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Europa y el coronavirus: de necesidad, virtud
Como bien dijeron los padres fundadores de esta Europa: la UE se creará a golpe de crisis, y esta del coronavirus es del tal magnitud que solo puede salir de ella convirtiéndola en oportunidad
Donde están los riesgos, están las oportunidades. Esto aplica especialmente a una Europa estupefacta en su integración y el coronavirus, una crisis cuya naturaleza transversal y exógena va a suponer una devastación económica probablemente superior a la de 2008. Hasta el momento, las medidas de los gobiernos, ceñidas al marco acordado en Bruselas —incluido el paquete anunciado por Sánchez esta semana—, persiguen evitar la implosión del sistema, el agujero negro. El último salvo del ECB con el programa flexible de compra de activos de 750 bn € gana tiempo en contener la fragmentación financiera, pero es impotente para evitar el colapso de demanda real. Con toda probabilidad, habrá pues una tercera fase propiamente europea y fiscal para paliar y reconfigurar la voladura del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (marzo 2010) y pretender, siquiera, acercarse a los niveles de renta precrisis, arrancar.
La utilización del ESM (European Stability Mechanism, en español MEDE), un mecanismo que se creó al albur de la crisis € de 2011- 2012, para el rescate de países y bancos, ya está en la mesa del Eurogrupo y se discute por los líderes del Consejo (Merkel y Macron). La característica singular, definitoria, del vehículo es la financiación mancomunada y solidaria, lo más aproximado a un € bono. Es virtualmente la plataforma fiscal desde donde defendernos de la devastación económica que se viene, y de paso, llevar el impulso integrador a otra fase. En algunas semanas, el debate en Bruselas basculara del si, al cómo y al cuándo.
Con el anuncio del Gobierno Sánchez de un paquete de medidas que alcanzan la aplicación de 120.000 mn de € de recursos públicos, por primera vez la inercia comunicativa al titular de impacto encuentra efectividad oportuna por lo que toca a la confianza en los mercados. Bien. Se alinea con lo que otros estados miembros están promoviendo para evitar la implosión del sistema mediante avales y garantías estatales al crédito, moratorias fiscales, subsidios o complementos salariales, cadencias financieras, etc - todas ellas para preservar la liquidez del sistema (en torno a un 10% del PIB), y se añade un gasto fiscal del 1% sobre PIB. A diferencia de la Gran Crisis, 2008/9 y de su derivada europea, 2011/12, se trata ahora de que el colapso de la economía real no acabe por infectar la financiera, anclada en la confianza y el crédito de los bancos centrales.
Pero mucho nos tememos, el impacto económico va a ser probablemente superior al -5% del 2008/9. A título de referencia, una caída de la actividad económica a la mitad por un mes y tres cuartas partes los dos meses siguientes, supondría una caída del PIB, del -10% (PhD Gourinchas). Entre un referencia y otra quizá nos movamos. La salida real, el intento de aproximación al nivel previo de renta requerirá un estímulo fiscal coordinado de muchísimo mayor alcance. Aquí es donde la implicación del MEDE tendrá todo el sentido y oportunidad a unos meses vista. Con la crisis € ya llueve sobre mojado y el instrumento ya está creado en su estructura base.
Los mercados financieros reaccionan como tienen que hacer: el colapso de beneficios, el cierre de empresas y el aumento del desempleo
A nadie se le escapa que el impacto de estas medidas va a reventar los objetivos sobre déficit y endeudamiento del Pacto de Estabilidad (el 3% y el 60% respectivamente) y por tanto exponer los desequilibrios y las limitaciones inherentes del actual diseño €, dónde hay una única política monetaria y cambiaria pero un corsé fiscal que impide el reciclaje de excedentes comerciales de los grandes exportadores (Alemania, Holanda), como explicábamos aquí. Si la Gran Crisis financiera es una guía para calibrar la voladura, las subidas de deuda sobre PIB alcanzaron entre un 10-25%, y de déficit anuales entre 3-7%, al colapsar la recaudación y subir los gastos. Actualmente el stock soberano de la eurozona está en torno al 85% sobre PIB (20% menos que EEUU), con un arco que va del 60% y pico en Alemania al 130% italiano, pasando por el 100% francés o español. Italia es por supuesto el país más escaldado y el riesgo crédito país siempre le ronda.
Los mercados financieros reaccionan como tienen que hacer: descontando una contracción brutal de la actividad económica, el colapso de beneficios, el cierre de empresas y el aumento del desempleo. Las tensiones sobre la estructura del € son estructurales y las dinámicas de fragmentación de los mercados soberanos (250 puntos básicos entre el bono alemán en -20 pb e italiano, a 200pb) subyacentes y amortiguadas en su totalidad por el ECB y la compra de bonos. El último grito desesperado del ECB ampliando el incremento de 120.000 mn de € anuales de mitad de marzo, con otros 750.000 mn flexibles (PEPP) en la madrugada del jueves, busca contener esa fragmentación y mantener la estabilidad financiera, ganar tiempo. Es otra vuelta de tuerca a la sinrazón del sistema: en su mayor parte el dinero se re depositará en el propio ECB. Llevamos tiempo inmersos en una trampa de liquidez de libro y a estos niveles la política monetaria es ya impotente para sostener el hundimiento de la demanda real. Solo funcionará un impacto coordinado fiscal de varios puntos sobre PIB que reconfigure el Pacto de Estabilidad.
