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Víctor Alvargonzález

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Si las estadísticas no mienten …

Siendo yo joven –aunque seguramente no tanto, porque se ve que ya sabía lo que era una estadística– vi una viñeta de Forges en el que

Siendo yo joven –aunque seguramente no tanto, porque se ve que ya sabía lo que era una estadística– vi una viñeta de Forges en el que un tipo iniciaba una conversación con otro diciendo: “Si las estadísticas no mienten,…”, y el otro le respondía con un sonoro y cortante: “¡Mienten!”. Lógicamente, ahí se acababa la conversación.

El caso es que si ustedes piensan que no siempre mienten y que pueden ser un elemento útil en el trabajo de establecer una estrategia financiera –y obviamente rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras, incluso, es más, suele ser justo lo contrario–, les sugiero que sigan leyendo este artículo. Y si piensan, como el personaje de Forges, que las estadísticas mienten, también les sugiero que sigan leyendo, pues yo no creo que lo más importante sean las estadísticas, así que seguramente podrán interesarle otros elementos del análisis que vamos a hacer.

Lo que sí hacemos hoy es sesión especial, y es para inversores a largo plazo. Solemos tratar plazos de inversión de uno a tres años, primero porque, como dijo Keynes cuando le pidieron una predicción a largo plazo, “a largo plazo, todos muertos” y, segundo, porque, seamos honestos: ¿cuántos inversores a largo plazo hay en España? Pues unos pocos menos que en el resto de la Eurozona y algunos menos que en el mundo anglosajón, y en ninguno hay demasiados. La gente mira el resultado de sus inversiones en plazos de uno a tres años, como mucho. Personalmente no es lo que hago yo –que básicamente compro en grandes crisis aquello que tengo “fichado” y luego suelo mantenerlo hasta que veo que pierde todo su potencial de crecimiento–, pero yo estoy para adaptarme a las necesidades de los clientes y no a la viceversa. Aún así los clientes con estrategia de inversión de largo plazo existen y hoy les toca a ellos. Que sean pocos no significa que no les demos la atención debida.

Así que vamos a hablar de inversión a largo plazo con la “excusa” de un estudio que ha presentado un importante banco de inversión diciendo que estamos ante una oportunidad única en renta variable porque los próximos años serán muy positivos para la misma.

Primero: ¿se puede predecir con exactitud el futuro? Obviamente, no.  ¿Se puede establecer una estrategia financiera ganadora en base a la información que tenemos actualmente? Mi opinión es que sí. Y entiendo por “estrategia ganadora” aquella que gana la batalla de la rentabilidad a largo plazo, es decir, la que consigue una rentabilidad consistente y superior a la de los activos sin riesgo en el plazo analizado, errores –que los habrá– incluidos. Y no se trata de tener la “bola de cristal”, sino de análisis y sentido común. Por ejemplo, cuando hace un par de años eliminamos completamente la deuda y la renta variable española de nuestras recomendaciones no hicimos ninguna genialidad. Bastaba con analizar lo que teníamos delante y sus casi seguras consecuencias (y encima teníamos el “input” de asistir al espectáculo de la política europea, que era para ponerte los pelos de punta). Y lo mismo podemos decir de nuestra recomendación a favor de los EE.UU., aunque en esa me permitirán decir que ha tenido más mérito, pues la evidencia disponible era menor y, además, mixta (aunque a favor teníamos a la Fed y aquí estaba Trichet).

El problema es que en el largo plazo solo tenemos tres elementos de juicio realmente consistentes: la información histórica –estadística, los “motores” económicos y las tendencias. Y este último elemento tiene un aspecto subjetivo importante. Pero aún así estos tres factores no son un mal elemento de partida.

Empecemos con la estadística. Si tomamos la rentabilidad histórica –y hablo a cien años vista– del Dow Jones, estaríamos hablando de aproximadamente un 9% anual de media. Y si vemos lo que ha hecho el SP 500 (que utilizaremos en lugar del Dow por ser mucho más representativo)  en los últimos diez años la rentabilidad obtenida –nominal en ambos casos, es decir, sin descontar la inflación– es del 23%. Incluso aceptando que la capacidad de crecimiento de la economía norteamericana ya no es la de hace cien años y que esto debe aplicarse al potencial de revalorización bursátil, aún así en los últimos diez años alguien “se ha llevado el queso” de los inversores en acciones norteamericanas, o al menos una parte de él. Y si las estadísticas no mienten, para volver a la media histórica eso tiene que resolverse en el futuro.

Pero no siempre se vuelve a la media histórica. Y si no, que se lo digan a los japoneses. Para que se pueda mantener la estadística tiene que haber crecimiento económico a largo plazo detrás. En Japón llevan años estancados y el reloj estadístico ha perdido mucha de su fiabilidad. Pero suponiendo que EE.UU. no se “japonetice” (si les interesa este concepto les sugiero leer mi “post”  titulado “La japonetización de la Economía Occidental”) –y de momento no tiene pinta de que vaya a ser así– y si EE.UU. conserva intacto su motor de crecimiento (y si las estadísticas no mienten), a quien invierta a largo plazo ahora en renta variable USA le va a tocar un buen trozo de queso en algún momento de ese plazo. Respecto a la fiabilidad de las estadísticas, mi opinión es que en bolsa no mienten si se mantiene la capacidad del “motor” económico, y creo que EE.UU. mantiene ese motor. No es el mismo modelo que el de los mercados emergentes, pero funciona. Si no fuera así, ni Apple valdría lo que vale ni estarían instalándose multinacionales manufactureras de nuevo en los EE.UU. atraídas por el aumento de productividad que han conseguido, especialmente por la vía tecnológica, pues obviamente por la salarial sabían que no podían competir con las economías emergentes.

Y ya que hablamos de emergentes, si les aplicamos el análisis anterior, incluso admitiendo que su potencial bursátil sea del doble o del triple que el de las economías avanzadas porque lo es su potencial económico, van un tanto “pasados de vueltas”, al menos en relación a las estadísticas. El MSCI BRIC ha subido un 300% en los últimos diez años. Aún así los incluiría en una cartera largoplacista, porque los dos otros elementos del análisis –el motor y la tendencia– les favorecen. Pero no los sobreponderaria.

¿Y España? Ha bajado un 3% en total en los últimos diez años, así que nos han quitado todo nuestro queso. Y lo que es peor: nuestras posibilidades de recuperarlo son complicadas. Resulta que tenemos un problema grave con el motor, y es que nos lo están cambiando. Y el nuevo en el mejor de los casos puede tardar años en llegar. El antiguo era marca “Monopoly” y gripó. El nuevo ni siquiera sabemos cuál es –aunque para que no me acusen de negativo he dejado caer mi propuesta en el post “España Centro de Negocios”–, así que cuando se sepa les daré mi opinión. Mientras tanto, sin motor ni tendencia a favor, no incluiría España en una inversión de largo plazo, salvo para hacer una cartera de acciones basada en la búsqueda del dividendo en empresas multinacionales españolas sólidas, solventes y bien diversificadas, algún banco incluido, que ahí sí que hay cosas interesantes si se mira de verdad a largo plazo.

Hemos realizado este análisis para todo tipo de activos, sectores y países. Pero no se asusten: no lo vamos a poner todo aquí. Pero pensamos que una pincelada de predicción a largo plazo con cierto grado de objetividad podría serles de utilidad. Si las estadísticas no mienten, claro…  

Siendo yo joven –aunque seguramente no tanto, porque se ve que ya sabía lo que era una estadística– vi una viñeta de Forges en el que un tipo iniciaba una conversación con otro diciendo: “Si las estadísticas no mienten,…”, y el otro le respondía con un sonoro y cortante: “¡Mienten!”. Lógicamente, ahí se acababa la conversación.