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Víctor Alvargonzález

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El último penalti

Cada vez que ve uno jugar a la selección española de fútbol se le cae el alma a los pies al pensar por qué podemos ser

Cada vez que ve uno jugar a la selección española de fútbol se le cae el alma a los pies al pensar por qué podemos ser tan buenos en deporte, y en este caso en uno que además es un juego de equipo, y tan malos a la hora de competir económicamente como país. Y un país es un equipo. Con sus diferentes personalidades, actitudes, etc. ¿Por qué España no juega como equipo y su selección sí? ¿Por qué unos españoles pueden actuar con esa valentía, arrojo y determinación y aquí han tenido que pasar tres años para que el Gobierno decida "podar" la elefantiásica Administración del Estado?

Así que, cuando uno ve a la selección, se "viene arriba" y quiere aportar algo. Y como yo no soy político, ni estoy en el Gobierno, ni juego al fútbol y esto es un blog personal, pues creo que lo que puedo aportar son ideas. Ya propuse un modelo de negocio para España en el artículo 'Valencia, paradigma de la solución y el problema de España' y en 'España, centro de negocios', pero era sólo una parte de mi propuesta. Hoy voy a intentar cerrar el círculo con dos sugerencias complementarias, una de largo y otra de corto plazo.

Porque hay dos cosas más que se podrían hacer, además de las expuestas en los artículos citados, y que me recuerdan a ese estupendo anuncio en el que se junta en una habitación a españoles creativos, valientes y emprendedores, respetados en sus profesiones, con los jugadores de la selección española de fútbol. Sin que los primeros supieran con quién se iban a encontrar, lo cual, por cierto, se notaba que era cierto y añadía emotividad al encuentro. Por fin, un español en la televisión sólo por ser empresario, creativo, investigador, médico, diseñador, y no por llevárselo crudo desde un puesto político.

En los post 'Valencia….' Y 'España, centro de...', venía a decir que antes que trabajar como los chinos y bajarnos los sueldos a su nivel para competir –un mal plan–, y dado que aquí no acabamos de innovar ni fomentar la innovación, pues aprovechemos el pedazo de país que tenemos y sus excelentes infraestructuras para que los extranjeros que innovan, crean y exportan lo hagan desde aquí. En otras palabras: ser un imán para las empresas punteras de todo tipo que hoy en día pueden establecerse igual aquí que en Irlanda, solo que aquí hace mucho mejor tiempo y se vive mucho mejor. Vamos, que venía a decir que si en los años 60 creamos un modelo de negocio basado en el turismo –que funcionó, que sigue funcionando y que debemos cuidar y mantener–, ¿por qué ahora, en lugar de limitarnos a traer suecos, ingleses o alemanes durante un par de meses, no nos los traemos a ellos y a sus empresas todo el año? Generarían muchos más ingresos para el país, mucha más actividad económica –y no sólo servir copas– y algo se nos pegaría de esas empresas y esos profesionales punteros. El cómo hacerlo lo explico en los mencionados artículos y no voy a aburrirles repitiéndolo aquí.

Pero España no sólo tiene clima, infraestructuras y vía directa hacia los mercados emergentes de Latinoamérica, entre otras cosas. El español, además de jugar bien al fútbol, al tenis, al baloncesto o pilotar motos y coches como el mejor, es también otras dos cosas: creativo y emprendedor. O al menos lo son muchos españoles.

Les voy a contar un caso que tengo muy cerca. Cuando hablas con chavales que están cerca de finalizar la carrera te llevas primero el disgusto de ver cómo tienen asumido que, o se van fuera, o aquí no van a tener trabajo. Así de claro te lo dicen. Pero como les digo, tengo también un esperanzador ejemplo cerca: un grupo de jóvenes que, viendo que lo que les gusta es su país y que los únicos trabajos que pueden conseguir en él son repartir pizzas, panfletos por la calle o trabajar en condiciones infrahumanas –en cuanto a horario– como becarios en empresas de postín, han decidido ponerse las pilas y pensar diferente.

Así que llegaron a una conclusión: tenemos conocimientos –están acabando sus carreras–, tenemos ganas, tenemos ilusión (parece que hablamos de la selección, ¿verdad?): ¡pues vamos a montar un negocio! En este caso concreto hablo de un grupo que conoce bien la tecnología, las redes sociales el marketing y la publicidad. Y asisto a la creación de dos proyectos: uno busca el éxito por la innovación; el otro, por el abaratamiento de costes. En el segundo, aunque son chavales, no vean que capacidad creativa tienen –en el fondo es lógico en un joven– y cómo manejan las herramientas de diseño, las informáticas, las cámaras… Vamos que en el mundo de la publicidad on line pueden competir  –hasta con ventaja si me apuran–, y no sólo porque están dispuestos a cobrar menos que sus mayores –mejor un sueldo bajo haciendo lo que te gusta que repartiendo propaganda–, sino porque han nacido en el mundo de nuevas tecnologías y se manejan en ellas como pez en el agua, con lo cual su servicio puede ser mucho mejor en ese campo. Precio atractivo, buen producto y ventaja tecnológica competitiva. ¡Suerte chavales!

