encima se ha encontrado enfrente con los talibanes del “tea party”. Y ahí es donde la hemos “pringado”, por decirlo suavemente. EEUU, con el apoyo de los emergentes, era la gran esperanza blanca para evitar la “japonetización”, o que fuera leve, pero sin un líder que levante al pueblo de su depresión, que  genere confianza, que anime a consumir, invertir y crear empresas, no hay recuperación que valga después de una crisis de la magnitud de la de 2007-2008.

¿Y los emergentes? Son casi la única esperanza que le queda a occidente de evitar la “japonetización”. Pero cada vez pueden hacer menos. Han tenido que pisar el freno del crecimiento porque se les disparaba la inflación y su principal cliente -Occidente- está fatal de dinero.

¿Y los mercados? ¿Descuentan la “japonetización”? Desgraciadamente sí. Contengan la respiración y vean el gráfico que viene a continuación. Une la evolución de los tipos de interés a diez años del bono japonés (línea azul) y del bono americano (línea roja) desde 1994. Convergen, sí, pero es el americano el que converge hacia el japonés. Según los mercados es Norteamérica la que se “japonetiza”, no Japón el que se “americaniza”.

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¿Y nosotros, desde PROFIM, esperamos la “japonetización” de occidente? Pues todavía mantenemos cierta esperanza de que no ocurra o que no cumpla con su condición de ser larga y persistente, y la tenemos porque, como Warren Buffett, confiamos en los EE.UU. y porque confiamos en los países emergentes. Pero no vamos a esperar sentados la respuesta. 

Hace tiempo que nos tomamos muy en serio la amenaza, especialmente en el cambio de estrategia que iniciamos antes del verano y completamos a la vuelta de vacaciones, cuando nos dimos cuenta de hasta dónde podía llegar el nivel de incompetencia de los políticos europeos. Ya habrá tiempo de tomar riesgos, pero a mi los políticos europeos y el BCE me ponen la carne de gallina. 

Y si además en el camino hacia la “japonetización” -y una vez dentro- hay activos con los que ganar dinero, algunos de los cuales tampoco se verían perjudicados en caso de que no se produjera ¿para qué sufrir? Pero de eso hablaremos la próxima semana, que hoy ya me he extendido demasiado. Analizaremos cuáles son esos activos y cuál es la mejor forma de invertir en ellos, no vaya a ser -Dios no lo quiera- que en lugar de ser solo un “palabro” lo de la “japonetización” se convierta en una realidad.

“Japonetización”: proceso por el cual la economía entra en un largo período de estancamiento acompañado de deflación persistente.