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Víctor Alvargonzález

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Sentido común

Identificar las acciones que pondrían fin a la crisis de confianza que sufren los mercados es vital para saber cuándo se producirá la recuperación de las

Identificar las acciones que pondrían fin a la crisis de confianza que sufren los mercados es vital para saber cuándo se producirá la recuperación de las bolsas y otros activos de riesgo. Les propongo hacer una simulación y ver cómo se resuelven situaciones parecidas en el mundo empresarial.

Los analistas suelen dividirse entre quienes se basan en el análisis fundamental y quienes creen en el análisis técnico. Personalmente soy partidario de combinarlos. Creo que no sólo son compatibles sino que además son complementarios. El análisis fundamental te dice qué comprar. El técnico te dice cuando. Y en mi particular receta para la selección de activos y países aplico un criterio que para mí es el que tiene más valor: el sentido común.

Todos sabemos cuál es la situación (análisis fundamental) de la eurozona. Todos podemos ver los índices y sabemos el estado de los mismos en términos de análisis técnico. Apliquemos también el sentido común por la vía de la experiencia empresarial. No olvidemos que aunque los políticos planteen la situación como un problema político -y así les va- la realidad es que estamos ante un problema económico y financiero, que es la relación que realmente mantienen los países con sus acreedores (el mercado de deuda pública).

Antes de nada quiero insistir en que hablo de lo que por sentido común creo que debería ocurrir, no que vaya a ocurrir. De hecho, a tenor de lo ocurrido hasta la fecha se puede decir que la teoría de que el sentido común es el menos común de los sentidos es de especial aplicación a los políticos europeos. Pero lo que no se puede descartar es que lo apliquen por que les obliguen los mercados, EEUU, el G20, la ONU, los indignados y hasta la señora de la limpieza.

Empecemos: dado que estamos ante una situación que no tiene precedentes, establezcamos una situación parecida que sí los tenga. Imaginemos por un momento que la eurozona es un conglomerado empresarial y que cada país es una empresa del grupo. Unas van bien tanto en lo que se refiere a su modelo de negocio como en su relación recursos propios/recursos ajenos, es decir, que unas tienen una situación presupuestaria saneada y otras no tienen un buen negocio y deben más de lo debido. Y lo que es peor: no es ya cuestión de lo que deben, sino de la credibilidad de sus directivos, que está por los suelos.

En un conglomerado empresarial esto no sería un problema. Las empresas bien posicionadas ayudarían a las otras si creen en sus posibilidades y, si no es así, se venderían. Y ayudarían porque el consejero delegado del grupo manda en todo el grupo empresarial, por lo que no sólo tendría la autoridad suficiente para avalar la deuda de las empresas con problemas, sino que lo haría con la tranquilidad de saber que tiene autoridad para controlar que cumplen con el plan estratégico que tenga a bien establecer para ellas.

Si aplicamos esto al caso europeo está claro que no se puede vender un país, aunque sí puede salir del euro. Pero si eso resulta demasiado duro y de consecuencias imprevisibles -aunque tengo mis dudas de que fuera a ser para tanto- la única solución es avalarlo. En otras palabras: ampliación del fondo de rescate hasta el nivel que los acreedores de los países con problemas consideren que sus créditos están suficientemente cubiertos.

Ahora bien, nadie en su sano juicio daría tamaño aval si no tiene el control de lo que van a hacer en el futuro esos mismos ejecutivos -en este caso políticos- que crearon el problema, así que tiene todo su sentido que Alemania no esté dispuesta a ser avalista de nadie si no hay una autoridad presupuestaria europea que controle los excesos que puedan cometer los políticos de cada país. Este paso es fundamental, porque lo que más les interesa a los acreedores de las empresas débiles del grupo es saber que lo ocurrido nunca volverá a producirse.

Una vez establecida esta autoridad es cuando se podría plantear la emisión de bonos para todo el grupo empresarial, avalados por las firmas fuertes y sanas del mismo, ya esa autoridad vigilaría la calidad crediticia del conjunto. Sería el equivalente a la emisión de eurobonos. Obviamente emitir eurobonos sin una autoridad económica común sería repetir el error que nos ha llevado a la situación actual, en la que se estableció una divisa común pero se permitió que cada país se endeudara como y cuanto quisiera (el “pacto” de estabilidad era una broma). 

Los políticos se perdieron la clase de economía en la que se explicaba que una divisa refleja la situación de la economía subyacente y así nos ha ido. Evitemos que se pierdan la de que, si se emite deuda conjunta, solidaria y mancomunada, el control presupuestario debe ser único. Y muy fuerte.

Restablecida la autoridad y presentadas garantías suficientes -el “cortafuegos” que impide que los problemas de una empresa del grupo afecten excesivamente a la calidad crediticia del resto, aunque obviamente algo afectarán, es uno de los precios que habrá que pagar por no “vender” las empresas con problemas- es el momento de negociar la deuda con los acreedores. Pasa todos los días en el mundo empresarial y no olvidemos que la relación de los mercados con los países no es política, como erróneamente creen los políticos, sino que es puramente económica, de acreedor y deudor.

Renegociando la deuda se puede evitar tener que vender las empresas deficitarias del grupo, es decir, sacarlas del euro, ya que aquí hay un componente político que complica lo que en un grupo empresarial se haría sin pensarlo dos veces: saneamiento y venta de las empresas no viables. Pero ya que parece que no se pueden vender lo que hay que hacer es sanearlas, crear planes de viabilidad.

Llevada nuestra simulación del mundo empresarial a la situación de la eurozona y aplicando el sentido común, que suele arreglar problemas empresariales similares, los pasos son claros: creación de una autoridad presupuestaria europea tan fuerte como es el BCE en materia monetaria, establecimiento de garantías suficientes que cubran a las empresas del grupo con problemas de credibilidad (ampliación del fondo de rescate), renegociación de la deuda con los acreedores (plan Brady para la deuda griega) y, si fuera imprescindible, emisión de deuda con garantía del grupo

Obviamente se exigiría un plan de viabilidad a las empresas ayudadas (países rescatados) y que no sería solo que gasten menos y vendan patrimonio, sino que se busquen la vida para ser competitivos y dejen de pensar, por ejemplo, que el Monopoly es un modelo de negocio, como ocurrió en España. En caso contrario esas empresas deberían abandonar el grupo, so pena de lastrar su propio crecimiento y el de los demás.

No se me lancen al cuello los críticos. No pretendo dar lecciones a nadie. Lo que trato de decir es que no sé cuándo se producirá un cambio de tendencia en los mercados, pero sí puedo decirles lo que en mi modesta opinión debe ocurrir para que se produzca ese cambio. En otras palabras: las condiciones que, basadas en el sentido común, pediría yo al mercado antes de volver a recomendar la vuelta a activos de riesgo

Y lo bueno es que estamos en los mercados: no hace falta que se den de hecho, basta con que estas acciones se anuncien de forma fehaciente y, sobre todo, creíble. Y un matiz: hablo de una recuperación a corto plazo. A medio plazo va a ser difícil que las bolsas puedan establecer tendencias alcistas consistentes. El daño ya está hecho y tendrá que pasar cierto tiempo hasta que se pague lo que va a costar la broma y que estados y empresas vuelvan a invertir y consumidores a consumir. Pero esa es otra historia.

Identificar las acciones que pondrían fin a la crisis de confianza que sufren los mercados es vital para saber cuándo se producirá la recuperación de las bolsas y otros activos de riesgo. Les propongo hacer una simulación y ver cómo se resuelven situaciones parecidas en el mundo empresarial.