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Víctor Alvargonzález

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Ante las soluciones, básicamente coyunturales y de corto alcance, que conforman hasta la fecha la actuación de nuestros gobernantes en esta profunda crisis, basadas sobre todo

Ante las soluciones, básicamente coyunturales y de corto alcance, que conforman hasta la fecha la actuación de nuestros gobernantes en esta profunda crisis, basadas sobre todo en obtener recursos de las clases media y media-alta del país –los auténticos motores del crecimiento de una economía y los garantes de la estabilidad política de los estados–, quisiera manifestar, con todo respeto y siendo muy consciente de la dificultad que implica gobernar, que una situación tan grave como la actual requiere medidas más contundentes y liderazgos más acordes con la gravedad de la misma. Y creo que la situación actual puede calificarse de excepcionalmente grave porque:

1. Estamos a punto de alcanzar un 50% de paro juvenil. Eso no es un problema de corto plazo. Es una condena para varias generaciones de españoles, una garantía de bajo crecimiento económico para años venideros y la seguridad de que las pensiones serán insuficientes para los pensionistas del futuro. Si sólo la mitad de los jóvenes trabaja,  ¿quién va a pagar las pensiones de los mayores? El paro juvenil es un problema de enorme calado que puede llevarnos a perder todo lo ganado en las últimas décadas, tanto en términos económicos como de prestigio internacional. Obviamente, haber llegado a esta situación no es culpa del gobierno actual –estoy de acuerdo en que esto no se genera en diez meses, sino más bien en diez años–, pero si es su responsabilidad tomar medidas acordes con el potencial destructivo de la situación. Aunque resulte anecdótico, he sido testigo directo de cómo un estudiante, que después de muchos esfuerzos había conseguido empleo como becario para pagarse la carrera, se enfrentaba a enormes dificultades para formalizar el contrato, y todo por la dejación de los funcionarios universitarios encargados del “negociado”. Es sólo un ejemplo, pero es real. Y es patético que ocurra en un país con un paro juvenil de esta magnitud.

2. En los años 50 y 60, quienes se veían obligados a emigrar eran trabajadores de baja cualificación profesional. Algo trágico, pero no vital para el futuro de un país. Lo de ahora es mucho peor. Ahora, los que no ven aquí futuro alguno son jóvenes altamente cualificados. Me entristece ver cómo mis hijos afirman, sin sombra de duda, que aquí no hay futuro. Quienes emigraban a Suiza o Alemania en los años sesenta volvían, pero solo para las vacaciones o a ver a la familia. Los que emigran ahora harán lo mismo. Nuestro mejor activo generará valor en otro país y vendrá aquí ocasionalmente a gastar en restaurantes y, con suerte, a comprarse una casa en la costa.

3. Existe algo llamado curva de Laffer –un economista– que ha dejado claramente demostrado que más imposición no significa más recaudación. Basar la reducción del déficit en presionar fiscalmente a las clases media y media-alta lo único que consigue es generar recesión y paro, un proceso que si se convierte en estructural tiene muy difícil salida, tal y como ha demostrado la historia (sugiero lean “La historia siempre se repite”, post del 15/09/2012).

4. Mientras que en España no hay crédito y cuando lo hay es carísimo, en Alemania o en EE.UU. es asequible y barato, con el agravante de que aquí hay recesión y allí hay crecimiento económico. Allí, dinero barato y posibilidades de crecer. Aquí, dinero caro y recesión. Nuestros gobernantes deben de ser conscientes de la gravedad de la brecha que se va a ir creando entre nuestra economía y la de los demás países desarrollados. Podríamos llegar a un punto en el que ni nuestro crecimiento económico, ni nuestra clase política –especialmente por su nivel de corrupción e incompetencia– ni la confianza de los mercados en nuestra capacidad de pagar nuestras deudas nos sitúen en la categoría de “desarrollados”.  ¿Consideraría Ud. ahora a Grecia un país desarrollado?