¿Y creen ustedes que desde el Estado les ayuda alguien? Pues no señor, el dinero del Estado es para 'bancocajas' en apuros y para mantener políticos en fundaciones, sillones y empresas públicas. Ninguna ayuda para jóvenes emprendedores. Yo les veo como tratan de entender y moverse entre toda la burocracia que supone la creación de una empresa (y eso que no saben lo que es liquidar una) y se les cae el alma a los pies. Pero siguen adelante, como la selección, se van a la gestoría, preguntan, buscan a un colega que esté acabando derecho y luchan hasta el final. Como la selección, que no ceja hasta el último penalti, como ocurrió el jueves ante Italia. Y no cejan porque quieren un trabajo digno y si no se lo ofrece el país, si la montaña no viene a Mahoma, pues Mahoma va a la montaña. A esos emprendedores es a los que hay que ayudar de verdad, y no llenarse la boca de buenas palabras y luego volverles locos a notarías, registros, pólizas, papeleos y papelillos y toda esa burocracia inútil. Y ofrecerles gabinetes de información para ayudarles desde a hacer un plan de negocio a cómo manejarse en el laberinto laboral o administrativo. O mejor: eliminar el laberinto.

Pero tanto esta como las ideas que mencionaba en mis post anteriores son de largo plazo. Cuanto antes empecemos, mejor, eso es cierto, pero ninguna de ellas va a dar resultados a corto. En cambio hay una medida de corto plazo que incomprensiblemente no toman y que sí que daría resultados a corto: bajar de una vez los impuestos a las clases medias y medias altas, verdaderos motores del consumo. Cuando se dice que los bancos no prestan porque no quieren, es falso. Si un banco ve que una empresa tiene contratos y demanda que satisfacer con sus productos o servicios, claro que le presta. Por supuesto que una 'ayudita' del BCE para descargar a los bancos solventes de préstamos dudosos o canalizar directamente prestamos a las pymes estaría muy bien, pero lo que de verdad hace que una empresa pida y reciba un crédito es que su negocio funcione. Y este país, señores del Gobierno, no depende desgraciadamente de las exportaciones. Depende  de las pymes y el consumo interno. Ojalá el cambio de modelo de negocio nos lleve a depender de las exportaciones y el I+D, pero desgraciadamente eso no es así y va a pasar mucho tiempo hasta que lo sea. Si es que llegamos a verlo. Así que ayuden a las pymes y fomenten el consumo interno. Ya verán qué rápido empieza a fluir el crédito. Porque si las empresas no tienen clientes, obviamente, no fluirá.

El Gobierno ha tomado una medida valiente e importante con su plan de ahorro para la Administración –aunque ya podrían haberse puesto antes a ello, nos habríamos ahorrado ya los 37.000 'kilos' de euros y habríamos evitado alguna que otra subida de impuestos–, así que ahora tiren por favor el último penalti: con lo que se están ahorrando con la prima de riesgo –gracias a crujirnos a impuestos–, con lo que se van a ahorrar en prestaciones sociales y con lo que van a a ahorra  -¡por fin!– en gastos superfluos y suntuarios de las administraciones, tiren de una maldita vez el último penalti y ganen el partido: bajen los impuestos en lugar de esa nueva subida de impuestos indirectos que amenazan realizar y Dios sabe cuál otra, dejen ya de cargarse el consumo y la inversión, reláncenlo, que es el primero –que no el único– paso para salir de la crisis. O piensan que subir los impuestos al alcohol es una buena idea. Hala, menos gente consumiendo en los bares en pleno verano. ¡Genial!

Así que, como siempre, les deseo que pasen un buen fin de semana y les sugiero que aprovechen para salir a cenar y pedir un buen vino, que me temo que, en breve, del vino –al menos del bueno– tendrán que prescindir gracias a la subida de impuestos. Y la bodega tendrá que prescindir del ingreso correspondiente a esa venta. Y entonces acabará a su vez prescindiendo de un trabajador. Ese es el perverso efecto secundario de seguir sólo el 'camino fácil' de las subidas de impuestos como única vía para arreglar las finanzas públicas, como le dijo el Sr. Draghi al Sr. Rajoy. Pues parece que no lo ha pillado…

Cada vez que ve uno jugar a la selección española de fútbol se le cae el alma a los pies al pensar por qué podemos ser tan buenos en deporte, y en este caso en uno que además es un juego de equipo, y tan malos a la hora de competir económicamente como país. Y un país es un equipo. Con sus diferentes personalidades, actitudes, etc. ¿Por qué España no juega como equipo y su selección sí? ¿Por qué unos españoles pueden actuar con esa valentía, arrojo y determinación y aquí han tenido que pasar tres años para que el Gobierno decida "podar" la elefantiásica Administración del Estado?