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Víctor Alvargonzález

Telón de Fondo

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Hágase banquero

Es absolutamente cierto que en finanzas todas las crisis generan oportunidades, y en esta ocasión la oportunidad viene por el lado del crédito, o más bien

Es absolutamente cierto que en finanzas todas las crisis generan oportunidades, y en esta ocasión la oportunidad viene por el lado del crédito, o más bien del no crédito. Las empresas necesitan financiarse y los bancos están desaparecidos en combate. Es la hora de los inversores.

Entre sus innegables defectos, el sistema capitalista tiene una virtud y es que es el que mejor asigna los recursos del sistema. No es un mecanismo perfecto, desde luego, pero prefiero mil veces a bancos, inversores y mercados decidiendo dónde debe ir el dinero que a un burócrata de la antigua URSS ejecutando un plan quinquenal del partido comunista. Y he dicho bancos, inversores y mercados por separado intencionadamente, porque no siempre funcionan a la vez.

Una de las consecuencias más injustas de esta crisis es que empresas españolas sólidas, solventes y bien diversificadas internacionalmente –que para simplificar las cosas llamaré “empresas SSD” – están pasándolas canutas para conseguir financiación, tanto de los bancos como de los inversores institucionales. Insisto en lo de “bien diversificadas internacionalmente” porque, y siento decirlo, las perspectivas de la economía española no pueden ser más negras, ahora que se ha comprobado que no era una buena idea de hacer del Monopoly nuestro modelo de negocio y que va a ser difícil inventar y desarrollar otro. Pero hay muchas empresas españolas sólidas y solventes cuyo negocio no depende en exceso del “ladrillo” español, algunos bancos incluidos.  Y este es un punto importante porque una empresa que a día de hoy es sólida y solvente puede no serlo dentro de unos años si depende en exceso de la economía española, aunque sea duro decirlo. Y esto es de especial aplicación en el caso de los bancos (y no digamos de los “bancocajas”).

Supongo que estaremos de acuerdo en que hay empresas españolas que cumplen la condición de ser SSD, en cuyo caso lo normal es que bancos e inversores institucionales les mantuvieran abierto el grifo del crédito. Pues ahí es donde surge la oportunidad para el inversor particular: el grifo está abierto, faltaría menos, pero ni la presión del agua es la misma ni tampoco el precio. Las empresas españolas SSD tienen acceso al crédito donde siempre lo han tenido, en bancos e inversores institucionales, pero ni hay tanto ni sale bien de precio. Un ejemplo palmario de esto lo tenemos en lo que les está pasando a grandes bancos españoles que creo cumplen las condiciones de SSD y que, cuando salen al mercado para emitir bonos, se vuelven a casa con el rabo entre las piernas porque o bien les niegan el dinero o les cobran tipos de interés abusivos.

Esto obviamente tiene un reflejo en los mercados de renta fija. No es difícil obtener rentabilidades superiores al 4% en una cartera de bonos de empresas SSD de muy alta calidad crediticia. No quiero dar nombres porque no quiero hacer publicidad de nada ni de nadie –nosotros somos asesores independientes, no tenemos producto propio que vender–, pero cualquiera que conozca un poco el mundo empresarial español sabe a qué tipo de empresas me refiero. Casi todas cotizan en el Ibex y las que no lo hacen no tienen nada que envidiar a las que están. Y obviamente no incluyo empresas constructoras, inmobiliarias o bancos excesivamente dependientes del ladrillo. Hablo de una cartera que podríamos considerar perfectamente activo sin riesgo, más una alternativa a un depósito bancario que a la renta variable, porque además el peso de la banca sería de sólo una cuarta parte de la misma. Y si el tipo de bancos de que hablo dejara de pagar su deuda “senior”, que es a la que me refiero, para entonces nos iba a dar igual, porque significaría que las cosas están tan mal en la economía española que hemos vuelto al trueque y que del Monopoly hemos pasado directamente a la agricultura.

