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G20 vs. Covid-19

"Se trata de que la crisis sanitaria que va a dar lugar a una crisis económica sin precedentes no se convierta a su vez en una crisis política de calado"

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Las reuniones del G20 se quedan a veces en meras fotografías, pero esta vez ni la instantánea quedaría bien para salir en las portadas de los principales periódicos, dado que los líderes la celebran de forma virtual delante de sus pantallas. Una reunión inusual para momentos inusuales, pero las expectativas creadas son importantes para afrontar las secuelas que va a dejar el Covid-19. Se establecieron compromisos financieros para buscar las terapias oportunas y, lo más importante, una vacuna con la que poder iniciar la reconstrucción social y económica. A la vez, se abundó en reafirmar apoyos a la OMS, que hoy en día se ha convertido en una especie de sustituta imperfecta del Banco Mundial. Ahora la incertidumbre está en ver si realmente esta vez el G20 será capaz de (permítanme el esnobismo) hacer “delivery”.

En estos tiempos, el G20 cuenta con el antídoto para poder responder a la crisis, debido a su historia y su alcance geográfico. Pero no necesariamente será capaz de transformar esas ventajas en oportunidades. Se creó para apoyar la recuperación de las economías asiáticas y se elevó a foro para afianzar la colaboración norte/sur tras la crisis financiera mundial. Este fue uno de los pocos momentos en donde se llegó a percibir algo parecido a una conversación que enfrentase necesidades e intereses de economías emergentes y desarrolladas, algo que rara vez hemos vuelto a ver. Entre el G7 y los grandes países emergentes es evidente que siguen existiendo importantes tensiones, en especial sobre la voz y la influencia de sus participantes sobre las instituciones mundiales, amén de cuestiones como la dirección de la política comercial y el cambio climático. Esas tensiones bilaterales han vuelto a quedar patentes durante la crisis actual, tensiones que orbitan en torno a la culpa (EEUU vs China) o a la negación (Brasil, y México vs el mundo).

Foto: Avance del Covid-19 en Latinoamérica Opinión
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Por otro lado, además del disenso, está el problema de la legitimidad, dado que pese a que el G20 tiene un amplio alcance geográfico, no habla en nombre de todo el mundo. A medida que el virus golpee a casi todos los países, la autoridad del G20 será cuestionada, especialmente en las partes del mundo donde una sola gran potencia "representa" a una región.

En el corto plazo, el debate (temática, alternativas y calendarios) dependerá de la trayectoria del virus. A medida que el número de casos y muertes conocidos aumente se incrementará la presión sobre los líderes políticos para que proporcionen más test y protección. En lugar de ver a las naciones pelearse, debería reflejarse al menos esta vez la necesidad de una mejor coordinación, mediante la cual el G20 hiciese un esfuerzo por romper las barreras al comercio de medicamentos o equipos y aumentar la financiación de la investigación de vacunas y la ayuda médica para las naciones más pobres. También será necesario seguir apoyando la economía mundial y prepararse mejor para futuras pandemias y otros riesgos mundiales, incluido el cambio climático.

El G20 tendrá que trabajar duro a lo largo de este año y en el futuro para evitar que sus debilidades tradicionales vuelvan a aparecer. El reto es enorme pero, a pesar de ello, el G20 debe seguir siendo un fuerte catalizador de reformas y acuerdos para llevar a cabo acciones, ya que los organismos mundiales no pueden ignorar un mensaje fuerte de naciones o accionistas influyentes, y los mercados toman nota de sus compromisos y mensajes. En definitiva, se trata de que la crisis sanitaria que va a dar lugar a una crisis económica sin precedentes no se convierta a su vez en una crisis política de calado.

Las reuniones del G20 se quedan a veces en meras fotografías, pero esta vez ni la instantánea quedaría bien para salir en las portadas de los principales periódicos, dado que los líderes la celebran de forma virtual delante de sus pantallas. Una reunión inusual para momentos inusuales, pero las expectativas creadas son importantes para afrontar las secuelas que va a dejar el Covid-19. Se establecieron compromisos financieros para buscar las terapias oportunas y, lo más importante, una vacuna con la que poder iniciar la reconstrucción social y económica. A la vez, se abundó en reafirmar apoyos a la OMS, que hoy en día se ha convertido en una especie de sustituta imperfecta del Banco Mundial. Ahora la incertidumbre está en ver si realmente esta vez el G20 será capaz de (permítanme el esnobismo) hacer “delivery”.

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