5. Pese a lo que digan los políticos, seguimos y seguiremos financiando cajas (“bancocajas”) totalmente inviables. Tampoco se ha tocado un ápice el tamaño de la Administración Pública española, donde siguen conviviendo hasta tres administraciones paralelas. Tampoco se ha cerrado el Senado, institución cara e inservible. No se ha creado un plan para planificar la venta a cinco años vista de una parte del inmenso patrimonio inmobiliario del Estado, situado muchas veces en zonas tan buenas de las ciudades que la bajada de precio de venta sería perfectamente asumible. No se venden empresas públicas y tampoco se reduce el número de trabajadores públicos que no son funcionarios de carrera sino “de confianza “. Actuar sobre todo lo anterior generaría tal ahorro en los gastos del Estado que las medidas destructivas que se han aplicado sobre las clases medias serían mucho menores o incluso innecesarias. Y quede claro que no tengo nada contra los funcionarios de carrera que hacen su trabajo, no solo porque cumplen una función necesaria para la sociedad, sino también porque son un elemento básico en la cadena de consumo de un país, dada la estabilidad de sus ingresos y, por lo tanto, su capacidad de endeudamiento.

6. Sigue saliendo dinero del país, cuando antes entraba. Van casi 300.000 millones de euros de junio de 2011 a junio 2012. Y no es dinero negro. Es declarado. Es dinero blanco asustado.

7. Un Gobierno no puede quedarse de brazos cruzados ante la evidencia de que hay zonas del país donde una gran parte de la población ha llegado a la conclusión –o la han convencido– de que estaría mejor sola que dentro de España. Puede que estén equivocados –en mi opinión personal probablemente sea peor para ellos la solución que les proponen que la enfermedad que sufren– pero o bien les convencemos de que fuera hace más frio o bien nos sentamos y buscamos una solución definitiva para este problema. Hacer como el avestruz ante lo que ocurre en Cataluña o en el País Vasco es suicida. E insisto: la solución debe ser definitiva o, al menos, sólida. Eso es lo que haría un líder. ¿Que la solución es federalista o pasa por un referéndum sobre independencia? Pues adelante: échele valentía y lance órdago a la grande. Junte a todos y modifique la Constitución si es necesario si con eso va a solventar de una vez el problema. En un sentido u en otro. Como economista me da igual la solución elegida, pero como economista me parece una barbaridad mantener varios estados paralelos mientras se exigen a la ciudadanía esfuerzos como los que se están exigiendo ¿Qué es mejor defender a capa y espada la Constitución que tenemos? Hágalo y que no quede la menor duda. O mejor todavía: vendamos ilusión a aquellos de nuestros compatriotas que la han perdido mientras veían –como nosotros– que sus impuestos iban a EREs falsos en Andalucía. Federalismo, referéndum o un buen marketing para España, pero hagan algo, porque estas cuestiones empiezan a afectar –y mucho– a la confianza de los mercados en nuestro país. Quien lo niegue, niega la evidencia.

Dicho todo lo anterior –que podría ser más largo pero no quiero ni aburrirles ni deprimirles más de lo necesario–,  que no nos acusen ni a mí ni a las pocas o muchas personas que coincidan con todo o parte de lo anterior de limitarnos a criticar. También proponemos soluciones. Y muy concretas. Ahí les recuerdo las mías (porque no son de ahora):

1. España debería convertirse en un paraíso empresarial. No tiene grandes recursos naturales ni los españoles podemos ponernos a trabajar a estas alturas como los chinos. Pero tenemos un país privilegiado comparado con la mayoría de los países desarrollados, en el sentido de que combina un buen clima, una excelente posición geográfica, una buena posición política y un buen nivel de infraestructuras y servicios (esto último muy mejorable). Sólo necesita que sus gobernantes generen el caldo de cultivo necesario para que el clima empresarial sea comparable al clima atmosférico, como ocurrió en su día en California, por poner un ejemplo. Mi propuesta la tienen en  el artículo “España, centro de negocios. Una tímida reforma laboral no es suficiente. Y seamos realistas: las reformas laborales ayudan, pero no son la base de la creación de empleo. Se crea empleo cuando se crean y/o se atraen empresas y empresarios, cuando se fomenta que crezcan y se desarrollen, todo al amparo de políticas que motiven y ayuden, no que creen obstáculos. Y dejen de hablar de emprendedores y no hacer nada por ellos. Si no van a ayudar, al menos cállense.

