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Gonzalo de Cadenas-Santiago

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El arte de lo posible

Aunque la propuesta debe ser todavía sancionada en el Parlamento Europeo y por los respectivos parlamentos nacionales, es casi una certeza que el acuerdo saldrá adelante

Foto: Bandera de la Unión Europea
Bandera de la Unión Europea

El 21 de julio pasado, tras la reunión más larga en la historia del Eurogrupo, fue aprobado el Recovery and Resilience Facility (RRF), el cual fue promovido por la Comisión Europea (CE) y que complementa la elaboración del Presupuesto Europeo Plurianual (MFP 2021/2027) que, con este acuerdo, también vio sentadas sus bases. Cabe señalar que, aunque la propuesta debe ser todavía sancionada en el Parlamento Europeo y por los respectivos parlamentos nacionales, es casi una certeza que el acuerdo saldrá adelante.

La también denominada “Next Generation EU” representa un esfuerzo fiscal adicional orientado a contrarrestar los efectos de largo plazo generados por la pandemia del covid-19 y complementa al plan de emergencia y corto plazo, SURE, aprobado hace tres meses. Además, la medida tiene un objetivo transformacional para la economía europea, el cual es coherente con los objetivos de sostenibilidad, sustentabilidad, transición digital y reducción de la desigualdad.

Se trata, en síntesis, de la mayor iniciativa en la arquitectura de la Unión Europea (UE) desde la creación del mercado único hace 30 años, no solo por las dimensiones del esfuerzo financiero realizado, sino también por las consecuencias económicas y políticas que tendrá sobre el futuro de la UE.

Foto: Pedro Sánchez, junto a Angela Merkel y Kyrisakos Mitsotakis. (Reuters)

El RFF representa, sin duda, un hito político en el marco de la UE, en la medida en que revalida el proyecto regional basado en la solidaridad y consolida el liderazgo franco-alemán (artífices iniciales del proyecto), en un momento en el que emergían dudas sobre el proyecto europeo y acechaba nuevamente el riesgo de fragmentación.

El plan acordado, no solamente ayudará a estabilizar y reencauzar la economía de la región, sino que, además, será clave para diluir el creciente euroescepticismo (Italia y Este de Europa); escepticismo que, sin duda, crecería de ampliarse la brecha de bienestar al interior de la región (la cual podría incrementarse de no mitigarse los efectos de la pandemia).

Por otro lado, aunque este movimiento dista de ser un “momento Hamilton” y no resultará de manera inminente en la creación de una política fiscal común, sí es un primer paso para lograr ciertos objetivos intermedios: (i) establecer objetivos presupuestarios centralizados y consistentes con las necesidades de cada región, (ii) fijar un grado aceptable de armonización fiscal, y (iii) el inicio de la trasferencia de algunas competencias necesarias para crear en el futuro un Tesoro Europeo.

En definitiva, el RFF constituye un paso de gigante en el proyecto de la construcción europea a nivel político y económico y es una señal fundamental para legitimar el proyecto de la UE. A su vez, se trata de un instrumento que puede ayudar a transformar de manera activa el modelo productivo y la estructura económica de la UE haciéndola más justa, competitiva, equilibrada y sostenible. De nuevo, la política vuelve a ser el arte de lo posible (Bismarck), hoy más que nunca.

El 21 de julio pasado, tras la reunión más larga en la historia del Eurogrupo, fue aprobado el Recovery and Resilience Facility (RRF), el cual fue promovido por la Comisión Europea (CE) y que complementa la elaboración del Presupuesto Europeo Plurianual (MFP 2021/2027) que, con este acuerdo, también vio sentadas sus bases. Cabe señalar que, aunque la propuesta debe ser todavía sancionada en el Parlamento Europeo y por los respectivos parlamentos nacionales, es casi una certeza que el acuerdo saldrá adelante.

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