Si elevamos un poco el listón del “riesgo” –les haría gracia ver de qué tipo de empresas hablo cuando digo que bajamos la exigencia de “rating”– entonces no es difícil subir a rentabilidades del cinco al seis por ciento. Y si metemos una empresa italiana de telecomunicaciones, por poner un ejemplo, la TIR se dispara. Es curioso, pero gracias a la crisis, y a Berlusconi, al dicho de  “al menos nos queda Portugal” podemos unir que también nos queda Italia. En eso sí acertó Zapatero cuando dijo que les pasaríamos. Supongo que no sabía que sería de esta forma.

Por si todo lo anterior fuera poco, si hay algo claro en el horizonte es que la estulticia de los políticos europeos garantiza tipos de interés bajos para una larga temporada, porque garantiza bajo crecimiento o incluso recesión. Eso si no nos lleva a una auténtica “japonetización” de la economía europea, y la principal característica del “modelo” japonés es el estancamiento y la deflación. Si entráramos en deflación, un 4% de rentabilidad sin riesgo o un 5% con un “pelín” de riesgo sería un auténtico chollo, pero yo creo que se quedará en una buena inversión porque parece que el nuevo timonel del BCE no se perdió, como le pasó a Trichet, el “briefing” –o la clase de la facultad– en la que se explicó que estabilidad de precios no es sólo evitar la inflación, sino también la deflación. En fin, que este de ahora parece menos “talibán” y puede que eso evite que caigamos en deflación, pero aún así vamos a tipos bajos. Y olvídense de los depósitos: aparte de que la nueva ley limita los extratipos y hace que bajen si bajan los del mercado, en cuanto llegue un Gobierno serio no permitirá que bancos y “bancocajas” españoles sigan disparándose en el pie ofreciendo extratipos que al final acabaremos pagando todos vía FROB, ese vehículo nefasto creado para garantizar la supervivencia de cajas técnicamente quebradas y para que no pierdan sus puestos de trabajo los políticos que las dirigen y, de paso, para que ofrezcan extratipos que pagamos los contribuyentes… Hasta que Angela Merkel se entere, claro.

Resumiendo: tipos bajos garantizados y depósitos que cada vez ofrecerán menos –o darán auténtico pánico sus depositarios– y que, en caso de retirar el dinero antes del vencimiento, penalizan la rentabilidad. Ese es el escenario futuro. Y resulta que podemos comprar una cartera de bonos SSD y acercarnos sin problemas al entorno del 5% de rentabilidad asumiendo un riesgo mínimo o incluso nulo. Si, ya sé que en su banco o su broker le ofrecen más, pero estamos hablando de asesorar, no de venderle a Ud. una moto. Hablamos de inversiones seguras y liquidas, no de un convertible que da un 10% pero que mañana también nos pueda dar un disgusto. No crean en los cantos de sirena, que en los mercados nadie da euros a céntimo. Y, como he dicho, no es difícil impulsar esa rentabilidad al 6% asumiendo algo de riesgo en la cartera, pero nada del otro mundo. Y hablamos de liquidez, de bonos que se pueden vender sin problema en los mercados secundarios porque son emisiones de más de 500 millones de euros. Vaya Ud. a vender ese bonos de baja calificación crediticia o esa acción  preferente que le vendieron como un auténtico “chollo” y se encontrará con el muy español cartel de “vuelva mañana”.

