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Ricos, digitales y con un buen sistema sanitario
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Víctor Alvargonzález

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Ricos, digitales y con un buen sistema sanitario

Este virus, además de cebarse en las personas con menos defensas, se ceba en las estructuras económicas más débiles, ya sean empresas, sectores o países.

Foto: Coronavirus en las favelas de Sao Paulo, Brasil (Reuters)
Coronavirus en las favelas de Sao Paulo, Brasil (Reuters)

Por si no fuera suficiente su capacidad de contagio, su letalidad y, en definitiva, su mala leche – si me permiten la expresión -, el COVID cumple además la ley de Murphy, esa que dice que si se cae al suelo una tostada siempre cae por el lado de la mantequilla. Porque este virus, además de cebarse en las personas con menos defensas, se ceba en las estructuras económicas más débiles, ya sean empresas, sectores o países.

Económicamente es un virus terriblemente injusto. Ataca a los vulnerables y beneficia a los fuertes. Es como si Robín Hood robara a los pobres para dárselo a los ricos. Las grandes empresas digitales no necesitaban ayuda de ningún tipo para comerse el mercado y, sin embargo, el virus se ha convertido en su mejor agente comercial. Un súper vendedor que no les cuesta nada ni cobra comisión alguna y, sin embargo, es capaz de convertir a ancianos en nacidos digitales y que hasta la administración española se plantee teletrabajar o incluso atender virtualmente a los ciudadanos.

A nivel empresarial es todavía peor. El virus no sólo favorece a quienes tienen ya el viento a favor, también ayuda a quienes siempre lo han tenido: las grandes empresas. Las pymes españolas ven como la banca o no responde o directamente niega los créditos gubernamentales, mientras que las grandes empresas pueden seguir funcionando cual zombis gracias al apoyo político y los bajos tipos de interés.

Foto: mercados-renta-variable-fija-covid-bra

A las pequeñas compañías las ayudas o no les llegan o lo hacen con tanto retraso que se ven obligadas a cerrar. El COVID no solo está matando a personas: está acabando con muchas pequeñas empresas cuyo negocio irá a parar a las grandes, que es en lo que acaban todas las crisis. Y luego se extrañan algunos analistas de fondos de que los fondos “de valor” que invierten en pequeñas empresas se hayan quedado atrás en la recuperación.

Ya puestos a ser injusto, este virus beneficia claramente al país rico frente al pobre. Y por si fuera poco, favorece a los que tienen la suerte de contar con políticos inteligentes y perjudica a los que tenemos políticos con ideas brillantes, como que o te dedicas al turismo y la hostelería o te dedicas a la tecnología, pero no a las dos cosas. Como si ambas actividades fueran incompatibles. “A Rolex o a setas”, vaya. El virus se ceba con los países cuyos políticos no han sabido - o les dio pereza - fomentar la empresa y la innovación, es decir, la participación en la revolución digital, haciendo pagar a los ciudadanos los errores de sus dirigentes.

En el otro lado de la balanza hay países como Alemania o Suecia, que no solo no dependen de negocios basados en la proximidad social, sino que cuentan con dinero de sobra para cuidar su tejido productivo, cosa que además han hecho. Y fueron han cuidadosos con sus cuentas y ahora pueden pedir prestado todo el dinero que quieran. Y no ya a un tipo de interés bajo, no, incluso cobrando. Resultado: países como Alemania cada vez será más ricos y países como España cada vez serán más pobres. Es más: no hace falta tener superávit, basta con tener liderazgo digital y credibilidad. Miren sino a EE.UU.

Esos países serán los que menos tengan que interrumpir su actividad productiva en caso de rebrotes y los que antes vacunarán masivamente

En Nextep le damos tanta importancia a la desigualdad económica que va a crear el virus, que hemos elaborado un nuevo indicador como herramienta adicional para establecer prioridades en cuanto a la selección de países y sectores. Como es nuevo le llamamos coloquialmente “de salud & dinero”, aunque obviamente tendremos que buscarle un nombre más serio. Serio o no, pensamos que hay que tener muy en cuenta los recursos de un país, tanto sanitarios como económicos, a la hora de decidir si recomendamos invertir en el mismo.

En este indicador puntúan alto los sistemas sanitarios realmente sólidos - no vale “ir de boquilla” -, porque esos países serán los que menos tengan que interrumpir su actividad productiva en caso de rebrotes y los que antes vacunarán masivamente a su población, lo que a su vez fomentará la productividad y el consumo interno. Y ser rico puntúa también muy alto porque si falta dinero para compensar las interrupciones económicas, permite endeudarse a coste cero o negativo. Sin depender de ayudas y condicionamientos exteriores.

Y por supuesto no olvidamos el indicador “participación en la revolución digital”, que tan buenos resultados nos ha dado hasta la fecha y que seguirá dándolos, porque muchos de los cambios que ha provocado el COVID serán permanentes. Ricos, digitales y con un buen sistema sanitario. Los que lo tienen todo son los auténticos beneficiarios de este virus tan injusto.

Por si no fuera suficiente su capacidad de contagio, su letalidad y, en definitiva, su mala leche – si me permiten la expresión -, el COVID cumple además la ley de Murphy, esa que dice que si se cae al suelo una tostada siempre cae por el lado de la mantequilla. Porque este virus, además de cebarse en las personas con menos defensas, se ceba en las estructuras económicas más débiles, ya sean empresas, sectores o países.

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