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Miguel Otero

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¿Qué hacemos con China?

Lo más probable es que la rivalidad (y tensión) geopolítica entre EEUU y China sea la cuestión central y permanente en las relaciones internacionales en las próximas décadas

Foto: Un poste con varios carteles que apuntan la dirección hacia EEUU y China
Un poste con varios carteles que apuntan la dirección hacia EEUU y China

Aunque algunos piensan que la situación se va a arreglar con un acuerdo entre Donald Trump y Xi Jinping, o con un cambio del inquilino de la Casa Blanca el año que viene, lo más probable es que la rivalidad (y tensión) geopolítica entre Estados Unidos y China sea la cuestión central y permanente en las relaciones internacionales en las próximas décadas. Frente a esta realidad no sirve esconder la cabeza en la arena y desear que pase el temporal. Hay que pensar estratégicamente y a largo plazo.

La Unión Europea, y por lo tanto España como Estado miembro del club más rico del mundo, tiene cuatro opciones. La primera es dejarse de tonterías y unirse a nuestros primos americanos. Es verdad que la mentalidad estadounidense no es la misma que la europea. Ellos tienen la pena de muerte, están obsesionados con las armas, odian la socialdemocracia y bañan el pollo en cloro, pero hay muchos factores que nos unen. Ambos creemos en la democracia liberal, con sus derechos y libertades para el individuo, y, además, gracias a la alianza de la OTAN, EEUU sigue siendo nuestro protector militar.

Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump, y la primera dama, Melania Trump. (Reuters)

La segunda opción es mirar hacia el futuro y no al pasado y entender que China va a ser la gran potencia del siglo XXI. Es simplemente una cuestión de escala, dinamismo e inercia. Al igual que los líderes británicos descubrieron, a regañadientes, en el siglo XIX que el ascenso de EEUU era imparable y había que subirse a la ola y no enfrentarse a ella para mantener la prosperidad de la sociedad, lo mismo tiene que hacer la UE con China.

La economía china es hoy ya más grande de lo que lo era la economía americana en 2005 (en plena burbuja inmobiliaria y financiera) y, según las proyecciones de Goldman Sachs, va a ser casi el doble de la economía estadounidense hacia mediados de siglo. Europa, con poblaciones envejecidas y menos dinámicas, no puede permitirse el lujo de estar fuera de ese mercado.

La tercera opción es dividirse y convertirnos cada vez más en periféricos e insignificantes. Muchos ya piensan que estamos ahí. Países como el Reino Unido han decidido que se van a aliar con EEUU y algunos países del este (Hungría) y del sur (Grecia y Portugal) ya están en la órbita china. Lógicamente, la realidad es más compleja. En casi todas las sociedades europeas hay grupos que son más transatlánticos y otros que miran a oriente para hacer negocios. Italia es un buen ejemplo. Mientras Di Maio ha empujado para firmar el memorando de entendimiento para participar en la ruta de la seda china, Salvini sigue apostando por el paraguas militar americano. Las divisiones, por lo tanto, son profundas y eso debilita.

Foto: Li Keqiang, 'premier' chino. (Reuters)

La cuarta y última opción es desarrollar esto que se conoce como la autonomía estratégica europea. En concreto esto significaría que la UE empezaría a desplegar sus propias capacidades tecnológicas (con su Google) y militares (con su propio ejército) para tener mayor independencia en todos los campos. Algunos piensan que esto es imposible (las diferencias y divisiones son muy grandes) así que es mejor optar por la opción 1. La pregunta es si la opción 1 no nos lleva directamente a la opción 3. Ya no son solo los países más débiles del este y del sur del club los que miran a Pekín, muchos de los países exportadores del norte, incluida Alemania, van a seguir queriendo exportar a China. Incluso Suiza, país neutral donde los haya, tiene un tratado de libre comercio con el gigante asiático. El mercado chino es simplemente demasiado suculento.

Desde el punto de vista de España, como país europeísta que es, la estrategia debería ser la siguiente: intentar evitar la opción 3 como la peste, y para eso hay que trabajar con Francia y Alemania (sabiendo incluir a los países pequeños) en la opción 4. Al mismo tiempo, es importante no cerrar la puerta de la opción 1. EEUU sigue siendo nuestro aliado más importante, pero hay que ser listos y mantener abierta la opción 2. Eso sí, desde la interacción crítica. Si China quiere penetrar el mercado europeo, va a tener que abrir más su propio mercado a los productos y servicios europeos. En cuanto al sistema sociopolítico chino, mientras el sistema europeo funcione (y eso es lo que está en duda), el sistema chino no será atractivo. Pero para eso hay que mejorar nuestro propio modelo, y eso pasa de nuevo por la opción 4.

Miguel Otero Iglesias es Investigador Principal en el Real Instituto Elcano y profesor en el Instituto de Empresa

Aunque algunos piensan que la situación se va a arreglar con un acuerdo entre Donald Trump y Xi Jinping, o con un cambio del inquilino de la Casa Blanca el año que viene, lo más probable es que la rivalidad (y tensión) geopolítica entre Estados Unidos y China sea la cuestión central y permanente en las relaciones internacionales en las próximas décadas. Frente a esta realidad no sirve esconder la cabeza en la arena y desear que pase el temporal. Hay que pensar estratégicamente y a largo plazo.

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