2. Hay que acabar definitivamente con la sangría que supone mantener vivas las cajas de ahorros (disfrazadas ahora de “bancocajas” fusionadas y refusionadas). Además representan una amenaza potencial adicional de imprevisibles consecuencias. Si les interesa mi propuesta la encontrarán en el artículo “Muerto el perro se acabó la rabia“. Y la amenaza a la que me refiero la describo en “ Una bomba de relojería”.

3. Hay que reciclar la clase política. Mi propuesta: “Doble paga, doble pena” (artículo que pueden encontrar en este mismo blog).

4. No podemos pagar varias administraciones públicas a la vez ni que sean tan grandes: hay que definir qué país queremos y qué país podemos tener. Con valentía y sin prejuicios. Lo hicieron los políticos de la transición. El trabajo no fue perfecto –casi ninguno lo es– pero ha funcionado razonablemente bien durante varias décadas. Si lo hicieron Suárez, Felipe González, Fraga, Carrillo y los líderes nacionalistas del momento, lo menos que deben hacer Rajoy, Rubalcaba y los políticos nacionalistas es estar a la altura de la historia.

5. Hay que dejar de apretar el gaznate a empresarios y trabajadores y que empiece a apretarse el cinturón el Estado. Los empresarios y los trabajadores son quienes nos pueden sacar de la crisis, no los políticos (sugiero lean “¿Rajoy de Loksley o Sheriff de Sherwood?” Aparte de reducir su elefantiásico e innecesario tamaño, el Estado español tiene un enorme patrimonio inmobiliario en los mejores sitios de las mejores ciudades, patrimonio que dada su calidad puede venderse a un precio razonable. Es cuestión de poner un precio adecuado y establecer un periodo cerrado para la compra, acabado el cual dejar claro que jamás volverá a salir a la venta. Las oportunidades únicas llaman la atención de los inversores.

6. Hay que ilusionar al país. Hay que ilusionar a sus habitantes. Hay que ilusionar a los que ahora quieren irse, para que cambien de idea y quieran quedarse. A los que emigran y a los que quieren independizarse. Lo consiguió “la roja” –la selección– porque son líderes y ganadores. También puede conseguirlo un político si es líder, ganador y encima tiene mayoría absoluta. Si sólo un 20% de los escoceses se declara favorable a independizarse del Reino Unido es sobre todo porque este último es una buena apuesta económica. Cualquiera que conozca Escocia y a los escoceses sabe que la mayoría se sienten profundamente independientes, pero también que son muy conscientes de que “la pela es la pela” (ellos dicen que es porque son pobres). Sea por el motivo que sea, pese a sentirse independientes, la gran mayoría no quiere separarse de un proyecto ilusionante como todavía es el Reino Unido. Tomemos nota.

Finalmente, y aunque lo parezca, quisiera aclarar que este NO pretende ser un artículo político. O no solamente político. No pasaría nada porque lo fuera, porque casi nunca escribo sobre política –no es mi negociado–, y si a veces lo hago es porque, desgraciadamente, actualmente las estrategias de inversión dependen como nunca de la política. Además, sé que hay mucha gente que piensa como yo y estoy encantado de hacer de altavoz de sus opiniones. Pero la génesis de este manifiesto es triple. Primero, política: me gustaría volver a creer en mi país. Segundo, económica: estoy harto de pagar con mis impuestos todo tipo de desatinos y corruptelas. Y, tercero, pero no menos importante, es de estrategia de inversión, porque me encantaría que España se convirtiera en una gran oportunidad de compra. Como ven, esto no va solo de política.

Ante las soluciones, básicamente coyunturales y de corto alcance, que conforman hasta la fecha la actuación de nuestros gobernantes en esta profunda crisis, basadas sobre todo en obtener recursos de las clases media y media-alta del país –los auténticos motores del crecimiento de una economía y los garantes de la estabilidad política de los estados–, quisiera manifestar, con todo respeto y siendo muy consciente de la dificultad que implica gobernar, que una situación tan grave como la actual requiere medidas más contundentes y liderazgos más acordes con la gravedad de la misma. Y creo que la situación actual puede calificarse de excepcionalmente grave porque: