Es noticia
¿Rajoy de Loksley o Sheriff de Sherwood?
  1. Mercados
  2. Telón de Fondo
Víctor Alvargonzález

Telón de Fondo

Por

¿Rajoy de Loksley o Sheriff de Sherwood?

Cuenta la leyenda que, allá por los tiempos del príncipe Juan sin Tierra, hubo en Inglaterra un héroe justiciero llamado Robin de Locksley –también conocido como

Cuenta la leyenda que, allá por los tiempos del príncipe Juan sin Tierra, hubo en Inglaterra un héroe justiciero llamado Robin de Locksley –también conocido como Robin Hood–, que ante los excesos recaudadores del Sin Tierra y de su brazo armado, el Sheriff de Sherwood, dedicó su vida a robar a los ricos para dárselo a los pobres, para compensar así la rapiña de las autoridades.

El otro día vi una noticia de esas que pasan desapercibidas para la audiencia, y no por casualidad: se cuentan rápido e, inmediatamente después, se da una noticia llamativa para desviar la atención del espectador. Concretamente, se informaba de que la radiotelevisión valenciana iba a realizar un ERE sobre 1.200 personas, fruto del cual la plantilla quedaría en 400 trabajadores. ¿O sea que había 1.600 personas trabajando en una televisión autonómica que pagan los contribuyentes? Me da igual que sea valenciana, madrileña o gallega. Existen en casi todas las comunidades autónomas y, es más, no soy quien para criticar su existencia, pero ¿hacen falta 1.600 personas para que funcione una televisión autonómica? Hay cadenas nacionales generalistas que no tienen ese número de trabajadores. A continuación, y como quien no quiere la cosa, se informa de que la deuda de dicha cadena de televisión es de – agárrense– ¡4.000 millones de euros! Y es solo un ejemplo, porque, como digo, incluso los políticos que más hablan de austeridad mantienen vivos estos entes, aunque cuesten una pasta al contribuyente. ¿Por qué? Porque son instrumentos de poder.

Exactamente el mismo motivo por el que en lugar de proceder en su día a una liquidación ordenada de las cajas de ahorro que nos habría evitado muchos disgustos, se pusieron de acuerdo Gobierno y oposición para crear el nefasto FROB, cuyo objetivo real ha sido, como se decía en la película “El Gatopardo”, de Visconti, “cambiar un poco algunas cosas para que no cambie lo fundamental”. Y lo fundamental era el poder político y económico que daban esas cajas. Por eso, mejor fusionarlas que eliminarlas cuando todavía eran pequeñas y “eliminables”. Porque, qué curioso, al fusionar varias cajas pequeñas o medianas creas entidades más grandes, lo que las convierte en “sistémicas” (demasiado grandes para caer). Raro, raro...

Pero hay más datos inquietantes: según una de las más importantes consultoras inmobiliarias españolas, si se llevara a cabo una auténtica racionalización del patrimonio inmobiliario de las distintas administraciones públicas, se ahorraría alrededor de 40.000 millones de euros. Eso incluye la venta de palacios y palacetes en los que anidan cientos de políticos en puestos “de confianza”. Cuando le dices a un político que por qué no venden inmuebles, en lugar de subir impuestos, te dicen que se “malvenderían”. De eso nada, señor político. Se venderán un 20% más barato que hace unos años, pero un palacete en la Castellana o un edificio frente al Bernabéu tienen muchos novios. Vayan ustedes a comprar un ático al barrio de Salamanca y verán cómo se “malvenden”. Y tampoco digo que haya que venderlo mañana. Basta con anunciar su venta a lo largo de los próximos años y verá cómo ciudadanos y mercados toman buena nota. Hay que mostrar intención de tomar medidas contundentes, no anuncios “light” como el de la semana pasada de que lo que se van a vender son …¡terrenos rústicos! Y lo mismo se puede decir de las empresas públicas o de las duplicidades administrativas del Estado, que si se eliminaran, bien por más centralización, bien por más descentralización, podríamos ahorrarnos en el entorno de 20.000 millones de euros, según un estudio realizado por UPyD, que cuenta con algún buen economista en sus filas.

