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Cómo consigue competir Elda con Shanghai
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Víctor Alvargonzález

Telón de Fondo

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Cómo consigue competir Elda con Shanghai

¿Cómo lo hacen en Elda, cuna del calzado? El merito de los españoles que compiten en el mercado global es inmenso, porque el apoyo del Gobierno es mínimo

Es sólo una opinión, pero creo que la vía para competir con las economías emergentes no son los precios, sino el talento. Si para competir con las empresas chinas la fórmula fuera nivelar los salarios españoles con los chinos, lo que conseguiríamos es una revolución, no un aumento de ventas. Y un retraso social inaceptable después de lo que nos ha costado llegar hasta aquí. Y si dependemos de la devaluación del euro, podemos esperar sentados, porque, al ritmo que va el “estímulo” del Banco Central Europeo, qué duda cabe de que el euro bajará, claro, y más cuando se den cuenta del tamaño del retraso que llevan en su prevención de la deflación, pero pasará mucho tiempo hasta que tengamos una depreciación del euro que suponga una ayuda significativa a nuestros exportadores frente a la política de devaluación salvaje que sigue, por ejemplo, Japón. Y no entro a juzgar si es una buena o mala la política económica para Japón. Sólo digo que eso es lo que hay.

El caso es que si los norteamericanos compiten por el mundo entero con los países emergentes, basándose, sobre todo, en su capacidad de I+D, su apoyo al emprendedor, al esfuerzo y en genios del marketing como fue Steve Jobbs, ¿por qué no van a hacerlo los españoles? Puede que nuestra clase política sea mediocre, pero no creo que lo sean nuestros empresarios y trabajadores.

Así que, aprovechando que ando de charlas y conferencias por España, busco información con el mejor indicador económico que existe: la calle. En mi caso, hablo sobre todo con empresarios que tienen a bien asistir a mis conferencias, con los agentes de Tressis de cada plaza y con los profesionales y trabajadores con los que tengo la oportunidad de charlar después de las conferencias. Y voy llegando a conclusiones que pueden ser de utilidad a otros empresarios que se encuentren en situación parecida.

La primera es que aquí el mérito de quienes compiten en el mercado global es inmenso. El apoyo gubernamental es mínimo –quitando excepciones puntuales como la reforma laboral– y el autonómico suele ir bastante mal dirigido, cuando no es una pura fachada para otro tipo de intereses. El apoyo “moral” de los gobiernos es más bien nulo. Hace falta vocación y ganas de competir cuando sabes que al final el Estado se va a llevar en impuestos directos e indirectos más del 60%-o incluso el 70% donde hay impuesto sobre el patrimonio- de lo que ganas con el sudor de tu frente.

Por si fuera poco lo anterior, el laberinto burocrático y el marasmo de legislaciones españolas y europeas obligam al empresario a asumir elevados costes jurídicos y administrativos que no soporta un empresario chino o de Sri Lanka. Y encima tu moneda de referencia no ayuda. Eso por citar sólo algunos de los “apoyos” que reciben nuestros empresarios y los trabajadores y proveedores de sus empresas.

Es admirable cómo, aun así, ahí está ese aproximadamente 30% del PIB que va a la exportación compitiendo e incluso ganando posiciones en un mercado global que es una auténtica selva. Así que donde voy trato de preguntarle a ese “30% del PIB”-que son personas, no cifras- cómo lo hacen. Porque en ellos, en los que, sea por inteligencia, voluntad o vocaciónhan sabido adaptarse, está la solución “española”no “ladrillera” y la respuesta a si vamos a ser capaces de salir adelante en este mundo económicamente abierto y ultra competitivo. Porque señores, seamos realistas: estamos solos. Si esperamos liderazgo político a lo Reagan, Thatcher o Clinton que fomente y apoye el esfuerzo y los modelos sostenibles de negocio, vamos dados.

Hace poco estuve en Elda. ¿Cómo lo hacen en Elda? Elda, Villena, etc.: cuna de empresarios, especialmente del calzado. Gente que en sus inicios se plantaba en Nueva York, en un hotelcon cuatro cajas llenas de zapatos, y acabaron montando fábricasque exportaban millares de unidades a los Estados Unidos. Teóricamente, ahora serían “carne de cañón” frente a una fábrica en Shanghái donde los obreros cobran una miseria y trabajan 15 horas diarias (y probablemente me quedo corto en lo de las horas).

Vayan por delante mis disculpas por las inexactitudes que, con toda seguridad, escribiré sobre la forma en que trabajan y consiguen competir estas empresas. Que me perdonen porque mi testimonio es de charla, de observador puntual, y no de un estudio detallado, pero he creído observar varios ejemplos interesantes al respecto.

No creo que nuestros empresarios se lo plantearan en términos tan académicos, pero la intuición empresarial es mucho mejor guía que la formación de “máster”. El caso es que las producciones chinas de calzado son enormes y muy competitivas en precio, pero resulta que hay un público para el que no es adecuada esa política: las mujeres. Importante nicho de mercado en cuestiones de calzado. Como es lógico, las preferencias del colectivo femenino en lo que a moda se refiere son cambiantes. Los hombres somos más “monotema”, pero la moda es muy importante en el caso femenino. O entre la gente joven de ambos sexos. Afortunadamente para la estética y la variación, que es donde está el gusto, como dice el refrán.

