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La única salida es hacer que funcione el sistema
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Víctor Alvargonzález

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La única salida es hacer que funcione el sistema

Fuera burocracia, menos impuestos, premio al esfuerzo y que el Estado moleste lo menos posible y se limite a facilitar el comercio y el desarrollo empresarial

Foto: Fotografía de archivo fechada el 3 de mayo de 1985 que muestra al entonces canciller alemán Helmut Kohl (c) al presidente estadounidense Ronald Reagan (d) con la primera ministra británica Margaret Thatcher. (EFE)
Fotografía de archivo fechada el 3 de mayo de 1985 que muestra al entonces canciller alemán Helmut Kohl (c) al presidente estadounidense Ronald Reagan (d) con la primera ministra británica Margaret Thatcher. (EFE)

Dos son las recetas que proponen la mayoría de los economistas para sacar a la economía mundial del estancamiento. Por un lado, la que aboga porque los bancos centrales inunden el sistema de dinero, a ver si hay suerte, prende la mecha y toda esa liquidez decide ir a la economía productiva. Desgraciadamente, de momento, y pese a la ingente cantidad de dinero que se ha inyectado, el crecimiento económico mundial no acaba de despegar.

La otra receta es la de los que abogan por un plan “E” a nivel global, es decir, gasto publico dirigido a remodelar aeropuertos, construir autopistas, etc. La idea es que el Estado tome la iniciativa, encienda la mecha y ver si tiene continuidad en la iniciativa privada. Como los españoles ya sabemos para que sirvió el “plan E”, no me alargaré en explicar de qué va. También sabemos que su efecto es temporal y que si luego no toma el relevo la iniciativa privada, el plan será pan para hoy y hambre para mañana. Si se toma este camino y no se toman otras medidas, el mundo entero acabará como Japón, que tiene los mejores aeropuertos, autopistas y hospitales del mundo, pero también un ratio de deuda sobre PIB del 250%. Y no todo el mundo tiene esa capacidad de endeudamiento.

Yo me voy a permitir sugerir un planteamiento alternativo o, mejor dicho, complementario.

Desgraciadamente, de momento, y pese a la ingente cantidad de dinero que se ha inyectado, el crecimiento económico mundial no acaba de despegar

Tal y como lo veo, el problema de la opción keynesiana por las buenas –gasto público en infraestructuras- es el mismo que cuando enciendes un fuego con una pastilla de keroseno pero sin haber preparado bien la hoguera: empieza el fuego, parece que se anima, pero luego se apaga. La pastilla es la solución fácil, pero si la hoguera no está bien armada no sirve de nada.

Por su parte, inyectar liquidez de forma masiva sirve para crear el ambiente -de crédito- necesario para que se desarrollen los negocios, pero si luego los empresarios no perciben que hay incremento de la demanda, si no ven que tire el consumo, no usan el crédito, por mucho dinero que haya y barato que sea. Es como la metáfora del caballo: de nada sirve llevarlo al río si no tiene sed. En mi ejemplo sería como calentar y secar los troncos: una condición necesaria, pero no suficiente, para encender el fuego. Y es precisamente donde estamos ahora: hemos calentado los troncos – estímulo monetario, crédito barato - y no me extrañaría que pronto empezáramos a utilizar pastillas de parafina y keroseno –el plan “E”-, pero no se está haciendo nada para que la hoguera tenga continuidad. Y la experiencia japonesa da un toque de atención sobre el alto riesgo de que no prenda si uno se limita a calentar los troncos y echar una pastilla. Han inyectado liquidez, han invertido millonadas en infraestructuras y ahí sigue el Sr. Abe, dale que dale al mechero.

Mi propuesta es simple: calienten los troncos, echen la pastilla, enciéndanla, pero construyan una hoguera que una vez encendida se mantenga en el tiempo. En otras palabras: igual que el QE genera ambiente crediticio favorable –crédito barato-, creen también el ambiente que fomente la actividad empresarial y apoye a los emprendedores. Así, el plan “E” no caerá en tierra baldía.

Tenemos ejemplos históricos sobre cómo preparar esa hoguera con éxito. Y sin siquiera necesidad de aumentar el gasto público. Lo hizo Margaret Thatcher cuando se encontró el Reino Unido hecho trizas, lo hizo Ronald Reagan en unos EEUU que no levantaban cabeza y lo hizo Bill Clinton, a cuyos pechos creció Silicon Valley. Me dirán que todo eso acabó mal. Sí, pero no porque no funcionaran la puesta en marcha o el viaje inicial, sino porque, muchos años después, se pasaron de frenada. Pero antes de preocuparnos por la frenada habrá que pensar en arrancar. Vamos, digo yo.

El problema no es cómo hacerlo. Eso es la parte fácil. El problema es encontrar los líderes capaces de hacerlo. Y eso no es nada, pero que nada fácil

Como ya se ha hecho -y ahí están los libros para explicar cómo se hizo- no les voy a aburrir con los pasos a seguir. Ya hay libro de instrucciones. Lo que hicieron estos políticos y sus equipos es desatascar la maquinaria, engrasarla, ponerla en marcha y asegurarse de que se mantuvieran las condiciones para un buen funcionamiento posterior de la misma. Fuera burocracia, menos impuestos, premio al esfuerzo y que el Estado moleste lo menos posible y se limite a facilitar el comercio y el desarrollo empresarial en lugar de poner trabas a todo. En otras palabras: dejar trabajar a la gente y crear un ambiente que ilusione al que se esfuerza.

¿Por qué, me dirán, no se hace? ¿Me creo más listo que los otros? Si no lo han hecho será porque no es tan fácil, ¿no?

Pues sí que lo es, créanme. Como digo, el libro de instrucciones está disponible. La experiencia histórica también. ¿Saben cuál es el problema? Piensen en las personas que he mencionado, ¿qué tenían en común? Pues que eran auténticos líderes. Líderes natos. El problema no es cómo hacerlo. Eso es la parte fácil. El problema es encontrar los líderes capaces de hacerlo. Y eso, eso no es nada, pero que nada fácil.

Dos son las recetas que proponen la mayoría de los economistas para sacar a la economía mundial del estancamiento. Por un lado, la que aboga porque los bancos centrales inunden el sistema de dinero, a ver si hay suerte, prende la mecha y toda esa liquidez decide ir a la economía productiva. Desgraciadamente, de momento, y pese a la ingente cantidad de dinero que se ha inyectado, el crecimiento económico mundial no acaba de despegar.

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