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Víctor Alvargonzález

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El que ríe el último, ríe mejor

A pesar de su risa, Draghi no puede estar relajado como Yellen porque tiene por delante una tarea hercúlea: evitar que la Eurozona entre en un proceso deflacionista

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La portada del Financial Times del viernes es para guardarla. Aparece una foto de Draghi riéndose. No es que sonría, no: es que se ríe a carcajada limpia. Esa forma de reír que sólo consigues cuando estás relajado. Draghi no va a estar tan relajado como la señora Yellen, que recibe cada día datos de una economía que no genera inflación, donde el elemento deflacionista es sano porque se basa en la bajada del precio del petróleo y la renaciente competitividad de la dinámica economía norteamericana, no porque el PIB y el IPC estén en la UVI, como ocurre en Europa. La señoraYellen tiene una buena tarea por delante, pero si empieza ya, aprovechando que la situación es casi idílica, tendrá tiempo de devolver el balance de la Reserva Federal (Fed) y su política monetaria a la normalidad. El señor Draghi ríe porque por fin va a poder hacer su trabajo.

Fuente: Michael Probst/AP

Draghi no puede estar relajado como la señoraYellen porque tiene por delante una tarea hercúlea: evitar que la Eurozona entre en un proceso deflacionista “a la japonesa” (ver “La japonetización de la economía occidental”, artículo de hace cuatro años, pero que creo que está de plena actualidad). Tiene que compensar la tenue acción de los gobernantes europeos, que, si hubieran realizado reformas valientes podrían haber hecho de la Eurozona una economía capaz de competir con Estados Unidos y los países emergentes. Una Europa donde se premiara el esfuerzo y la innovación en lugar de castigarlos con impuestos confiscatorios. Una Europa donde se subvencione el I+D en lugar de a organizaciones y empresas caras e inútiles. Una Europa que convirtiera sus “michelines” (patrimonio no productivo del Estado) y la reducción de la burocracia en dinero en el bolsillo de los ciudadanos, para que así creciera la demanda interna y bajara el endeudamiento privado.

Pero no. No ha sido así. Se han hecho cosas, algunas valientes-reforma laboral española, por ejemplo–, pero son pocas. El proceso es lento y siempre llegan tarde. Alguien tenía que hacer algo para encender el motor. Y ese “alguien” espera ser correspondido. Estoy seguro de que la que podríamos calificar como nueva actitud del BCE no será gratuita para los gobiernos. Van a tener que remangarse y pensar en cómo crecer y competir, no en luchar por dejar todo como está.

Este “nuevo” y realista BCE lo define mucho mejor el texto del Financial Times que sigue a la foto de Draghi partiéndose de risa –habría que ver la del señor Weidmann, representante del Bundesbank, debió ser un poema– y que dice, textualmente, (con permiso del Financial Times):

“Mario Draghi se ha asegurado el apoyo unánime del Consejo de Gobierno del BCE para inyectar un billón de euros para rescatar a la Eurozona del estancamiento”

Yo, para ser más preciso y centrarnos en el mandato constitucional del BCE, habría puesto “para evitar que el estancamiento lleve a Europa a la deflación”, dado que el mandato del BCE no incluye promover el crecimiento, sino la estabilidad de precios. Y ni la inflación excesiva ni la deflación son estabilidad de precios. Para entendernos: la estabilidad de precios –que el BCE y en general los bancos centrales definen como una inflación entre el 1% y el 2%- es como la fiebre: por encima de 36º (inflación), malo. Por debajo (deflación), malo también (hipotermia). El problema es que el estancamiento europeo nos está llevando a la deflación.

Lo primero que supone un cambio de tercio sumamente importante es que la decisión es “unánime”. Unánime, señores, incluye al Bundesbank. Hace aproximadamente año y medio el señor Weidmann declaraba que el principal riesgo de la Eurozona era la inflación, con “in” de inflarse, no “de” de desinflarse (*). Vaya ojo. (Ver “El Sr. Weidmann se equivoca”).

(*) Por cierto: los términos “inflación” y “deflación” vienen del inglés “inflate” (inflar) o “dissinflate” (desinflar), referido a los precios -al IPC-, por eso no es correcto –económicamente hablando, no ségramaticalmente- hablar de “inflacción” o “deflacción” con dos “c”.

Luego viene la cifra: un billón de euros. Un billón de euros que esta vez no es para rescatar bancos, que también (indirectamente), sino para ayudar a las empresas a refinanciar sus deudas. Es dinero para el llamado esquema TLTRO (“Targeted Long Term Refinancing Operations”). “Targeted” –dirigido– exclusivamente a la concesión de créditos a las empresas, para “Long Term Refinancing Operations” –o sea, para Operaciones de Refinanciación a Largo Plazo-,lo que hablando en plata viene a ser que una empresa puede ir al banco, tomar dinero barato –el BCE se lo presta a los bancos al 0,15% con la condición de que vaya exclusivamente a créditos, y ahora el BCE es el órgano supervisor de toda la banca europea- y con ese dinero amortizar un crédito anterior más caro, con el ahorro de costes que eso implica para el futuro. Y el préstamo no es una línea de crédito a un año, no: el vencimiento es hasta cuatro años.