Así que nuestros avezados empresarios del calzado son conscientes de que, por ejemplo, desde una gran cadena de grandes almacenes hasta una pequeña tienda que compra a un mayorista, a ninguno le interesa tener enormes cantidades de un tipo concreto de calzado que puede funcionar muy bien unos meses pero, ¿qué haces con el stocksi cambian las preferencias de los clientes? Nuestros empresarios del calzado se adaptan rápidamente a la demanda y no exigen de los compradores grandes pedidos. Y siguen atentamente los cambios en los gustos de los consumidores. Pero, además, hay un detalle importante. En una producción masiva un error es igual de masivo. Y fatal. No hay vuelta atrás. En una producción más pequeña y “a la medida” es más fácil corregir el error o realizar un nuevo envío.

“Maquila”. Una palabra que no se menciona en un “máster”, pero que cualquier trabajador de la zona a la que hago referencia conoce perfectamente. Y muy importante en el asunto que nos ocupa. Es un sistema tan antiguo como las primeras fábricas. Básicamente, consiste en que cuando hay trabajo se trabaja a tope y punto; y cuando no, se baja el ritmo. Y a tanto produces, tanto cobras, pero siempre se respeta un mínimo. Pura adaptabilidad empresarial: si entra un pedido, los proveedores y trabajadores trabajan a tope y rápido para dar una respuesta inmediata y, por decirlo de alguna manera, “personalizada”, al cliente mayorista. Rapidez, producción a la mediday adaptabilidad a las necesidades del cliente. Bingo.

Según me comentan, la conflictividad laboral en estas empresas punteras que han sobrevivido a la crisis es muy baja. Hay una especie de acuerdo de mínimos para sobrevivir al envite emergente y a partir de ahí, se construye. Y hay confianza. Me comentan -gente que no son ni los empresarios ni los trabajadores de estas industrias– que en estas empresas hay un alto grado de confianza entre empresarios y asalariados. No me gusta hacer la distinción empresariosversustrabajadores porque da la sensación de que los empresarios no trabajan, y lo que he visto, aparte de mi propia experiencia empresarial, es que los empresarios -los serios, no los “piratillas”– trabajan mucho. Y no me refiero sólo a empresarios de esta zona. Hablo de empresarios en general, donde el 90% que he conocido es profundamente trabajador y vocacional. Y conozco a muchos porque mi trabajo es cuidar de su patrimonio.

Son sólo algunos ejemplos. Hay más temas interesantes, como los referidos a la productividad o la innovación (con cargo a la empresa, nada de apoyo estatal o autonómico, que ese dinero está para hacer aeropuertos en medio de la nada). Y todo lo anterior tampoco es exclusivo del calzado. Es simplemente que Elda es el último sitio en el que he tenido la oportunidad de indagar.

Esquemas competitivos, sean nuevos o adaptaciones de los antiguos, se dan en otras industrias de la zona, como son los juguetes y el textil. Y en toda España, de norte a sur, con formas diferentes, sí, pero al final es basándose en el ingenio y el talento empresarial como los empresarios buscan fórmulas, huecos, nichos, y, en definitiva, hacen cierta la máxima de Darwin de que el hombre no domina la tierra porque sea más fuerte –enfréntate sin armas a un tigre, digo yo–. Ni siquiera más inteligente –solo hay que ver las tonterías que un animal jamás haría por puro instinto-. No. Como dice Darwin, el hombre está en la parte alta de la cadena alimenticia por su mayor capacidad de adaptación.

Enhorabuena, señores empresarios, señores asalariados. Sigan utilizando el talento, la intuición, la unión de intereses y la capacidad de adaptación. No crearemos un Google, pero ahí tenemos en Elda cinco o seis grandes empresas de calzado que miran de tú a tú a sus competidores de países emergentes en sectores en los que tenían todas las de perder si de precio y costes se trataba. Y así, insisto, por todo el país. Qué pena que no se fomente más desde los gobiernos el empresariado y el esfuerzo.

El talento y la imaginación no sólo aflorarían en esos –geniales– chistes y chascarrillos que te llegan por Internet o WhatsApp. Afloraría también nuestro talento e ingenio empresarial. Pero, como decía el poema sobre el Cid, “que gran vasallo si tuviera buen señor”. Pues eso mismo, pero en plural. Porque aquí los “vasallos” han demostrado que saben “buscarse la vida”, pero sólo están los más duros, los que superan todas las barreras. Qué bueno sería facilitar que salieran esos otros “vasallos” igual de inteligentes, pero que no superan la prueba del marasmo burocrático, legal, la falta de apoyo institucional y de motivación económica (IRPF) por parte de los “señores”, más preocupados por recaudar el diezmo que por aumentar el terreno cultivable.

¡Buen fin de semana!

Es sólo una opinión, pero creo que la vía para competir con las economías emergentes no son los precios, sino el talento. Si para competir con las empresas chinas la fórmula fuera nivelar los salarios españoles con los chinos, lo que conseguiríamos es una revolución, no un aumento de ventas. Y un retraso social inaceptable después de lo que nos ha costado llegar hasta aquí. Y si dependemos de la devaluación del euro, podemos esperar sentados, porque, al ritmo que va el “estímulo” del Banco Central Europeo, qué duda cabe de que el euro bajará, claro, y más cuando se den cuenta del tamaño del retraso que llevan en su prevención de la deflación, pero pasará mucho tiempo hasta que tengamos una depreciación del euro que suponga una ayuda significativa a nuestros exportadores frente a la política de devaluación salvaje que sigue, por ejemplo, Japón. Y no entro a juzgar si es una buena o mala la política económica para Japón. Sólo digo que eso es lo que hay.

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