Las histórica polarización entre acreedores y deudores ha estado indefectiblemente presente, pero esta vez la cautela de Merkel peca por osada
Para las autoridades comunitarias el desafío de coordinación del diagnóstico y prescripción sobre una realidad devastada es tan descomunal, que un orden de prioridades para la coordinación, planificación y ejecución de medidas ha sido preceptivo. Lo primero ha sido obviamente la crisis sanitaria y la contención del contagio del virus para minimizar la tragedia de miles de fallecidos. Tras los paquetes nacionales de respiración asistida al sistema, ya han comenzado esta semana las reuniones del € grupo por teleconferencia en torno a la eventual implicación del MEDE en la gestión de la crisis. Las histórica polarización entre acreedores y deudores ha estado indefectiblemente presente, pero esta vez la cautela de Merkel (“nunca en su vida” al € bono 2010), ni sí ni no..., peca por osada. Estamos realmente a la expectativa de ver qué entiende la canciller esta vez por “realismo”.
Si Alemania y otros acreedores no quieren convertir al ECB, inspirado en la cultura de disciplina monetaria del Bundesbank, en un sumidero de liquidez a espuertas y obligaciones financieras prorrogadas 'sine die' (su antípoda), haciendo una y otra vez lo mismo sin resultado; si se quiere evitar la depresión, la activación del MEDE va a ser imprescindible. La constatación de la magnitud en la devastación económica- esa contracción del -5% al -10%, y el impacto demoledor en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento que fundamenta una arquitectura € intrínsecamente insostenible, es simplemente cuestión de tiempo. El mismo que necesita Regling, director del MEDE y los miembros del Eurogrupo para flexibilizar los objetivos del vehículo, erradicar el estigma de solicitudes singulares por país y condicionamiento estricto, y acomodarlo a las vicisitudes de una realidad que por fuerza mayor, presenta los mismos trazos que un conflicto bélico. La ampliación de capacidad de 500 bn de € actuales, 3 o 4% del PIB también estará en la mesa.
Habiendo formas de combinar la mutualización con la disciplina país (Von Weizsacker: 'Blue Bond Proposal'), pensar que la condicionalidad ex-ante como requisito a líneas de crédito país con solicitud expresa al modo 2011-12, pueda ser el 'modus operandi' del MEDE en esta hecatombe, es ahora la proposición aventurada, el auténtico riesgo moral. A corroborar esta sospecha con el Parlamento alemán, probablemente dedique Merkel estas próximas semanas. Para las élites alemanas, perfectamente conocedoras de esas limitaciones de la arquitectura € y del callejón sin salida en el que las narrativas acreedor-deudor dejaron la integración (y que tuvieron a bien acoger sin más explicación a su electorado), la crisis del coronavirus es, con perspectiva, paradójicamente providencial.
Todo es parecido a 2009 y a 2012, y probablemente peor, pero nos pilla mejor preparados
La financiación del MEDE, mancomunada y solidaria, es el elemento singular apropiado y oportuno para instrumentar un esfuerzo fiscal conjunto. Se revierte el instinto centrífugo que hemos visto en los primeros compases de la crisis y simboliza el todos para uno y uno para todos Se cruza finalmente el Rubicón, la línea roja que ha suspendido el impulso integrador los últimos cinco años. Representa un punto de partida a una nueva etapa de integración y reforma institucional, la oportunidad idónea de ofrecer respuestas propiamente europeas a problemas transversales y exógenos (que solo irán a más) y refundarnos internamente. Es el momento en el que las presiones exteriores encarnadas en este patógeno devastador conjugan con la procrastinación determinante en la falta de funcionalidad de la política europea: es literalmente el momento de 'do or die'.
Todo es parecido a 2009 y a 2012, y probablemente peor, pero nos pilla mejor preparados. Los efectos del coronavirus son efectivamente más los propios de una guerra. Se medirán en muertos, colapso económico y un profundo sentido de comunidad ante la tragedia. Y lo que no pudo unir la fría lógica de la divergencia y los desequilibrios económicos al albor de la crisis €, es muy probable lo haga esta crisis devastadora incitando un sentido de solidaridad común ante la transversalidad de la hecatombe. A futuro las implicaciones geoestratégicas de la consolidación del € y los réditos en economías y políticas de escala, son brutales. Como bien dijeron los padres fundadores de esta Europa nuestra de posguerras, esta se creará a golpe de crisis, y esta del coronavirus es del tal magnitud y naturaleza que solo puede salir de ella convirtiéndola en oportunidad. Hacer de necesidad, virtud. Al tiempo, paciencia y esfuerzo. Vamos.
Donde están los riesgos, están las oportunidades. Esto aplica especialmente a una Europa estupefacta en su integración y el coronavirus, una crisis cuya naturaleza transversal y exógena va a suponer una devastación económica probablemente superior a la de 2008. Hasta el momento, las medidas de los gobiernos, ceñidas al marco acordado en Bruselas —incluido el paquete anunciado por Sánchez esta semana—, persiguen evitar la implosión del sistema, el agujero negro. El último salvo del ECB con el programa flexible de compra de activos de 750 bn € gana tiempo en contener la fragmentación financiera, pero es impotente para evitar el colapso de demanda real. Con toda probabilidad, habrá pues una tercera fase propiamente europea y fiscal para paliar y reconfigurar la voladura del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (marzo 2010) y pretender, siquiera, acercarse a los niveles de renta precrisis, arrancar.