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Tras la pesadilla de la pandemia, nos despertamos en una guerra fría
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Alicia García Herrero

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Tras la pesadilla de la pandemia, nos despertamos en una guerra fría

La realidad nos ha vuelto a sorprender al darnos de bruces con el principal problema de nuestra época: la competencia estratégica entre EEUU y China

Foto: Protestas en China contra EEUU.
Protestas en China contra EEUU.

El mes de julio no nos ha dado tregua en la escalada de tensiones entre EEUU y China. A pesar de la gravedad de las medidas anunciadas por ambos países, las bolsas subían como la espuma ante los datos incipientes de recuperación en ambas economías. Un buen dato de PIB para el segundo trimestre del año en China y un menor uso del balance de la Fed —entre otros datos positivos— parecían estar empujando los mercados hacia el cielo, sin miedo al vértigo de una segunda ola en la pandemia. Esa nueva oleada de contagios podría considerarse la peor pesadilla posible para los mercados, pero la realidad nos ha vuelto a sorprender al darnos de bruces con el principal problema de nuestra época: la competencia estratégica entre EEUU y China.

El mes de julio empezó con la implantación de la Ley de Seguridad Nacional en Hong Kong, coincidiendo con el aniversario de la devolución de Hong Kong a China. Tan solo 14 días después EEUU levantaba el estatus especial de Hong Kong equiparando el territorio autónomo a China en lo que respecta al tratamiento de visados y los controles a las exportaciones de tecnología. Adicionalmente, gracias a la introducción de la Ley de Seguridad Nacional, la amenaza de sanciones a entidades o individuos ha empezado a planear sobre Hong Kong, tercer centro financiero 'offshore' del mundo.

Foto: Consulado de EEUU en Chengdu (Reuters)

Por si esto fuera poco, en el séptimo mes del año también se ha producido el empeoramiento de las relaciones entre EEUU y China en lo que se refiere al trato de los 'uigures' en Xinjiang y con la imposición de sanciones por parte de EEUU al secretario del Partido Comunista Chino en Xinjiang. Además, EEUU dio un ultimátum de 72 horas a China el pasado 22 de julio para cerrar su consulado en Houston, a lo que China ha respondido con el cierre del consulado americano en Chengdu.

Con esta última escalada, las tensiones entre EEUU y China han pasado de lo comercial a lo tecnológico, lo diplomático y lo político. Solo nos queda el ámbito militar, sin duda el más peligroso, al que nos estamos acercando a marchas forzadas con la tensión en el Mar del Sur de China y Taiwán. La pregunta, llegados a este punto, es cómo queda nuestro mundo globalizado después de todo esto. La respuesta, triste pero evidente, es que el planeta queda partido en dos.

Esta nueva guerra fría, a diferencia de la anterior, empieza en un mundo mucho más interconectado que, dividido en dos, puede verse más perjudicado

Esta nueva guerra fría, a diferencia de la anterior, empieza con un mundo mucho más interconectado. En solo dos años desde que Trump iniciara su cruzada comercial contra China, y especialmente al aparecer la pandemia, la globalización se ha reducido en muchos ámbitos, inclusive en el que parecía más sólido: el tránsito de personas entre fronteras. Un mundo dividido en dos es perjudicial para la economía, especialmente mientras se desmantela lo que nos unía. Pero también abre la puerta a una carrera por el dominio tecnológico y militar que ya en los ochenta sentó las bases para una buena parte de las grandes innovaciones de la historia presente. Aunque la situación no pinta nada bien, es importante no perder la perspectiva histórica y entender para qué sirven las guerras frías: para evitar las guerras verdaderas y para aportar inversión e innovación, aunque sea dentro de un clima de incertidumbre y de miedo.

Está claro que tanto la inversión como la innovación van a ser útiles para ayudarnos a salir del enorme 'shock' que supone la pandemia. Visto lo visto, quizás es difícil pensar en que un salto cuántico en ambos ámbitos se hubiera producido sin el acicate de una guerra fría, como en los viejos tiempos. Poco importa si las partes tenían razones sobradas o no para enzarzarse en ello. Lo que cuenta es que la pandemia nos ha empujado a todos hacia esta nueva realidad: ante un 'shock' de tales dimensiones, cualquier respuesta parece moderada, hasta una guerra fría.

El mes de julio no nos ha dado tregua en la escalada de tensiones entre EEUU y China. A pesar de la gravedad de las medidas anunciadas por ambos países, las bolsas subían como la espuma ante los datos incipientes de recuperación en ambas economías. Un buen dato de PIB para el segundo trimestre del año en China y un menor uso del balance de la Fed —entre otros datos positivos— parecían estar empujando los mercados hacia el cielo, sin miedo al vértigo de una segunda ola en la pandemia. Esa nueva oleada de contagios podría considerarse la peor pesadilla posible para los mercados, pero la realidad nos ha vuelto a sorprender al darnos de bruces con el principal problema de nuestra época: la competencia estratégica entre EEUU y China.

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