No se me lancen al cuello: ya sé que el TLTRO se aprobó hace tiempo y que está en funcionamiento. La diferencia es el tamaño. Y aquí –y esto también lo dijo Draghi– el tamaño importa. Estamos hablando de que una parte importante del“billonazo” es para esos créditos, y ahora sabemos más sobre su cuantía. Imaginen cómo van a bajar los costes financieros de las empresas en los próximos años. Y ya saben el impacto que tiene eso en la cuenta de resultados.

Pero de las declaraciones de Draghi se deduce otra cuestión importante: el apoyo “unánime" –esta palabra es absolutamente clave– lo es también para tomar medidas no convencionales. ¡Toma del frasco, Carrasco! Vamos a la compra masiva de deuda corporativa. En otras palabras: si en el mercado llega alguien, en este caso el BCE, que no es cualquiera, y se declara dispuesto a comprar masivamente bonos de empresas –que no tienen por qué ser sólo bancos, pueden ser de empresas industriales o de otros sectores– lo que ocurre es que sube el precio de esos bonos y en paralelo baja el tipo de interés (la relación precio/tipo de interés es inversamente proporcional).

Hablando en plata: las empresas europeas podrán emitir deuda a precios de saldo. Una medida valiente y justa, porque en lugar de premiar a los culpables –los gobiernos que se endeudaron para ganar votos creando riqueza artificial- premia a las víctimas: las empresas –serias- y sus empleados.

Y finalmente: ¿premiará también a los que no hicieron los deberes? En otras palabras: ¿comprarádeuda soberana, bonos de estados de la Unión con gobernantes de esos que piensan que el dinero de los impuestos “no es de nadie”, como dijo aquella inefable ministra socialista? Pues señores: la puerta ha quedado abierta. El que quiera entender que entienda, pero es casi más “no convencional” comprar ABS –paquetes de créditos de cobro “dudosillo” de la banca, ya que el “billonazo” también va a servir para descargarles la “mochila”- o incluso bonos de empresas, que la inyección de liquidez vía compra de deuda pública en el mercado (no en las emisiones gubernamentales, ojo) cuestión que, no sé muy bien porqué, los “sadomonetaristas” consideran la medida menos ortodoxa. Injusta sí, pero ¿poco ortodoxa? Pero si los bancos centrales inyectan o drenan liquidez todos los días en el mercado comprando o vendiendo letras y bonos del Estado. En todo caso, lo que será “no convencional” es el importe, pero no la medida de política monetaria.

Draghi no mencionó ayer en ningún momento la cifra del billón (trillionen nomenclatura anglosajona). Fue más “florentino” (de Florencia): dijo que si era necesario “llevaría el balance del BCE a niveles de marzo de 2012”. Eso nos dice dos cosas importantes: la cifra a la que está dispuesto a llegar, claro, pero lo realmente importante es que nos transmite su preocupación –y ahora parece ser que también la de todos sus compañeros, porquela misma cifra es a la que llegó cuando el euro estuvo a punto de implosionar. El billón que dedicó a dar liquidez al sistema –especialmente a los bancos, que, por cierto, lo han devuelto en la mayoría de los casos– para que no desapareciera la divisa de la Eurozona (y con ella la Eurozona, lógicamente).

Curiosamente, que Draghi & Co. estén preocupados es motivo para que tanto ciudadanos como inversores se relajen un poco. Y cuidado: que inversores no son esos “ricos” tan denostados en nuestro país. Mucho del dinero que hay en fondos de inversión y de pensiones es de gente de clase media que ha trabajado y ahorrado toda su vida. Basta ya de demonizar a los inversores como si todos fueran ricos especuladores. Que suba la bolsa o que mejore la pensión futura del tenedor de un plan de pensiones por una acción del BCE es bueno, porque garantiza el bienestar futuro del pensionista y la salud de la que ha sido siempre una buena fuente de financiación adicional para las empresas –la bolsa-, que, al fin y a la postre, son las que dan trabajo a la gente.

Feliz fin de semana a todos y especialmente al señorDraghi, que hoy dormirá algo más tranquilo. No quiero sonar demasiado optimista. Le –nos- falta convencer a los políticos para hacer reformas que fomenten el trabajo, el esfuerzo y la innovación, los verdaderos motores de la economía, para que dentro de un año estemos todos los ciudadanos europeos tan contentos como ayer lo estaba él. Pero por algo se empieza. Y él –ellos– están moviendo ficha.

La portada del Financial Times del viernes es para guardarla. Aparece una foto de Draghi riéndose. No es que sonría, no: es que se ríe a carcajada limpia. Esa forma de reír que sólo consigues cuando estás relajado. Draghi no va a estar tan relajado como la señora Yellen, que recibe cada día datos de una economía que no genera inflación, donde el elemento deflacionista es sano porque se basa en la bajada del precio del petróleo y la renaciente competitividad de la dinámica economía norteamericana, no porque el PIB y el IPC estén en la UVI, como ocurre en Europa. La señoraYellen tiene una buena tarea por delante, pero si empieza ya, aprovechando que la situación es casi idílica, tendrá tiempo de devolver el balance de la Reserva Federal (Fed) y su política monetaria a la normalidad. El señor Draghi ríe porque por fin va a poder hacer su trabajo.

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