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Emergentes: de posición en el radar a objetivo
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Víctor Alvargonzález

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Emergentes: de posición en el radar a objetivo

La semana pasada prometí que hablaría de emergentes. Y de emergentes voy a hablar. Llevo meses buscando el momento no ya de hablar, sino de recomendar

La semana pasada prometí que hablaría de emergentes. Y de emergentes voy a hablar. Llevo meses buscando el momento no ya de hablar, sino de recomendar invertir en renta variable emergente, recomendación que realizamos de forma recurrente desde hace años y que –afortunadamente– suspendimos temporalmente el año pasado (ver post titulado “Donde va Vicente”, del 29 de enero de 2011). Y digo afortunadamente porque, por ejemplo, el índice BRIC cayó casi un 25%. El caso es que siempre que me preguntaban decía que “los teníamos en el radar”. En otras palabras, los vigilábamos, pero no llegaba el momento de ver una entrada segura (hasta donde pueden serlo estas cosas). Ahora ya podemos decir que han pasado a ser un objetivo de inversión.

Efectivamente, 2011 no era el año de estar en emergentes. Era de sentido común, pero parecía un sacrilegio decirlo, después de tantos años de que superaran al resto de mercados. Pero el personal se olvidó de que existen los ciclos económicos. Había que poner freno a las sobrecalentadas economías emergentes subiendo tipos de interés y aplicando todo tipo de medidas restrictivas. Sabia decisión de las autoridades políticas y monetarias de estos países, porque si no lo hubieran hecho la burbuja iba a ser de las que hacen historia. 

Para colmo de males, los genios que gobiernan Europa permitieron que un pequeño problema se convirtiera en una crisis sistémica, que amenazaba también a estos países, que tienen en Europa uno de sus principales clientes. De nuevo el sentido común: si al cliente le va mal, al proveedor también. Las economías emergentes no sólo dependen de sí mismas. Sólo hay que ver donde están hechas la mayoría de las cosas que compramos, desde televisores hasta ordenadores, pasando por los juguetes de los niños. Miren, miren: “made in ……………” (En la línea de puntos pueden poner el país emergente de su elección).

Pero no pretendo explicar el pasado. No quiero dar argumentos a quienes dicen eso de que los economistas solo valemos para eso. Hablo del pasado porque nos va a ser muy útil para hablar del futuro. Porque si lo que fue mal el año pasado empieza a mejorar entonces los mercados emergentes lo reflejarán. Y viceversa.

Empecemos por sus problemas internos, “mayormente” la inflación. La verdad es que la cosa pintaba muy mal. Economías claramente recalentadas, acompañadas, en algunos países (China) de burbujas inmobiliarias. Y estos son caballos difíciles de embridar. No es Europa, donde un Trichet puede sumir en el invierno nuclear a todo un continente en un abrir y cerrar de tipos. No, allí el sistema bancario y la economía en general no responden igual a las medidas monetarias, ya que los mecanismos de transmisión están menos desarrollados. 

Pero hete aquí que Europa decide dispararse en un pie y permitir que una pequeña herida, que habría sido fácil aislar si se hubiera hecho a tiempo –haciendo lo que van a hacer ahora, pero un año antes, por ejemplo–, se haga más grande y se gangrene, con enorme riesgo para la salud de todo el cuerpo. Aunque lo que para unos es malo para otros puede ser una bendición. 

Al llevar a Europa al punto de congelación, los políticos europeos y el BCE lanzaron una corriente de aire gélido hacia los mercados emergentes, lo que unido a las medidas anticalentamiento que tomaron las autoridades de estos países ha permitido que la temperatura del motor baje a niveles razonables. Es más: es tal el desastre europeo y va a ser tal la bajada de consumo en la eurozona como consecuencia de las políticas de austeridad a las que nos vemos abocados que no descartamos que en los países emergentes se vaya incluso a medidas tendentes a estimular la economía. En otras palabras, un escenario muy diferente  –y mejor– que el del año pasado.

El otro cliente importante, el norteamericano, va mejor. Allí en lugar de a Trichet & Co. tenían al mando del banco central a un señor que no se perdió la clase en la que explicaron que deflación no es estabilidad de precios, que hay que luchar contra ella con el mismo denuedo que se lucha contra la inflación y que una recesión prolongada es terreno abonado para la deflación. Si a eso unimos una autoridad política algo menos mala que la europea (lo cual no es difícil) y una mayor credibilidad presupuestaria que la europea (eso sí que es fácil), tenemos un país que de momento ha evitado el temido “double dip” (doble caída) y que podría crecer cerca de un 3% en 2012, frente a un crecimiento negativo en la eurozona. 

Así que por ese lado, si bien Norteamérica no va a ser un cliente en plena efervescencia económica (también están ocupados en devolver deudas), al menos no será un cliente en decadencia. Todo ello unido al propio consumo interno emergente dibuja un panorama bastante más atractivo para estas economías, un escenario de crecimiento moderado –y por lo tanto no inflacionista–  y precios más razonables en la renta variable.

Es un buen escenario, pero, como todos, tiene sus riesgos. En realidad sólo uno, pero temible, el de siempre, el que afecta a todos, el que ya aburre al mundo entero: la política europea. Sarkozy, Merkel, Barroso, Van Rompuy, sus enredos, sus vueltas atrás, sus vacilaciones, sus eternas reuniones, sus negociaciones... El mundo “recuperable” necesita perder el lastre europeo para poder seguir recuperándose. Y el “lastre” europeo no ha desaparecido. Como dije al principio, va por mejor camino (a la fuerza ahorcan), pero tengamos una cosa clara: con estos políticos puede pasar de todo. 

Es el gran riesgo al que nos enfrentamos a la hora de invertir en cualquier activo hoy en día. Ninguna empresa del mundo, ningún gran inversor hace una inversión fuerte ante la amenaza de una crisis sistémica provocada por la primera economía del mundo, que es la eurozona en su conjunto. Nada se va a mover hasta que Europa de su permiso. Pero en este sentido soy más optimista que el año pasado: los políticos europeos saben que solo tienen dos caminos: o hacen los deberes o se van al paro. O si no que se lo pregunten a Papandreu, Berlusconi o Zapatero, entre otros. Y si yo fuera Sarkozy me dejaría de historias, porque si no pronto él será historia. Y el resto igual. Esa es la grandeza de la democracia: que se les puede echar. Esperemos que no sea necesario y que dejen trabajar a los demás, que lo están (estamos) deseando. Especialmente los países emergentes.

La semana pasada prometí que hablaría de emergentes. Y de emergentes voy a hablar. Llevo meses buscando el momento no ya de hablar, sino de recomendar invertir en renta variable emergente, recomendación que realizamos de forma recurrente desde hace años y que –afortunadamente– suspendimos temporalmente el año pasado (ver post titulado “Donde va Vicente”, del 29 de enero de 2011). Y digo afortunadamente porque, por ejemplo, el índice BRIC cayó casi un 25%. El caso es que siempre que me preguntaban decía que “los teníamos en el radar”. En otras palabras, los vigilábamos, pero no llegaba el momento de ver una entrada segura (hasta donde pueden serlo estas cosas). Ahora ya podemos decir que han pasado a ser un objetivo de inversión.