Todo lo anterior vale para patrimonios medios o altos. No incluyo los pequeños patrimonios porque el único inconveniente de la inversión directa en bonos corporativos de alta calidad es que, aparte de que hay que estar bien asesorado al hacer la cartera, las inversiones mínimas son elevadas. Un bono –uno sólo– de una empresa española SSD tiene un nominal de 50.000 €, así que para hacerse una cartera diversificada estaríamos hablando de contar al menos con 150.000 €, lo cual no es una fortuna, pero tampoco es un pequeño patrimonio (estos pueden efectuar la inversión en renta fija corporativa a través de fondos, pero el resultado tardará más en notarse). En el caso de grandes fortunas se abre una segunda vía, que es la de acudir a vehículos de inversión privados, que reúnen capital para prestar a empresas en general –ya no hablamos de valores que cotizan en el Ibex o similares–, lo cual es una gran idea porque muchas empresas son SSD aunque no tengan el prestigio de las que me refería anteriormente ni tampoco coticen en bolsa, lo que significa que no están tan monitorizadas por los mercados y, en consecuencia, se dispara lo que pagan por conseguir recursos. Obviamente aquí lo importante es la gestión del vehículo, pues ya no hablamos de algo que puedes vender mañana en el mercado –como ocurre con bonos cotizados y con rating– ni estás comprando un balance que cotiza en el Ibex, así que es un asunto a manejar con cuidado y no hablamos del mismo riesgo, pero a cambio se pueden obtener rentabilidades más altas. De hecho, lo que está ocurriendo en ese tipo de mercado privado es el paradigma de mi teoría, porque ves que el vehículo le presta a empresas que no te imaginabas tengan que pagar más de un 10% para conseguir dinero, es decir, un ejemplo claro de cómo está el grifo del crédito y del espacio que deja al inversor privado. Pero mucho cuidado a quién se presta y quién lleva el vehículo de inversión. En un entorno recesivo se multiplican los impagos y conviene poner el listón alto.

Antes de acabar un par de matices. Habrá alguien que diga “en deuda pública española es fácil obtener un 5% de rentabilidad, es muy líquida y no hacen falta mínimos de 50.000 €”. Cierto. Lo que hace falta es tener confianza en nuestros políticos, y yo, francamente tengo más confianza en los gestores de buenas empresas españolas que en nuestros políticos. Y se conoce que el mercado también, ya que, efectivamente las buenas empresas españolas tienen que pagar menos que el estado español para endeudarse. Y las hay que pagan más y que están mucho mejor gestionadas que el Estado –lo cual no es difícil, todo sea dicho de paso–, pero eso es precisamente una de esas ineficiencias de los mercados que hay que aprovechar. En cualquier caso, actualmente ha cambiado  radicalmente la percepción del riesgo de la deuda pública (y su calificación). Y si no que se lo digan a los bancos, que captaban dinero en depósitos para colocarlo en deuda pública y llevarse el diferencial pensando que hacían una operación sin riesgo ¡y ahora hay que recapitalizarlos por las minusvalías implícitas de la jugada!

También observarán que hablo de empresas españolas y no alemanas u holandesas, por poner un ejemplo. El motivo es simple: las empresas SSD españolas pagan más que sus homologas de países con credibilidad. Es duro decirlo, pero las empresas españolas pagan literalmente por ser españolas. En otras palabras, a dos empresas iguales en calidad crediticia y expectativas de negocio la española paga mucho más que la alemana sólo porque es española. Un autentico logro político. El planteamiento vale también para una empresa italiana de similares características, lo que ocurre es que obviamente conocemos mejor las españolas y nos sentimos más cómodos a la hora de elegir.

Y para finalizar, un último apunte: la inversión en renta fija corporativa claro que se puede hacer a través de fondos de inversión. No sólo se puede, sino que es la mejor forma de hacerlo. El tratamiento fiscal es mucho mejor, la cartera del fondo está muy diversificada, hay una gestora profesional que selecciona los títulos y no hacen falta grandes cantidades para realizar la inversión. ¿Cuál es el problema? Que no dan cupón. O lo dan muy bajo. No dan rentabilidad directa pura y dura, que es lo que ahora les gusta a los inversores aunque haya que pasar por Hacienda. Y que, como el valor de la participación depende no solo del cupón sino de los movimientos del mercado, ese valor puede oscilar y de hecho oscila, y hoy en día, oscilaciones las justas, o al menos ese es el sentir de los inversores, que obviamente respetamos. Aquí estamos para ofrecer alternativas y por eso, si no quiere comprar renta fija corporativa de empresas SSD a través de fondos la solución es fácil: compre los bonos directamente en el mercado.

Es absolutamente cierto que en finanzas todas las crisis generan oportunidades, y en esta ocasión la oportunidad viene por el lado del crédito, o más bien del no crédito. Las empresas necesitan financiarse y los bancos están desaparecidos en combate. Es la hora de los inversores.