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La diversificación, mejor si es inteligente
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Víctor Alvargonzález

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La diversificación, mejor si es inteligente

Olvídense de que diversificar sea tener “mucho, de todo y a mogollón”. Solo les servirá para complicarse la vida y pagar comisiones.

Foto: Gestor de bolsa. (EFE)
Gestor de bolsa. (EFE)

¿Qué ocurre cuando se crea una cartera juntando un montón de fondos de inversión que invierten en todos los activos del mercado? Un castizo diría que el resultado es “ni chicha ni limoná”. Vamos, que en el mejor de los casos ni se pierde ni se gana. Y en el peor, después de organizar todo ese follón, se puede incluso llegar a perder bastante.

Nada en el mundo de la inversión debe ir contra el sentido común. El problema no son las teorías, como en este caso la de la diversificación: el problema son las interpretaciones erróneas. Hacer un “totum revolutum” de tropecientos fondos y decir que ya has “diversificado” es falso. Pero que fácil es ganar dinero sin riesgo. Basta con “diversificar”.

Cuando tienes en cartera treinta fondos donde cada uno es de su padre y de su madre, lo más probable es que no ganes nada, simplemente porque lo que ganan unos activos financieros lo pierden otros. Puede ocurrir, aunque es muy raro, que un año ganen todos los activos, sectores y países a la vez, pero normalmente siempre hay ganadores y perdedores.

Foto: Foto: Reuters. Opinión
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Este año es un ejemplo de que con esa “diversificación” se puede llegar incluso a perder. Hasta la fecha, el año bursátil se resume en que sube EEUU y bajan el resto de bolsas. Así que quien, en aras a la diversificación basada en tener de todo, haya dado un peso igual a las zonas económico-geográficas más importantes, habrá ganado en casa de Trump, pero habrá perdido en las otras tres (Eurozona, Japón y Emergentes, China incluida).

Con ese planteamiento, el resultado de la parte de renta variable de la cartera es claramente negativo, porque, encima, entre los que han caído, son mayoría los que han caído mucho. Todo muy diversificado, si, pero resultado muy negativo.

En renta fija ocurre algo parecido: este año se gana en renta fija norteamericana denominada en dólares, especialmente en los plazos más cortos, pero se pierde o no se gana en el resto. El dólar tiene mucho que ver, cierto, pero también que letras y bonos norteamericanos con vencimiento a corto plazo obtienen cada vez mejor cupón gracias a la subida de tipos. El que haya “diversificado” comprando de todo en renta fija global está, de nuevo, perdiendo dinero.

Las teorías financieras, como lo es la de la diversificación, no deben ir nunca contra el sentido común. No fueron pensadas para eso

¿Significa esto que había que invertir todo en EEUU o todo en bonos de la FED a corto plazo? Evidentemente, no. Nunca se debe apostar todo a una carta, porque asumes un riesgo altísimo ¿Significa que no hay que diversificar? Por supuesto que no. Hay que diversificar, pero, como diría Arguiñano, “con fundamento”. Y yo añadiría que con sentido común.

En mi opinión, la forma inteligente de diversificar está en buscar activos que, siendo muy diferentes, pueden ganar en un determinado escenario de mercado, sin que ello implique que tenga que perder siempre uno si cae el otro. Es decir, pueden subir juntos pero no tienen porqué caer siempre juntos. Este año ha ocurrido con la renta variable norteamericana y el dólar, que no siempre van de la mano.

Lo que ocurre es que este año el escenario macroeconómico les beneficia a ambos. El resultado es que ganan los dos siendo activos diferentes. Y a veces se cubren mutuamente. Por ejemplo, cuando cae la bolsa USA por temor a la guerra comercial, sube el dólar y compensa la caída. Pero cuando luego sube la bolsa no se produce siempre una caída del dólar. Por eso este año ambos están en positivo: el S&P 500 sube un 7,80% en lo que va de año y el dólar sube un 3,35% frente al euro. Técnicamente, se dice que están correlacionados, pero que lo es sólo parcial. Vamos, que si fueran una pareja se diría que “salen” juntos pero que también tienen vida propia. Estos activos “distintos pero no distantes” en su resultado anual final deben suponer una parte importante de la cartera. La más importante.

Foto: Foto: Reuters.


Pero también hay que tener activos que estén descorrelacionados de nuestras apuestas principales. Y usted se preguntará: ¿pero no son esos los que nos llevan al resultado “suma cero”? Sí, pero estarán por un motivo (de hecho dos) y no porque sí. Y con un peso menor. El primer objetivo es amortiguar la volatilidad de la cartera. El segundo es que sean una especie de “seguro” para minimizar daños si nos hemos equivocado en nuestras apuestas principales. Pero en su peso justo. Las convicciones tienen que tener más peso que el seguro o el amortiguador.

Yo este año he sobreponderado bolsa norteamericana, pero también uso un fondo global que tiene una posición menor en Europa y en Japón. Me ha restado rentabilidad, cierto, pero si me hubiera equivocado en mi “convicción norteamericana” y hubieran subido Europa y Japón en lugar de EEUU, el daño generado por mi error sería menor que si me lo hubiera jugado todo a una carta.

Olvídense de que diversificar sea tener “mucho, de todo y a mogollón”

Todos los años se pueden crear carteras con activos que siguen caminos propios pero donde ambos pueden ser positivos y no depender totalmente el uno del otro, ni para bien ni para mal. La cuestión es detectarlos. Por ejemplo, la bolsa europea lo hizo bastante bien en 2017 y los bonos europeos también, gracias -en el caso de los bonos- al proceso de QE. Pero no iban siempre de la mano y de hecho es muy normal que cuando sube la bolsa bajen los bonos.

Otro ejemplo: en 2017, el oro subió a la vez que las bolsas -dos activos muy diferentes-, pero muchas veces el oro actúa de protección contra la caída de las bolsas. Todo depende de qué esté pasando en los mercados y de darse cuenta de cuales son las tendencias. La ventaja es que esas correlaciones –o no correlaciones– suelen durar bastante. Meses como mínimo, a veces muchos años. Acaban viéndose.

Foto: Ilustración del mercado alcista y bajista.


Hay que diversificar, pero intentando que el grueso de la cartera esté en activos que tengan base fundamental o técnica para poder moverse de forma independiente y finalmente positiva. Otra parte de la cartera, más reducida, debe ser nuestro seguro y nuestro amortiguador, con un peso acorde a nuestro perfil de riesgo. Productos con correlación negativa frente a nuestras convicciones, pero los primeros con moderación. Olvídense de que diversificar sea tener “mucho, de todo y a mogollón”. Solo les servirá para complicarse la vida y pagar comisiones. Las teorías financieras, como lo es la de la diversificación, no deben ir nunca contra el sentido común. No fueron pensadas para eso.

¿Qué ocurre cuando se crea una cartera juntando un montón de fondos de inversión que invierten en todos los activos del mercado? Un castizo diría que el resultado es “ni chicha ni limoná”. Vamos, que en el mejor de los casos ni se pierde ni se gana. Y en el peor, después de organizar todo ese follón, se puede incluso llegar a perder bastante.

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