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El contagio se desencadena: llegan nubarrones desde EEUU
Si el impacto externo comenzara a filtrarse al resto de la economía, las perspectivas se deteriorarían de forma notable
Una de las particularidades más destacables de la economía estadounidense es la dicotomía existente entre el fuerte deterioro de los sectores expuestos al comercio mundial y el flujo de datos, aún aceptables, procedentes de la mayor parte del sector económico más orientado al consumo doméstico. Sin embargo, si el impacto externo comenzara a filtrarse al resto de la economía, las perspectivas se deteriorarían de forma notable.
En conclusión, en el momento actual, cabe afirmar que el consumidor estadounidense es uno de los pocos motores operativos de la economía mundial. Si este empieza a renquear, además de no existir alternativa evidente alguna, la teoría del “descanso a mitad de ciclo” (planteada por Jerome Powel el pasado verano) sonará cada vez más fuera de la realidad. A la vuelta del verano, nos preocupaba que el contagio se desatara de forma gradual —con el mercado laboral como correa de transmisión— si los elevados niveles de incertidumbre sobre la guerra comercial, en particular, y la situación política, en general, no amainaban con rapidez. Aunque considerábamos que aún tendríamos algunos meses de respiro, los datos de la semana pasada sugieren que, por desgracia, este fenómeno podría estar produciéndose más deprisa, pese a que algunos indicadores contradictorios resten nitidez al panorama.
Si bien la decepcionante lectura de septiembre del índice manufacturero publicado por el Institute of Supply Management (ISM) no fue nada realmente novedoso, la sorpresa negativa ofrecida por el índice no manufacturero sí supuso un aviso serio. Cabe destacar la caída en el componente de intención de contratar de este indicador: sus 50,4 puntos, 2,7 menos que el mes anterior, apenas superan la línea de flotación y constituyen su cota más baja desde febrero de 2014. Lo que a nuestro juicio resulta especialmente problemático es que su nivel actual es ligeramente inferior al mínimo alcanzado durante la leve y breve "minicrisis" de 2016, cuyo patrón muchos analistas esperan que la ralentización actual imite.
En un primer momento, las empresas estadounidenses respondieron a la incertidumbre recortando sus inversiones. En una segunda fase, puede que también hayan comenzado a paralizar sus programas de contratación. Según la relación histórica existente entre el componente de intención de contratar del índice ISM y los datos de contratación reales, la creación de trabajo ya debería haberse estancado. Con todo, no todos los datos objetivos están confirmando (todavía) el mensaje procedente de las encuestas.
Desde que la tasa de paro tocara techo en 2010, cada mes se han venido creando, de media, 180.000 empleos
Aunque la evolución del empleo es manifiestamente volátil, este se mantuvo en niveles aceptables en septiembre, con 136.000 puestos de trabajo nuevos, mientras que la revisión al alza de la lectura de agosto fue alentadora. Pero también es cierto que este dato se encuentra un escalón por debajo de la tendencia establecida tras la Gran Recesión. Desde que la tasa de paro tocara techo en 2010, cada mes se han venido creando, de media, 180.000 empleos. Sin embargo, el dato de la semana pasada tampoco constituye una prueba concluyente, ya que el número de nuevos empleos continúa superando al de las personas que entran en edad laboral (+85.000 al mes de media en los últimos tres años).
No obstante, otros datos objetivos también apuntan a una acumulación de factores adversos en EEUU. Por ejemplo, la sorpresa negativa que deparó la última serie de datos sobre el consumo. El incumplimiento de las estimaciones sobre los salarios ha atraído nuestra atención. Frente a la previsión del consenso del mercado de un crecimiento interanual del 3,2 % en septiembre, los salarios subieron únicamente un 2,9 %. Y esto no parece que vaya a ser un caso aislado. Desde su máxima del 3,4 % interanual en febrero de 2019, solo en dos meses se ha producido una aceleración. En las últimas semanas hemos constatado un mayor interés en los medios por el tema del “regreso de la inflación” en Estados Unidos, debido al crecimiento más rápido de lo previsto del Índice de Precios al Consumo (IPC) subyacente. Sin embargo, a nosotros no nos parece que se esté acumulando tanta presión en este ámbito.
Ante una coyuntura tan compleja, ¿qué debería hacer la Reserva Federal? En primer lugar, debería adoptar un enfoque prospectivo, y las encuestas proporcionan, por su propia naturaleza, más información sobre el futuro que los datos objetivos. En segundo lugar, debería reordenar sus prioridades. Si la esfera de la inflación está calmada —como es el caso— el banco central podría centrarse más en impulsar la economía real. En tercer lugar, el Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC) debería ponderar hacia donde resulta más probable que apunte la balanza de riesgos futuros y, a nuestro parecer, continúa haciéndolo a la baja.
No obstante, también es cierto que la causalidad de las relaciones entre la situación macroeconómica, los precios de los activos y los riesgos políticos funciona en ambos sentidos. Lo vimos al final del año pasado: cuando la guerra comercial comenzó a lastrar con fuerza a las cotizaciones bursátiles estadounidenses, Donald Trump rebajó el tono de su retórica. Esto podría volver a suceder y estamos convencidos de que cualquier buena noticia sobre un posible acuerdo entre China y EEUU alimentaría el instinto animal. Pero existe otra fuente de riesgo político, el impeachment, que no está bajo el control del Presidente.
Sea cual sea su resultado, cabe señalar que el proceso podría perjudicar por sí mismo tanto a Donald Trump como a Joe Biden, que hasta el momento lidera las encuestas de cara a las elecciones primarias del Partido Demócrata. Esto podría dar bazas a otros candidatos demócratas, cuyas plataformas políticas son mucho menos moderadas que las de Biden. En conjunto, esto podría hacer que las empresas estadounidenses retrasen aún más sus inversiones a la espera de ver qué sucede.
En resumen, consideramos que la responsabilidad recae ahora en gran medida en los "halcones" del FOMC, por cuanto la teoría del “descanso a mitad de ciclo” comienza a perder fuelle. Nuestra previsión actual es de un nuevo recorte en octubre.
Una de las particularidades más destacables de la economía estadounidense es la dicotomía existente entre el fuerte deterioro de los sectores expuestos al comercio mundial y el flujo de datos, aún aceptables, procedentes de la mayor parte del sector económico más orientado al consumo doméstico. Sin embargo, si el impacto externo comenzara a filtrarse al resto de la economía, las perspectivas se deteriorarían de forma notable.