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El cártel de Biden (y crucemos los dedos)
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Víctor Alvargonzález

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El cártel de Biden (y crucemos los dedos)

Las sanciones son un claro ejemplo de cómo algo moralmente obvio puede acabar produciendo el resultado contrario

Foto: Los precios de la gasolina al alza EFE/Emilio Naranjo
Los precios de la gasolina al alza EFE/Emilio Naranjo

Estoy a favor de cualquier medida que ayude a que se detenga la invasión de Ucrania. Pero que la intención sea buena no significa que en la práctica todas las iniciativas funcionen. A veces incluso pueden resultar contraproducentes. Como dice el proverbio “el infierno está lleno de buenas intenciones”.

Personalmente pienso que las sanciones están “funcionando” mejor en Europa que en Rusia, y que lo que está deteniendo el avance de Putin es el apoyo militar, económico y de los servicios de inteligencia occidentales. Con la ventaja de que estos apoyos no tienen efecto rebote sobre las economías occidentales.

Las sanciones son un claro ejemplo de cómo algo moralmente obvio –no se puede ayudar al agresor a financiar la agresión– puede acabar produciendo el resultado contrario. Y, en este caso concreto, crear un efecto rebote que puede debilitar el apoyo popular occidental que tanto necesita el agredido.

Foto: Jill Biden, junto a su marido Joe Biden. (EFE/EPA/Yuri Gripas)

Ha quedado demostrado muchas veces: es imposible ponerle puertas al campo. Al final el petróleo ruso llega al mercado. Y encima llega mucho más caro, porque tiene que pasar por intermediarios, es decir, países que no aplican el régimen de sanciones. Y ya se sabe: a más intermediarios, más caro el precio final.

En cuanto al grano o los fertilizantes, pasa algo parecido. Aunque las sanciones no van dirigidas a los alimentos, en la práctica y con el sistema bancario cerrado a Rusia (primer productor de cereal del mundo) y sanciones al transporte marítimo relacionado con Rusia, el grano no sale o lo hace a través de rodeos e intermediarios que encarecen el producto. Y luego ya se ocupan los rusos de que no salga el grano ucraniano (5º productor mundial). Así, lo que en Europa duele en forma de precio, en el tercer mundo es una tragedia (en forma de hambruna). Y es también un excelente caldo de cultivo para que lleguen los “salvadores” chinos o rusos frente al malvado occidente. En cuanto al gas, la simple amenaza de “sancionarlo” o de que Putin corte el grifo ha mandado el precio a la estratosfera.

La simple amenaza de que Putin corte el grifo ha mandado el precio a la estratosfera

Les cuento todo esto para que entiendan porqué, aunque me encantaría que funcionara la idea, soy escéptico respecto a la decisión del G7 de tratar de poner un tope - me niego a llamarlo “topar” – al precio del petróleo que vende Rusia. Y por qué temo que pueda tener consecuencias negativas inesperadas.

Aunque con cierto retraso, los líderes del G7 se han dado cuenta de que las sanciones generan un efecto rebote inflacionista, que lleva a sus economías al estancamiento con inflación, la famosa “estanflación”. Su inocencia es conmovedora: ¿sacaron del mercado (legal) a uno de los mayores productores de petróleo y materias primas del mundo – y el primero de gas – y esperaban que no afectara al precio?. En todo caso podría haber funcionado si se hubiera convencido previamente a otros países para incrementar la producción y compensar, al menos parcialmente, la expulsión de Rusia.

Ahora la idea es limitar el precio del petróleo de forma que no falte, pero que Putin no gane dinero. Como en las sanciones, en principio la idea pudiera tener sentido. Se basa en el hecho de que occidente tiene el monopolio de los seguros marítimos (95 %), así que si se prohíbe asegurar cualquier transporte de petróleo ruso que se pretenda vender por un precio superior al que establezca esta especie de “cártel occidental”, nadie querrá llevarlo o descargarlo porque viajaría sin seguro.

Sobre el papel suena bien – aunque de entrada lo de intervenir un mercado inmenso y complejo como este suena complicado - , pero en la práctica surgen serias dudas: en primer lugar, Rusia ya está ofreciendo su propia aseguradora a los transportistas chinos, indios y de otros países que compran su petróleo. Personalmente no aseguraría en una aseguradora rusa ni la cortadora de césped, pero el caso es que está ocurriendo. Y a las pruebas me remito: tanto China como India han duplicado el volumen de petróleo que le compran a Rusia. Y la mayor parte va por vía marítima.

Foto: Campos de trigo. (EFE)

Además, hecha la ley, hecha la trampa: si empresas chinas o indias venden petróleo a, por ejemplo, empresas sudafricanas (Sudáfrica ya ha dicho que no aplicará las sanciones) y estas a su vez a empresas nigerianas que acaban colocándolo en el mercado internacional ¿quién puede asegurar que es ruso y no nigeriano?. Si fuera una sola empresa y una sola transacción sería fácil de controlar, pero pregunten a los servicios policiales y a los jueces los años que les lleva rastrear el dinero de la droga, que, para evitar que se conozca su origen, pasa por cientos de empresas antes de ser lavado. Y muchas de paraísos fiscales, lo que dificulta todavía más el trabajo de investigación.

Luego hay otro problema: ¿y si Putin se enfada? Ha quedado demostrado no solo que tiene mal genio, sino que no le preocupa cuál sea la situación económica de su pueblo. Así que ¿por que no va a responder cerrando el grifo de petróleo a Occidente?. ¿”Me obligan a vender mi petróleo al precio que ellos me digan? Pues hala, no se lo vendo. Solo vendo a quienes acepten mis condiciones” (que no serán pocos, dada la escasez que hay en el mercado). Imagínense donde se iría el precio. Y no les quiero decir si el enfado le lleva a cortar el gas.

Foto: Robert Habeck, ministro alemán de Economía y Clima. (EFE/Clemens Bilan)

¿Y porqué les cuento todo lo anterior, si yo me dedico a asesorar a inversores? Pues porque aunque hace unos meses la inflación no dependía tanto del precio de la energía, la de ahora sí. Y no lo digo yo: lo dicen las estadísticas. Y lo dice Moody’s, que afirma que el 40 % de la inflación actual de los EEUU es consecuencia directa o indirecta de los costes energéticos. Y no hace falta ser un súper analista financiero para entender que ese porcentaje es mucho mayor en Europa, dada nuestra dependencia energética del exterior.

También dije en su día que las bolsas se moverían en base a lo que llamé “el interruptor de la inflación”. Si la inflación sube y sobre todo si es mayor de lo esperado, los mercados caen. Y viceversa. Y ya lo hemos visto. De hecho, si ahora cayera, podríamos salvarnos de la recesión. O que fuera leve. Pero si los políticos meten la pata y sube desde los altísimos niveles actuales, no tendremos una recesión económica: tendremos una depresión.

Estoy a favor de cualquier medida que ayude a que se detenga la invasión de Ucrania. Pero que la intención sea buena no significa que en la práctica todas las iniciativas funcionen. A veces incluso pueden resultar contraproducentes. Como dice el proverbio “el infierno está lleno de buenas intenciones”.

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