La cuestión es, señor Rajoy, si usted quiere pasar a la historia como Robin de Locksley o como el Sheriff de Sherwood al servicio de Juan sin Tierra, que en este caso sería la clase política. Ya sé que es duro decir que se cierra el Senado –institución que cuesta mucho y no sirve para nada–, porque pone usted en la calle a cientos de sus compañeros. Y que es más cómodo para un subsecretario trabajar en la Castellana que hacerlo en Móstoles. Y que si lo manda al extrarradio no le va a votar en el próximo congreso del partido. Eso es cierto, pero España necesita ver que aquí el cinturón nos lo apretamos todos. Eso no sólo motiva, sino que es una muy buena carta de intenciones frente a los mercados. Si el Gobierno sigue aplicando una dieta que, como he dicho en tantas ocasiones  –y el otro día un diario nacional tuvo el detalle de recordar– lo que reduce es más tejido muscular que grasa, el daño puede ser enorme.

Ataque la grasa señor Rajoy. Deje a los músculos moverse y desarrollarse. Ataque la grasa del Estado y, con lo que ahorre, baje los impuestos en lugar de subirlos, para que la gente consuma. Baje las cotizaciones sociales, apoye a empresarios y trabajadores, recorte en televisiones, no en obras públicas generadoras de empleo. La clase política le odiará. La dejará usted en la mitad, y los que mantengan el empleo tendrán que trabajar al otro lado de la M-30. Pero antes que los políticos está el país. Para eso le hemos votado. Y, en la misma medida en que le odien los políticos, recobrará el apoyo de la gente y de los mercados. Con estos últimos es cierto que llega tarde, no les va a convencer de que de repente se ha convertido en Margaret Thatcher, pero si mañana convoca usted una especie de Pacto de la Moncloa para racionalizar de verdad el gasto del Estado, anuncia un régimen dirigido a reducir grasa y que va a dejar de financiar “bancocajas” tóxicos, les está diciendo a sus acreedores que piensa ahorrarse entre 40.000 y 60.000 millones de euros en los próximos años, y eso algún efecto tendrá. Lo que no lo tiene es decir que va a poner a la venta “terrenos rústicos” o hacer las convenciones en locales del Estado en lugar de alquilar hoteles, medidas “estrella” del plan de racionalización del patrimonio inmobiliario del Estado anunciado recientemente. Venda ya las joyas de la corona, porque de todos modos no a va a tener más remedio que hacerlo y al menos ahora daría una muestra de que el Estado también se aprieta el cinturón.

Y no crea ese argumento de que adelgazar el Estado es peor porque genera paro. Primero hablamos más de vender edificios o empresas públicas que de echar a la gente a la calle. Segundo, ese argumento es como el que se decía contra la implantación de ordenadores en las empresas: que generarían paro. Lo que generaron es productividad y crecimiento, lo que a su vez  permitió absorber el paro generado inicialmente. Si consigue usted que crezca la economía, los políticos y los cargos de confianza encontrarán trabajo (yo dejaría en paz a los funcionarios de carrera que hagan bien su trabajo, que no pueden ser siempre los que paguen el pato). señor Rajoy: usted necesita a la gente de su lado. Yo, si usted me fríe a impuestos pero a la vez veo que aprieta las tuercas de verdad al Estado, le doy todo mi apoyo. Y sé que hay mucha gente que piensa como yo. 

Además, probablemente es la única forma que le queda de conseguir que baje la prima de riesgo, a falta de una intervención seria del BCE en apoyo de los fondos de rescate. Perderá apoyo de sus compañeros de partido, que a su vez perderán empleos, sillones en consejos de administración o tendrán que trabajar en el extrarradio, pero ante la gente pasará a ser más Robin de Locksley que el Sheriff de Sherwood. Y para salir de esta usted necesita el apoyo del pueblo. Como probablemente nunca en la historia reciente de España. Y encima es la única opción que le queda –y con escasas probabilidades de éxito a estas alturas–, aparte de mandar al señor De Guindos a los consejos europeos con un chaleco bomba modelo Yihad a pedir pasta a cambio de no auto inmolarnos, o rezar a Santa Ángela para que el BCE compre masivamente deuda española. Así pasará a la historia como la persona honesta y justa que creo que es, y no como el malo de la película que apretó el cuello a las clases medias y a los emprendedores en lugar de ajustarles las tuercas a los políticos y su elefantiásico Estado. Le deseo, de corazón, mucha suerte.

Cuenta la leyenda que, allá por los tiempos del príncipe Juan sin Tierra, hubo en Inglaterra un héroe justiciero llamado Robin de Locksley –también conocido como Robin Hood–, que ante los excesos recaudadores del Sin Tierra y de su brazo armado, el Sheriff de Sherwood, dedicó su vida a robar a los ricos para dárselo a los pobres, para compensar así la rapiña de las autoridades.