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España: Retos más allá de la recuperación
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España: Retos más allá de la recuperación

Como en buena parte de los episodios de transformación que ha sufrido la economía de España en su historia reciente, el cambio llega promovido desde afuera

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En términos generales, espero que 2021 sea el año de la recuperación de la crisis para España. No obstante, se trata de una recuperación que debemos ver con cierta cautela ante el amplio margen de incertidumbre que aún subsiste. Así, aunque la aparición de vacunas reduce los riesgos de largo plazo, los problemas en su despliegue, la gestión de la recuperación y otros riesgos aún ignotos sugieren poner el sesgo de la previsión de corto plazo a la baja.

La crisis provocada por la pandemia en España se salda con importantes cicatrices sobre la actividad, el empleo y el tejido productivo (especialmente en el caso de las pymes) que, además, impactan sobre una economía que todavía seguía tocada por la crisis anterior y que mantenía vulnerabilidades en el mercado laboral, en el sistema de previsión publica, en la educación, en la estructura sectorial y en el ahorro.

Estas vulnerabilidades han expuesto de manera diferencial a la economía española al efecto de las medidas de restricción implementadas para enfrentar la pandemia del covid-19, provocando una fuerte caída en los niveles de actividad en 2020, lo que limitará la capacidad de recuperación (no se volverá a los niveles de producto de finales de 2019 sino hasta terminar el 2022), pudiendo llevar a la economía a una senda de crecimiento de largo plazo muy limitada, con implicaciones tanto sociales como para la sostenibilidad de las cuentas públicas.

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Dentro de los factores que operarán positivamente en la recuperación se encuentra el hecho de que las instituciones nacionales y supranacionales han estado a la altura para garantizar las condiciones de demanda necesarias para evitar que un problema temporal de liquidez se convirtiese en uno permanente de solvencia, en especial entre las pequeñas y medianas empresas y los hogares. Así, la provisión de liquidez y garantías públicas, junto con el fortalecimiento del sistema sanitario y la sustitución temporal de rentas, han sido decisivas para moderar la crisis e iniciar la reversión del ciclo.

Sin embargo, el sostenimiento futuro de la recuperación de la economía española dependerá de manera muy importante de factores de oferta. El fortalecimiento de dichos factores deberá situarse en el centro de la estrategia de largo plazo y apoyarse en tres pilares: (i) promover el crecimiento nominal, (ii) flexibilizar la economía y (iii) reforzar la sostenibilidad fiscal.

En primer lugar, el crecimiento nominal requiere revigorizar la productividad, para lo que se necesita una actualización de las habilidades y capacidades del capital humano, en especial las digitales. Esto implicará incrementar la aportación del capital, y de manera relevante el intangible, e incrementar la aportación del trabajo reduciendo el desempleo estructural y promocionando la participación femenina y senior. Este crecimiento, además, debe estar acompañado de una recuperación de la confianza que permita “liberar” el ahorro precautorio, reflacione la economía y ahorre relaciones perversas con la deuda.

"El crecimiento nominal requiere revigorizar la productividad"

En segundo lugar, flexibilizar la economía va de la mano del diseño e implementación de reformas estructurales en la economía española que reduzcan el desempleo estructural, acomoden la estructura productiva resultante de la pandemia (como se hizo tras la crisis inmobiliaria) y hagan más competitivo el entorno de insumos necesarios para garantizar el crecimiento. Este proceso pasa necesariamente por la digitalización y por la liberalización (supervisada) de los mercados.

Y, en tercer lugar, la sostenibilidad fiscal futura, además de la necesaria y creíble racionalización del gasto que deberá llegar más allá de 2022, deberá estar apoyada por la promoción del ahorro financiero intermediado y por el crecimiento sostenido de los recursos fiscales que necesariamente vendrán del mayor crecimiento nominal que se ha mencionado antes.

Una transformación promovida desde fuera

Como en buena parte de los episodios de transformación que ha sufrido la economía de España en su historia reciente, el cambio llega promovido desde afuera, en este caso, afortunadamente desde Europa.

De la catarsis y revigorización del proyecto de la Unión Europea ha nacido el NextGenerationEU, la parte añadida al marco financiero plurianual que sitúa a España en un proyecto común más robusto, cohesionado y alineado con los valores que fundaron la Unión Europea; valores ahora actualizados con la inclusión, la sostenibilidad y la competitividad digital. Este plan de inversión de 750 millardos de euros tiene dos dimensiones muy positivas para que España aborde su estrategia de reactivación y transformación de largo plazo: de una parte, “lo que da a la economía española” y, de otra, “a lo que la obliga por ello”.

En términos de lo que el plan de inversión “da a la economía española”, están los 140 millardos de euros (10% del PIB) en transferencias y crédito, a partes similares, a emplear fundamentalmente durante el período 2020–2024.

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Y en términos de “a lo que la obliga por ello”, está el priorizar finalmente sobre lo que es más importante. Primero, que se haya decidido que las prioridades para España sean la educación, la innovación, la digitalización, la transición energética y la articulación interior del país es un enorme paso para devolver a la economía a una senda de crecimiento sostenida y vigorosa.

Segundo, obliga a una mejor gobernanza pública y privada, en el sentido de que hace necesario ofrecer detalles claros del plan de uso de dichos fondos (tradicionalmente España ha tenido problemas para articular los fondos europeos), elude los efectos perversos de la tentación de convertir un plan de inversión en transferencias de renta, a establecer pesos y contrapesos, y a hacer proyectos que sobrevivan al ciclo político.

Y, tercero, obliga a compartir la responsabilidad con el sector privado. La búsqueda de la participación público-privada hace compartir riesgos y no solo rentas, lo que es el único garante de que las decisiones públicas de inversión sean económicamente sostenibles en el tiempo.

En definitiva, una vez iniciada la recuperación deben plantearse los retos y las estrategias de largo plazo; retos que requieren una profunda transformación productiva e institucional para lo que, afortunadamente, España tiene una oportunidad de oro gracias a la Unión Europea, no tanto por lo que le da con este plan, sino sobre todo por lo que, a cambio, la obliga.

En términos generales, espero que 2021 sea el año de la recuperación de la crisis para España. No obstante, se trata de una recuperación que debemos ver con cierta cautela ante el amplio margen de incertidumbre que aún subsiste. Así, aunque la aparición de vacunas reduce los riesgos de largo plazo, los problemas en su despliegue, la gestión de la recuperación y otros riesgos aún ignotos sugieren poner el sesgo de la previsión de corto plazo a la baja.

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