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Prioridad número uno: orientarse y fijar rumbo
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Víctor Alvargonzález

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Prioridad número uno: orientarse y fijar rumbo

Hay que buscar la forma de tener una idea de dónde está uno y qué dirección debe tomar

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Foto: Reuters

He de confesar que soy un gran aficionado a los programas de supervivencia. Y no me refiero a esos de famosos a los que sueltan en una isla, pero con todo tipo de facilidades en la isla de al lado. Me refiero a los de verdad, a los que dan verdaderos profesionales de supervivencia en condiciones extremas.

No sé si la afición me viene por mi condición de empresario o por mi trabajo en los mercados. De hecho, si algún día impartiera un “máster” sobre empresa o inversiones, utilizaría muchas de las cosas que se enseñan en los cursos de supervivencia.

En lo referente a los inversores, la situación actual es un ejemplo clarísimo. Es lo más parecido a la situación de confusión y miedo de quien se encuentra en medio de la selva con lo puesto.

Foto: EC.
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En ese contexto, según los expertos, la prioridad número uno es orientarse. Hay que buscar la forma de tener una idea de dónde está uno y qué dirección debe tomar. Entre otras cosas porque, para encontrar agua, que sería la segunda prioridad, hay que buscar una zona que tenga aspecto de tenerla.

En una selva, para orientarse hay que elevarse, y no me refiero espiritualmente, sino físicamente: subirse al árbol más alto o a la colina más elevada. En los mercados el equivalente sería mirar a tres o seis meses vista y plantearse cómo será el mundo y, sobre todo, la situación económica y financiera.

Ciertamente, no tenemos la bola de cristal, pero tenemos que orientarnos o podemos darnos por muertos. No tenemos la bola de cristal, pero tenemos información. Y podemos calcular probabilidades. Tampoco tenemos una brújula en la selva y aun así tenemos que tomar la decisión de si nos interesa más dirigirnos al mar o quedarnos en la selva. O tratar de orientarnos con el movimiento del sol, que no es tan fácil ni tan exacto, pero es mejor que nada.

Foto: Concentración frente a la Bolsa de Nueva York, en Wall Street, en 1942. (Getty Images)

La información que tenemos actualmente - y cierto sentido común - nos dicen que, aunque se ponga muy gallito, a Putin no le interesa una guerra larga. Le cuesta 20.000 millones de dólares al día y dentro de un mes el daño de las sanciones será patente en Rusia: hiperinflación, falta de todo tipo de recambios para cualquier producto occidental, retroceso tecnológico, depresión económica (incluida la de sus secuaces), etc. También será patente la llegada de ataúdes, que se incrementará de forma proporcional a la lucha callejera, que es donde el ejército ruso dejará de jugar con ventaja.

Más importante todavía es que Putin está ya cerca de conseguir, en la práctica, el grueso de sus objetivos. Tiene Crimea y el Donbás y va a camino de conseguir la “desmilitarización” de Ucrania mediante la destrucción de gran parte de su ejército y estructura militar. En cuanto a la “neutralidad”, la está consiguiendo por la vía de la coacción. Con una pistola en la sien todos somos “neutrales”. Y pronto tendrá millones de rehenes (los habitantes de las grandes ciudades).

Probablemente, desde esa posición sí qué estará abierto a negociar. Y es cuando el mercado se dará la vuelta, al menos temporalmente.

El rebote bursátil lo podemos comparar supervivencia con que llueva y almacenes agua en un recipiente. Se aguanta mucho tiempo sin comer pero muy poco sin beber. Tampoco se aguanta mucho viendo caer el mercado un día sí y otro también. No estamos tan lejos de que llueva y, de hecho, algo de lluvia ya ha caído.

Foto: Christine Lagarde, presidenta del BCE. (EFE/Petit Tesson)

Pero igual que cuando se encuentra agua hay que asegurarse de que se bebe la que suponga menos riesgo de enfermar, en el caso del rebote hay que quedarse con aquello que tenga futuro y aprovechar para vender lo que no lo tiene. Hemos entrado en un nuevo escenario de mercado y si hay algo que tenemos claro a la hora de orientarnos es que el nuevo entorno será inflacionista. Y en un entorno inflacionista no todos los activos, sectores y países funcionan igual.

Como verán, no he dicho estancamiento e inflación, es decir, estanflación: digo inflación, pero con crecimiento. Menor crecimiento del esperado, cierto, pero Rusia no es tan importante en la economía mundial como para eliminar el efecto del estímulo económico que han lanzado los gobiernos para compensar el impacto de la pandemia, un estímulo que ahora se verá incrementado por el gasto adicional en defensa. Además, ahí seguirá el dinero de los bancos centrales, que una cosa es no seguir inyectando liquidez y otra retirarla. Por lo tanto, también habrá activos, sectores y países que crezcan. Y seguirán las ganas de vivir, y por lo tanto de consumir, de la gente, que ya estaba deseando olvidarse del virus y en unos meses también estará deseando olvidarse de la guerra.

Con la tranquilidad que da haber conseguido agua, podemos pasar a conseguir alimento. De nuevo, no nos vale cualquier alimento. Como en el caso del agua, hay alimentos tóxicos y no hay nada más peligroso en una situación de supervivencia que enfermar. Tenemos que dar prioridad a los activos, sectores y países que se beneficien - o al menos no sufran - por la acción restrictiva de los bancos centrales. Porque tan pronto vuelva cierta tranquilidad, los bancos centrales reforzarán sus esfuerzos antiinflacionistas.

Finalmente, hay que decir que tenemos una gran ventaja sobre el superviviente: nosotros podemos tener un plan B para el caso de que funcionara la ley de Murphy, algo nada descartable en política. Pero de ese otro “rumbo” hablaremos otro día.

He de confesar que soy un gran aficionado a los programas de supervivencia. Y no me refiero a esos de famosos a los que sueltan en una isla, pero con todo tipo de facilidades en la isla de al lado. Me refiero a los de verdad, a los que dan verdaderos profesionales de supervivencia en condiciones extremas.

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